"Lo terrible fue cuando vino el avión de la fuerza aérea y empezó a soltar bombas en medio del pueblo"
Tenancingo es un pueblo grande, que ya ocupó la guerrilla el 3 de junio. La mayoría de sus habitantes se marcharon después a la vecina Cojutepeque, donde sobrevivieron gracias a las donaciones de la Cruz Roja. Hace cuatro semanas, regresaron casi todos empujados por el Ejército, que les prometió protección y trabajo.Aunque pertenece al departamento de Cuscatlán, las Fuerzas Armadas habían decidido incluirlo en su programa "Bienestar para San Vicente", tal vez por su ubicación estratégica, a mitad de camino entre los volcanes Guazapa y Chinchón Tepeque, dos de los santuarios más firmes de la guerrilla.
Un batallón de Cazadores (350 soldados) se instaló en el pueblo antes de que regresaran sus habitantes. Con esa dotación estaban seguros de poder cerrar el caminó a cualquier columna guerrillera. No contaban con que varios miles de insurgentes pudieran rodearles el pasado domingo, a eso de la una de la madrugada. El tiroteo duró hasta las cinco de la tarde. Cincuenta soldados se rindieron -incluidos dos oficiales, uno de ellos, -el capitán que mandaba el batallón-. Al menos 20 murieron y el resto huyó por donde pudo.
Hasta ahí todo fue relativamente normal en una guerra que cada vez provoca mayor número de muertos. Las gentes del pueblo habían atrancado sus puertas y se refugiaban bajo las camas. "Lo terrible fue cuando vino el avión de la Fuerza Aérea y empezó a soltar bombas en medio del pueblo". María Ángeles Pineda, una anciana sin hijos que criar, es de los que se quedan.
Eran las cuatro de la madrugada. No había amanecido aún cuando un avión Push-Pull de la Fuerza Aérea empezó a bombardear el pueblo con bombas de hasta 300 libras, según algunos testimonios. No se fue hasta pasado el mediodía del domingo, sin conseguir que la guerrilla aflojara su presión. "El avión es el que ha matado a tanta gente", dice Jacinta Raud, madre de ocho hijos, el menor, de seis meses. "Ni leche tengo para darle", se excusa mientras acerca a la boca del niño un pecho escurrido.
José Manuel Vázquez tuvo suerte. En el patio de su casa cayeron dos bombas casi seguidas. "Estábamos en aquel rincón, cinco personas debajo de la cama, mi mujer y tres hijos. Eso nos salvó. Se vino todo abajo, pero a nosotros no nos pasó nada". Su familia está, como otros cientos, en la iglesia de Santa Cruz Michapa. Él ha regresado para ver si puede rescatar algo entre los escombros. Apenas consigue llevarse un saquito de maíz y una vieja plancha de hierro.
María Gloria Torres tenía su día negro. "Por las bombas del avión, nuestra casa se había caído, y nos ahogábamos con el polvo debajo de la cama, así que nos fuimos donde unos vecinos. Mi marido estaba parado en la puerta cuando cayó una bomba en la barda, y allí se quedó el pobre. Una de mis hijas estaba malherida, con las tripas al aire. Con todo y bombas, decidimos irnos". La envolvieron en una manta y se echaron al camino. Está grave en un hospital, con el hígado destrozado.
Camilleros de la Cruz Verde
Como ellos, otras 500 personas más se lanzaron, en medio de, las bombas y los disparos cruzados, al único camino de salida que tiene Tenancingo. Por toda protección les acompañaban los camilleros de la Cruz Verde, una entidad benéfica local surgida de una escisión de la Cruz Roja y que ha tenido una ejemplar actuación durante la guerra.Más avanzado el domingo, cuando ya se habían rendido los soldados y una vez que el Push-Pull regresó a su base de Ilopango, otro grupo de gente se dio a la huida. "Pero a la altura de Las Cruces nos pararon los muchachos (guerrilleros), porque dijeron que venía la tropa y no querían que nos pasase nada". José Rubén Jiménez ha regresado a por sus escasos enseres. "Cuando íbamos caminando, ya fuera del pueblo, pasó un helicóptero que se echó sobre nosotros como si fuera a atacarnos, pero no disparó". A pesar de su tono calmado, no olvida la macabra broma.
