_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La neuropsiquiatría de zona, una verguenza nacional / y 2

En esta segunda parte del trabajo, los autores exponen más datos que les llevan a considerar que muchas de las actuales consultas de neuropsiquiatría de zona del Instituto Nacional de la Salud (Insalud) son un auténtico escándalo público y una vergüenza nacional, y se pronuncian por la urgente reforma de tales dispositivos en virtud de lo poco que ayudan y de lo mucho que, en ocasiones, pueden dañar a sus numerosísimos consultantes.

J

L. TIZÓN, J. M. DÍAZ y M. J. MARCOS

Exponíamos en la primera parte de este artículo cómo la mayoría de las consultas de neuropsiquiatría de zona del país han de atender entre 15 y 100 pacientes en dos horas y cómo el número de consultuntes en tales dispositivos se acercaba a menudo al 16% de la población, al menos en las zonas de alta inmigración del país. El resultado era una tremenda tendencia a la cronificación de los padecimientos de los usuarios. Esta cronifiocación de la consulta ha llevado, a lo largo de los años, a la situación que nosotros calificamos de escándalo público y vergüenza nacional

En términos generales, este tipo de consultas, a nuestro entender, está haciendo una aportación de cisiva para que el índice de consu mo de psicofármacos en nuestro país abarque ya a cerca de 30 de cada 100 personas. Y el problema, visto desde ellas, es aún peor: sólo en tales dispositivos, si se dispone de un mínimo de posibilidades, es posible apreciar la gravedad cualitativa y cuantitativa del consumo habitual de analgésicos, ansiolíticos, hipnóticos y anticonvulsivantes, (es decir, fármacos para los dolores, para calmar la ansiedad, para inducir el sueño y antiepilépticos). Según nuestra experiencia, sufre o sufrió algún tipo de proble ma adictivo con esas drogas legales entre el 30% y el 5,0% de los con sultántes (según la zona).

El asunto es de auténtica urgencia social en el caso del consumo de anticonvulsivantes. Tales drogas, que, según la investigación neurológica, sólo han de ser usadas en el caso de que existan crisis epilépticas, inducen en muchos casos adicciones y además, ocasionalmente, lesiones en la médula ósea, alteraciones en la dentición, alteraciones en el desarrollo psicomotor, etcétera. Sin embargo, son consumidas por miles de pacientes en cada consulta, el menos en las consultas del tipo de las estudiadas y descritas por nosotros. Los dos primeros años desde la limitación de visitas nos hemos encontrado con preocupantes cifras de consumo de tales fármacos: entre el 20% y el 50% de los consultados consumen tales drogas, a menudo sin idicación clara para hacerlo (el número de casos de crisis epilépticas en esas mismas poblaciones no llega a cinco por mil). Más grave todavía: de cada 100 niños que acuden a estas consultas, también 80 consumen tales fármacos, lo que significa centenares de niños al año.

Y podríamos seguir: podríamos hablar, por ejemplo, de los miles de exploraciones innecesarias (radiografías, análisis de sangre, electroencefalogramas, TAC cerebrales, etcétera) que se realizan en tales consultas, con el despilfarro económico y sanitario subsecuente (mayor aún si cabe para la sanidad pública, ya que en muchos casos tales exploraciones no se realizan en las propias instalaciones del Insalud, sino en instituciones privadas concertadas). Según las primeras investigaciones realizadas, ese despilfarro antisanitario llega a ser al menos de 12 millones de pesetas al año... ¡por consulta! Es fácil comprender que si el profesional no tiene tiempo para, explorar, para hablar, para atender, quiera asegurarse mediante exploraciones complementarias o medicaciones aseguradoras.

Más de tres millones de pacientes

También podríamos hablar de otra serie de características de tales consultas, que indican el grado de deterioro, despilfarro y, en ocasiones, atentado sanitario contra la población que han llegado a ser en algunos casos (y en particular en las zonas industrializadas y de alta inmigración del Estado). Pero creemos que, después de lo anterior, no es estrictamente. necesario seguir, y el lector puede haberse hecho una idea al respecto.

La pregunta obligadia, pues, es la siguiente: ¿Y cómo esos 400 profesionales de todo el Estado -440, según cifras oficiales- no se han decidido a cambiar esa situación o, cuando menos, a denunciarla públicamente? La respuesta es sumamente compleja y no tenemos aquí espacio para intentar desarrollarla, por lo que únicamente querríamos responder con otra pregunta, si no justificativa, sí al menos parcialmente exculpatoria de tal colectivo profesional. Ya hemos descrito por encima cuán difícil fue para algunos de tales profesionales comenzar la experiencia de racionalización mínima de tales consultas, a pesar deque en algún caso se recibió el apoya de nuestros directores de ambulatorio, y a pesar del apoyo mutuo que nos prestamos.

Pero, ¿cómo se puede pedir que hagan eso mismo a todos los profesionales de tales consultas, los cuales a menudo trabajan totalmente aislados en tales plazas y, lo que es peor, con interinidades en las mismas durante meses, años, decenios incluso? ¿Cómo pedirle a alguien que arriesgue la tranquilidad de su sala de espera, de su consulta, que arriesgue incluso su integridad física en tales condiciones? Además, hay que tener en cuenta que muchas de estas dificultades son parecidas a las de gran parte de las consultas de los ambulatorios de tales zonas del Estado y, al menos hasta el momento, siguen siendo soportadas por la mayoría del pueblo español y por sus representantes.

La consecuencia es esa sensación de desmoralización, de desapego, que lleva al equipo sanitario y a los consultantes de tales dispositivos a un tipo de relación en la que se espera maltratar, inaltratarse y/o ser maltratado. Todos contra todos. Y todos, tal vez, contra la salud (mental) de la población.

Esa es la situación de un número indeterminado de equipos de neuropsiquiatría de zona de el país, de entre los 400 0 440 existentes. Desde luego que no todas las consultas de este tipo padecen tal situación de masificación y cronificación consecutiva, pero nos atreveríamos a cedir que sí la mayoría.

¿Y la traducción social de tal situacíón? Por supuesto que no se dispone de cifras oficiales, pero sí de algunas investigaciones pioneras al respectó. Según tales investigaciones, entre los 3.076.000 pacientes psiquiátricos miedicalizados (y presumiblemente cronificados) en la mayoría de las actuales consultas de medicina de cabecera del Insalud -cuya situación asistencial es ya más conocida- y los cronificados en las consultas de neuropsiquiatría de zona, numerosas veces coincidentes con los anteriores, al menos entre tres y cuatró millones de españoles están padeciendo esta situación. Pensemos que tales españoles son además madres, padres, hijos, abuelos, trabajadores en contacto con el, público, etcétera... Y que un trastorno psiquiátrico implica siempre trastornos en las relaciones interpersonales. ¿Cuántos españoles en realidad están sufriendo y soportando tal situación de (in) asistencia y maltrato?

Creemos que, ante los resultados de las investigaciones en curso, muchos otros problemas, incluso no sanitarios, incluso directamente políticos o pertenecientes a otros capítulos presupuestarios, quedan pequeños ante esta auténtica vergüenza nacional. Por eso nos hemos decidido a intentar que estos detos sean, ampliamente conocidos.

Creemos que con ello hacemos una aportación -pequeña, pero necesaria- al replanteamiento de tales situaciones, que nosotros estimamos como sumamente urgente.

J. L Tizón, J. M. Díaz y M. J. Marcos son neuropsiquiatras de zona del Instituto Nacional de la Salud (Insalud).

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_