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Volvió a los toros y triunfó Lucio Sandín, el novillero que perdió un ojo al cogerle un toro

Ayer, tres meses escasos después de su grave percance en Sevilla, reapareció en, Medina del Campo y cortó cuatro orejas

Lucio Sandín, el joven novillero madrileño que hace tres meses perdió un ojo al cornearle un toro en Sevilla, reapareció ayer y triunfó. En la plaza vallisoletana de Medina del Campo cortó las dos orejas de cada uno de sus novillos y salió por la puerta grande mientras un público entusiasta gritaba "¡torero, torero, torero!". Si se premiaran las prisas y el tesón por llegar a ser figura, este joven madrileño ya es gente importante en el toreo.

"Si he demostrad o algo es que sigo siendo el mismo torero de antes del percance, que valgo para seguir toreando", dijo Sandín después de matar a su segundo enemigo. "Volví tan pronto porque me daba rabia perder la temporada. Quise volver para alcanzar a los compañeros que seguían, toreando".Sus padres, que se sentaron en una barrera y a quienes brindó la muerte de su primer enemigo, estaban de acuerdo. "Era una alegría muy grande para nosotros", dijo su padre, Antolín. "Al chico le he visto inconmensurable, su segunda faena fue tremenda. Era una prueba de fuego, a ver si después de perder un ojo, podía con el toro.

Le he visto como siempre: tranquilo, sereno".

La madre de Lucio, Pilar, dijo que el triunfo representaba "muchísimo, aquí se jugaba muchísimo. Yo sabía que hijo tenía suficiente valor y entereza para ponerse delante, pero al faltarle el ojo yo tenía mucho miedo dé que él se acordara".

Un camino duro

Para saborear el triunfo, Lucio tuvo que recorrer un camino duro, y muy de prisa. Dos días después, de su cogida en Sevilla, dejó la clínica. Cinco días después de una segunda operación ya estaba en su casa. Seis semanas después del percance se puso delante de una vaquilla, y ayer -83 días después de quedar sin el ojo derecho- salió en hombros por la puerta gran de de una plaza de toros."La verdad es que nunca pensé en dejar de ser torero", dijo antes de la novillada de ayer. "Mi única preocupación era si físicamente sería posible torear, o si tendría que dejarlo". Sus padres no sólo no se resistían sino que le daban ánimos. "Si él vuelve, sabe lo que hace", dijo su madre.

Los médicos le dijeron que tardaría unos seis meses en reponerse -todo lo que se pueda reponer de una cornada así- y Sandín, de 19 años, reconoce que todavía no . se ha recuperado del todo. "He perdido algo de visión por el lado derecho", dijo, "y a veces calculo mal las distancias al escribir con un bolígrafo o coger un objeto".

Le queda otra operación quirúrgica de tipo más bien estético -en la que se injertará un trozo del labio inferior interior en la cavidad ocular para sujetar mejor el ojo de cristal-, pero afirma que no le molesta. Pero cuando se le conoce por primera vez, es preciso mirar con atención para distinguir el ojo postizo del verdadero.

Después de la cornada el torero inició un feroz programa de recuperación: footing, gimnasia, toreo de salón y -dos deportes especialmente útiles- frontón y tenis de mesa. Seis semanas después del percance, Sandín se puso delante de una vaquilla, en lo que tiene que ser un gesto de casta: el animalito pertenecía a la ganadería, de Baltasar Ibán, la misma, del toro que le sacó el ojo. Después torearía unas 30 vacas en el campo y mataría tres novillos y tres toros. Y ayer, en otro gesto que puede parecer hasta perverso, se vistió con el mismo traje salmón y oro de la desgracia.

No ha de extrañar tan desmedida afición: Lució asistía a largas corridas con su padre "desde que tenía un Chupete en la boca". A los 13 años, ingresó en la Escuela de Tauromaquia de Madrid, y luego vendrían 70 novilladas sin picadores y, en las últimas tres temporadas, casi 50 festejos con caballos.

"Iba bien esta temporada, había cortado tres orejas en mi primera actuación en Sevilla y salí por la puerta del Príncipe", dice Lucio "Si no fuera por el percance, estoy seguro que ocuparía el primer puesto entre los novilleros".

Ayer en Medina del Campo había nervios y emoción en la habitación del hotel donde se vistió de luces. Al viejo mozo de estoques se le temblaban las manos no pudo fijar bien la coleta del torero. Una cámara de televisión y siete fotógrafos retrataban cada gesto de Sandín, y un locutor de radio le siguió con el magnetófono hasta el cuarto de baño. El médico de Sandín, un reconocido experto en rehacer caras y ojos destrozados estaba nervioso ante la reaparición de su paciente y no paraba de elogiar la entrega y fuerza de voluntad de Sandín, que clasificó de únicas.

El más tranquilo de todos parecía ser el torero.

Casta torera

Luego en la plaza demostró su casta. Ante dos novillos de Juan Mari Pérez-Tabernero -muy justitos de presencia y fuerzas, cómo dos de cabeza y sin grandes problemas- Sandín toreó a gusto. Mientras su madre lloraba -primero de nervios y después de alegría- Lució dió una lección completa de buen toreo, y con su segundo, más suave y noble, la armó: pases largos y elegantes, templado y dominando la noble embestida; toreó sobre ambas manos con una elegancia, naturalidad y arte realmente asombrosos. Sonreía y estaba a gusto.Ahora , superada la prueba, los buenos aficionados quieren verle -y exigirle- con toros de más trapío. Como a una figura de verdad.

¿Es posible torear con un solo ojo? Lucio Sandín ha demostrado que sí. Que todo depende del ojo.

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