Antonio Mairena, maestro del cante flamenco, falleció ayer en Sevilla de un ataque al corazón

Antonio Cruz García, de 74 años, conocido en el mundo del flamenco por Antonio Mairena, falleció, ayer hacia las siete de la tarde, en la Residencia Vírgen del Rocío de la Seguridad Social, de Sevilla, víctima de un ataque al corazón. Mairena, que sufría una crisis cardiaca desde hace varios años, tuvo una recaída mientras se encontraba en su casita sevillana, a la vera de la cárcel. El cadáver fue trasladado a su pueblo natal, Mairena del Alcor (Sevilla), donde, desde las once de la noche de ayer, fue expuesto en el Ayuntamiento aunque en un principio se pensó en la capilla del Cristo de la Cárcel a cuya hermandad pertenecía. Junto al féretro permanecen sus hermanos Curro y Dolores. Hoy, a las 19.00 horas, tendrá lugar el entierro, previo funeral.
Antonio Mairena, considerado el más grande cantaor de todos los tiempos, falleció ayer en Sevilla víctima de un ataque al corazón. Prácticamente alejado de su profesión, desde 1974, debido a la enfermedad que le ha llevado a la tumba, recibió, en 1979, el homenaje de sus paisanos y de todo el mundo flamenco al medio siglo que había dedicado a dignificar el cante. Un busto en bronce y una placa colocada en la puerta de: la casa donde nació hace 74 años, en Mairena del Alcor, define ya para siempre a "el artífice genial del más puro cante jondo".El pasado fin de semana debería haber acudido al Festival de Cante Jondo de Mairena. Recién dado de alta de su dolencia cardiaca, Antonio Cruz García faltó por una vez al encuentro con su fiel público que, desde 1962, acudía a este festival que lleva su nombre, cita obligada de buenos aficionados y aval perseguido por quienes han querido ser figuras del cante, el baile o el toque. En lugar de su persona, envió un mensaje, su último mensaje que, con el inevitable encabezamiento de dignísimas autoridades, agradecía a las 3.000 personas que llenaban el patio de la Academia de Mairena, su devoción reiterada y explicaba los motivos de su ausencia.
El público no pudo volverse este año a mirarle -sombrero festivo, pañuelo al cuello- cuando atravesaba los estrechos pasillos yendo / viniendo del bar, ni beneficiarse de las soleás y las bulerias que acostumbraba a hacer.
Miembro de una familia humilde de raza gitana su popularidad se inició en 1933, cantando saetas en la Semana Santa de Sevilla de aquel año. Era el mayor de una dinastía de cantaores formada por sus hermanos Curro, Juan (ya fallecido) y Manuel. En los años cincuenta actuó con los ballets flamencos de Teresa y Luisillo asi como el de Antonio. Sin embargo la mayor parte de su juventud la pasó trabajando para los señoritos. El propio cantaor lo recordaba así: "Las fiestas, los señoritos, entonces era lo único que había. Como yo no tenía otra cosa que vender que mi arte, que era lo que yo conocía, lo que había aprendido desde niño, pues acudía a las fiestas de los señoritos. Ese era el mundo que había, no había otro, y había que resignarse. Hoy, afortunadamente, en el toque y en el cante, y en el baile, hay un mundo amplísimo donde ganarse bien la vida. Aquellas eran unas fiestas, a mi modo de ver superfluas. Creo que no tenían razón de ser".
Pasaron los años y los intelectuales empezaron a descubrir el flamenco y los cantaores a firmar contratos con muchos ceros pero Mairena, en 1979, declararía "no me he hecho rico en absoluto. He podido ir viviendo, no tengo nada de sobra, y ahora que estoy enfermo me encuentro sin protección alguna, ni siguiera pertenezco a la Seguridad Social".
A Antonio Mairena se le concedió, la pasada primavera, la medalla de oro de Bellas Artes. Era la primera vez que el Ministerio de Cultura premiaba a un cantaor. Tres años atrás, el Ministerio de Trabajo le honró con la medalla al mérito en el Trabajo, que la Asociación Nacional Presencia Gitana había pedido para él. Con Mairena entró el flamenco en la universidad, en los ateneos e incluso en la iglesia.
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