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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Divertida falla valenciana

Desde que realizara La portentosa vida del padre Vicent y, sobre todo, Con el culo el aire, el joven director Carles Mira se ha propuesto una aguda crítica del barroquismo valenciano, de su mitología, de su anacronismo, aunque en ningún otro caso ha logrado ese objetivo con tanta fuerza como en esta película. En Que nos quiten lo bailao la sátira se abre a un lenguaje popular -populachero, incluso-, en el que nada ni nadie queda ajeno al reto.El eterno enfrentamiento entre moros y cristianos deja de ser un festín folklórico para transformarse en la caricatura de cualquier tradición que se vanaglorie de su oscurantismo. Los marqueses de Mocorroño, padres de la inocente y feísima Isabelita, aquí los representantes de las fuerzas que vencieron, y aun vencen, sobre la sensual propuesta del sultán Al Parrús, y éste es, a su vez, con buen humor e inteligente procacidad, el fundador de un mundo que vive del placer diario y al que, en todo caso, nadie podrá quitarle lo bailao.

Que nos quiten lo bailao

Guión y dirección: Carles Mira. Fotografía: Javier Aguirresarobe. Música: Enric Murillo. Intérpretes: Guillermo Montesinos, Joan Monleón, Celia Zaragoza, Amando Bertrán, Enric Benavent. Comedia. Española, 1983.Locales de estreno: Azul, Minicine.

Caries Mira ha filmado un musical al estilo de las comedias de revista, no lejanas a la estética del teatro ambulante de Manolita Chen. Los coros de odaliscas, de eunucos, de moros y de bárbaros y de culos en sorteo salpican la acción de forma que la carcajada surja en cualquier esquina, en el momento más imprevisto: él es capaz de reírse de cuanto le enseñaron en sus años mozos y sigue siendo materia de enseñanza Para los pobres niños reprimidos de ahora. Tan pronto sitúa la sintonía de Radio Nacional de España como himno de los marqueses de Mocorroño como contempla la seducción del infeliz fray Jacinto por los encantos eróticos del ambivalente Alkanfor. Su filme es, pues, un fresco irrespetuoso, que nos devuelve aquella vieja necesidad de no dejar títere con cabeza, tan olvidada en los nuevos tiempos.

Que nos quiten lo bailao está realizada con pocos medios, pero no es algo que pese en la calidad final de la película. No afecta a la espléndida fotografía de Aguirresarobe ni a la partitura musical; tampoco disminuye el valor fotogénico de los actores naturales que interpretan la mayoría de los personajes protagonistas. El actor profesional Joan Monleón, habitual en el cine de Mira, da cuerpo a un enloquecido árabe que danza con frenesí y conduce la risa por los caminos de la farsa: una interpretación inteligente y divertida, acompañada con eficacia por Guillermo Montesinos.

Atracción por lo hortera

Pero no es en uno u otro aspecto del filme donde se concretan sus aciertos, sino en la idea motriz que los conduce a todos, precisamente la que ha irritado a algunas zonas de la crítica cinematográfica de Valencia. La opción respecto a Que nos quiten lo bailao puede tomarse antes de ver el filme: quien no guste de la mordacidad, de una cierta atracción por la estética hortera o por un divertido mal gusto, de la caricatura sin sutilezas o de la risa por cuanto pueda considarse respetable, difícilmente gozará del excelente y vivo humor de Carles Mira.En el fondo, esta película hereda la estética que Luis García Berlanga ha propuesto en algunas de sus obras más recientes. El tono bufo, tan peligroso cuando no se le coordina con rigor, despierta, al menos, esporádicamente, una perspectiva crítica que difícilmente se logra con el naturalismo. El valencianismo de Berlanga tiene en Caries Mira un inteligente prolongador, más agresivo aún si cabe.

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