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El asaltante del consulado de España en Los Angeles terminó entregandose a la policía

El español que, armado con un revólver, retuvo durante 10 horas como rehenes a cuatro miembros del consulado de España en Los Ángeles, se entregó ayer a la policía norteamericana, que le engañó haciéndole creer que su mujer y sus dos hijos habían salido en avión hacia Puerto Rico. Esta fue la única condición que había puesto el asaltante para poner rm a la ocupación del consulado durante cerca de diez horas.

La Embajada de España en Washington identificó al asaltante como Carlos Martínez, natural de Málaga.Según la policía, cuando Martínez se rindió a la policía estaba tranquilo y relajado. Los agentes norteamericanos que le detuvieron señalaron que el asaltante no había actuado por motivos políticos, sino "por causas que respondían a una situación personal".

Antes de rendirse, Carlos Martínez puso en libertad a los cuatro empleados del consulado: el cónsul general, Joaquín Muñoz del Castillo; la vicecónsul, Rosa Bustamante, de origen argentino; José García Herráez empleado del consulado, y la se cretaria, Vivian Rosenfeld.

El asaltante se presentó en el consulado español a las dos de la tarde, hora local (las 23, hora de Madrid), armado con una pistola, y exigió tres billetes de avión con destino a Puerto Rico, para su mujer y sus dos hijos, y registrados a nombre de Diana Martínez, Gabriel Pimentel y Amalia Martínez. En ningún momento planteó ninguna petición para él ni manifestó la menor intención de querer abandonar Estados Unidos.

Tras largas horas de negociaciones con la policía, se acordó la concesión de los pasajes requeridos a cambio de la liberación de los rehenes una vez que el avión con destino a Puerto Rico despegase del aeropuerto. Un empleado del consulado, puesto en libertad previamente, fue encargado de telefonear desde el aeropuerto para testificar la salida del aparato.

La mujer y los dos hijos de Martínez embarcaron en el avión. Pero, con el fin de engañar al secuestrador, el aparato fue trasladado al final de una pista y ocultado tras un hangar. Existía el temor de que Carlos Martínez contase con un cómplice en el aeropuerto de Los Ángeles.

Cuando el empleado del consulado telefonó con la noticia de la salida del avión, Martínez liberó a los rehenes y se entregó a la policía, Esta, entonces, hizo descender del aparato a los familiares del asaltante y detuvo a la mujer.

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