¡Que cada palo agunte su vela!
Pocas veces un Gobierno habrá recibido un castigo más severo en un tema importante como éste. La gravedad de las inconstitucionalidades que contenía la LOAPA no puede explicarse por un error de apreciación jurídica o por una discrepancia política puntual. Lo que dice la reciente sentencia es que la vía política elegida por el PSOE y UCD era totalmente inviable por ir en dirección contraria al equilibrio que en materia de autogobierno se plasmó en la Constitución y en los estatutos vasco y catalán. Quien recuerde la arrogancia con la que los líderes socialistas mantenían la necesidad de no modificar ni una coma de la LOAPA, con un Benegas o un Damborenea obcecados y desafiantes frente al resto de la Cámara vasca, comprenderá que el problema de fondo se alimenta de una profunda discrepancia política sobre lo que significa el autogobierno vasco o lo que significan los derechos de una autonomía política. Habría que preguntarse ahora si el presidente González está dispuesto a aprender la lección, si los socialistas vascos van a reflexionar sobre su absurda vía centralista. Yo recuerdo una entrevista en Madrid con Benegas y el propio Felipe González, cuando todavía no se había aprobado la LOAPA, en la que el actual presidente pretendía convencernos de que a través de la LOAPA se podía llegar al Estado federal.Recuerdo que mi indignación me hacía dudar sobre si estaba ante un cínico o ante un ignorante, y hoy, cuando el Tribunal Constitucional ha dejado bien claro que la LOAPA es anticonstitucional en su prácticamente totalidad, precisamente por su carácter centralista incompatible con un Estado de las autonomías real, la pregunta me sigue obsesionando. ¿Está Felipe González en situación de tomar medidas contra quienes le indujeron al gigantesco error de los pactos autonómicos y contra quienes le han convencido a lo largo de casi dos años para actuar como si la LOAPA fuera la situación política a los problemas de las autonomías?
O, por el contrario, ¿Felipe González era plenamente consciente de que la LOAPA suponía movilizar la Constitución y el Estatuto y estaba de acuerdo con ese retroceso histórico, a fin de contentar a las fuerzas centralistas, que tanto en su partido como en los llamados poderes fácticos no terminan de tragar el derecho al autogobierno de las naciones del Estado español?
Cambio de estilo de legislar y gobernar
La respuesta a este interrogante es importante porque de ella va a depender en buena medida el futuro político de este país. Si el PSOE, si Felipe González, han aprendido la lección, se debe comenzar a ver sus frutos rápidamente, no sólo en cuanto se refiere a las transferencias, sino en cuanto al estilo de legislar y gobernar. Sin duda esto supone la eliminación de las esferas del poder de cuantos se han quemado en la defensa de la inconstitucional LOAPA: María Izquierdo, el ministro De la Quadra Salcedo, Damborenea, etcétera, pero es evidente que tales eliminaciones constituirían un signo de buena voluntad, absolutamente necesario para recomenzar el camino. Si, por el contrario, lo que ha pasado es fruto de un convencimiento del PSOE de que las autonomías deben ser meras unidades administrativas, la sentencia de la LOAPA no dejará de ser más que una victoria efímera, y nuevas leyes vendrán a alimentar la guerra de las autonomías.
Yo no quiero ser agorero, pero es obvio que la segunda posibilidad significará, más pronto o más tarde, la ruptura del actual equilibrio político y la vuelta hacia una situación de fronda permanente entre los vascos y los españoles. En todo caso, será el PSOE quien tenga la responsabilidad de esa degradación, pues es él quien tiene la ocasión histórica para enderezar, el actual rumbo, amparándose en la sentencia del Tribunal Constitucional.
Para Felipe González, que hizo un discurso en Anoeta perfectamente lúcido sobre la forma de sacar del atolladero actual al problema vasco y que inició su presidencia con una llamada a la ética y a la responsabilidad, la cuestión se presenta crudamente. ¡Que cada palo aguante su vela!
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