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Juan Pablo II afirma en el santuario mariano de Lourdes que los católicos y los no creyentes tienen muchas cosas en común

Juan Pablo Il aseguró ayer en el santuario mariano de Lourdes que los católicos tienen muchas cosas en común con los no creyentes, como "la dedicación leal a las mismas causas humanitarias, la preocupación por la justicia, por la fraternidad, por la paz, por el respeto a la dignidad humana...". El Papa polaco finalizó su visita de peregrino a Lourdes y fue despedido en el aeropuerto de Tarbes por el primer ministro francés, Pierre Mauroy. Toda la jornada se desarrolló en medio de extremadas medidas de seguridad, que llegaron a provocar un incidente entre la prensa gráfica y los servicios de orden.

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En su discurso de despedida a los peregrinos presentes en Lourdes, quizá la alocución más importante de la jornada de ayer, Juan Pablo II lanzó un mensaje de aliento a la Iglesia francesa, sumida en una profunda crisis de vocaciones y de pérdida de influencia social. "El Año Santo", dijo, "os invita a abrir vuestras puertas al Redentor. No imitéis las costumbres del mundo y, sobre todo, no perdáis el ánimo... Consolidad vuestra unidad en torno a los obispos... No temáis dar un testimonio humilde, aunque visible".Tras saludar "a quienes, sin ser católicos, comparten la fe cristiana, y con los que queremos proseguir activamente el camino hacia la unidad", se dirigió también a "los que no son creyentes", para volver a incidir en el tema de la libertad de conciencia de las "modernas persecuciones religiosas" planteada la noche anterior, pero en un tono quizá más acorde con la realidad francesa, donde las tradiciones laicas están largamente enraizadas.

"Con ellos", dijo refiriéndose a los no creyentes, "tenemos muchas cosas en común, la dedicación leal a las mismas causas humanitarias, la preocupación por la justicia, por la fraternidad, por la paz, por el respeto a la dignidad humana...". Hizo referencia a "esta tierra de Francia, singularmente empeñada en la lucha por la libertad y la dignidad humana", y dijo que la Iglesia "está convencida de que la chispa de la fe y de la santidad no puede brotar más que de un corazón libre... Se trata de sustraer al hombre a toda coacción tanto por parte de individuos como de grupos sociales o de cualquier poder humano, con el fin de que no se vea impedido a obrar según su conciencia".

Los momentos culminantes de la última jornada del Papa se dieron en la misa, por la mañana, en el espectacular encuentro con los jóvenes -a quienes pidió que no imitasen los "vicios de la sociedad"- y el mantenido con los enfermos, ambos por la tarde.

A la misa asistió una gran multitud en la pradera del santuario de Lourdes. Según fuentes eclesiásticas, había 300.000 personas. La policía, más prudente, evaluó una cifra de 200.000. En la homilía, el Papa hizo una exaltación de la Virgen y pidió a los fieles para que participen en el jubileo del Año Santo de la Redención y se preparen para celebrar el segundo milenario del nacimiento de Cristo.

Máxima seguridad

La presencia de los servicios de seguridad era más ostensible que en otros viajes papales. En torno al altar, antes de llegar a las barreras que lo separaban del público, había 500 policías de paisano. Durante el encuentro que sostuvo con los jóvenes, en la basílica subterránea de San Pío X, estaban presentes 150 agentes, también de paisano.

No sólo se notaba la presencia de un mayor control policial, sino además un nerviosismo más acentuado que en lajornada precedente. Esta situación fue probablemente la causa de un incidente con el reducido grupo de fotógrafos autorizados a seguir el acto, apartados con violencia por los servicios de orden policiales y del santuario al paso del Papa. Uno de ellos fue abofeteado por un agente, lo que provocó una tensa situación que acabó traduciéndose en un boicoteo del acto por parte de los informadores gráficos, que se retiraron de la basílica.

El momento más emotivo de todo el viaje fue el encuentro con los enfermos, con los tullidos, para quienes tuvo palabras de emocionado consuelo y aliento.

Finalizado el viaje, en un primer balance, se puede decir que una visita planteada oficialmente como religiosa, con carácter de peregrinación, fue derivada por la personalidad del Papa hacia un contenido pastoral, similar al de los otros grandes viajes de Juan Pablo II, hacia un contenido evangelizador de la sociedad contemporánea.

Prueba de ello fueron su entrevista con el presidente francés, Frangois Mitterrand, su alocución durante la procesión de las antorchas, en la que hizo una condena en términos inhabitualmente duros en él contra todos quienes hoy persiguen a los que practican la fe católica, y finalmente el mencionado discurso de despedida a los peregrinos.

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