El avión regresaría aún durante toda la mañana del lunes. Esa misma tarde empezó a retirarse la guerrilla. Además de sus 50 prisioneros, con las manos atadas a la espalda, se llevaron un buen botín de guerra: 50 fusiles M-16, un cañón de 90 milímetros, varios lanzagranadas y miles de cartuchos. Enterraron a sus muertos, no menos de 20, y se fueron camino de Los Volcanes.
El Ejército llegó con el amanecer del martes. La brigada contrainsurgente Atlacatl (1.100 hombres) se encontró con un pueblo medio arrasado al que no supo qué explicación dar del bombardeo aéreo. El coronel José Domingo Montorroso reunió en la plaza, delante de la iglesia, a los supervivientes para pedir disculpas. "Estas cosas ocurren en las guerras, ellos nos confundieron al usar la misma frecuencia de radio, estaban dentro del pueblo...".
Washington investigará
El comité de Prensa de las Fuerzas Armadas facilitaba mientras tanto un comunicado en el que los muertos de Tenancingo se convertían en víctimas "de la barbarie de la guerrilla del FMNL". Los norteamericanos han prometido abrir una investigación. Basta ir allí y preguntar."La guerrilla nos trató bien, no tenemos queja, aunque eso sí, nos obligaron a abrirles las puertas. Su cólera es con el Ejército". Julián Banegas, hombre adicto al sistema, no se explica aún por qué bombardearon las casas. "Pudieron hacerlo. en los alrededores, que es dónde había más subversivos".
Tenancingo tiene una calle larga, que empieza con el puesto médico. En el pequeño jardín que hay delante, se ven aún las huellas de varios enterramientos recientes.
Apenas unos metros más arriba, una puerta de hierro de doble hoja tiene 85 impactos de bala. "Es que ahí estaban los muchachos y hubo uña balacera terrible", explica Rosa Jiménez.
Una de las bombas alcanzó de lleno la siguiente casa y derribó su fachada. "Dicen que enterró ahí mismo a varios soldados". A una manzana de distancia, en una esquina, otro soldado ha sido malenterrado en la misma calle. "Los perros le destaparon una mano y ahí andaban comiéndosela".
Al final de la calle, justo donde termina el pueblo y empieza la jungla, una cruz sin nombre cubre un trozo de tierra recién removida. En medio hay una decena de casas destruidas. El hedor revela que puede haber aún algún cadáver.
Todo el pueblo estaba trabajando en el arreglo de esta calle. Era un proyecto financiado por la Caja de Crédito para dar empleo. "Hacía tres días que habíamos empezado, a seis colones diarios (unas 300 pesetas). Estábamos contentos porque después de tres meses de vivir de la caridad podíamos ganarnos la comida. Ahora nos vamos definitivamente. No hay comercio ni trabajo ni transporte. A ver si en Cojutepeque nos dan una parbelita para levantar nuestra choza".
Irse a cualquier parte
En varias casas están cargando sus viejos muebles para irse a cualquier parte. Apenas un centenar de personas se quedan con la única esperanza de los camiones de la Cruz Roja que llegan con agua y víveres. No hay luz ni teléfono ni nada. Sólo millones de pulgas. En el camino (le regreso, sobre algunos caseríos abandonados, ondea una inútil bandera blanca.El comandante de la brigada Atlacatl les dijo que los que quisieran podían quedarse, que él les prometía protección. Casi nadie le creyó. Cuando la aviación bombardeó edificios civiles en Berlín, allá por el mes de febrero, y más tarde en San José Guayabal, el Ejército logró silenciarlo a medias, pero lo ocurrido en Tenancingo es ya un clamor. Este es su Guernica.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.