Sir Georg Solti 'el restaurador'
Paralelamente a lo que sucede en el foso y en el escenario del Festspielhaus, los actuales festivales de Bayreuth (República Federal de Alemania) viven siempre dos acontecimientos importantes. El primero de ellos es la asamblea general de la Sociedad de Amigos del Festival de Bayreuth, que reúne a numerosos conocedores y con sus aportaciones monetarias -contribuye, con la República Federal, el Estado de Baviera, la ciudad de Bayreuth y otras instituciones, al sostenimiento de las -pese a los llenos- deficitarias finanzas del festival.El director general del festival, Wolfgang Wagner, de 64 años de edad y nieto del compositor, habla allí de dinero y se somete a las preguntas, normalmente educadas, de la verdadera clientela. Y digo normalmente educada porque en la reunión del Festival de 1976, cuando se estrenó la versión del Anillo de los Nibelungos comandada por P. Boulez y P. Chéreau, el dueño de la casa tuvo que oír cosas harto desagradables.
Esta vez la junta general se celebró el 27 de julio, después de la premiére con Los maestros cantores y las dos primeras veladas del nuevo Anillo dirigido en lo musical por sir Georg Solti y en lo escéñico por sir Peter Hall. Wolfgang Wagner apareció con el mejor humor y nada alteró su estado de ánimo. Las preguntas fueron comedidas y el informe no encontró oposición. W. Wagner justificó el elevado coste de la nueva puesta en escena -unos 100 millones de pesetaspor el refinamiento de la técnica empleada: la palma se la llevan en esta ocasión una piscina de 55 centímetros de altura con capacidad para 40 metros cúbicos de agua, donde nadan las Hijas del Rin, y la plataforma móvil, con una presión hidráulica de 120 atmósferas.
Todo ello supone un gran desarío al escenario del Festspielhaus, que carece de los medios técnicos de otros más modernos. W. Wagner anunció al final que para 1984 habrá que elevar moderadamente el precio de las localidades, y nadie protestó. Es decir, los amigos de Bayreuth han dado esta vez por buena la producción de la tetralogía.
Ópera y política
El otro acontecimiento es la conferencia de prensa que el equipo artístico convoca a finales de julio, cuando ya está avanzado el primer ciclo de representaciones. La conferencia de prensa suele animarse cuando en el programa figura una nueva escenografia, y lógicamente aún más cuando se trata de El anillo de los nibelungos. Este año la expectación -y también la tensión- había subido al máximo, pues ya se había podido constatar que Solti y Hall transitan, como anunciaron hace meses, caminos antípodas de los de Boulez y Chéreau.
Sir Georg Solti fue el protagonista absoluto del encuentro, un tanto turbulento, con los periodistas. Desde su indiscutible autoridad de primera batuta -una rareza en el Bayreuth de los últimos quince años- y desde la altura de sus 70 años de edad, Solti proclamó sin pelos en la lengua: "No soporto ya oír y ver explicaciones políticas en la ópera. Hemos venido a Bayreuth para hacer un Anillo que no contenga otra cosa sino lo que el compositor ha escrito. Por una vez en mi vida he querido ver un Anillo romántico, naturalista, el Anillo de Wagner, no un Anillo de Marx". Parte de los periodistas congregados acogió con pitos y siseos lo dicho por Solti, quien a la pregunta de qué entendía él por romántico, contestó una vez más lapidariamente: "El intento de reflejar un cuadro musical en la escena". En pocas palabras, sir Georg Solti acababa de autorreconocerse como el restaurador no sólo del Anillo wagneriano, sino, sobre todo, del principio o fundamento musical de la ópera- en general.
El público que presenció el primer ciclo del Anillo acogió también con división de opiniones los resultados prácticos de "intentar reflejar cuadros musicales en la escena". Pero la expectación continúa y son cientos de personas las que, con anuncios en la prensa local o merodeando por los alrededores de la exhausta taquilla del Festspielhaus, buscan al precio que sea una localidad para el segundo cielo.
Mientras las huestes de Solti se aprestan a la segunda confrontación, abajo, detrás de Walinfried, la casa hoy convertida en Museo y Archivo Nacional, la tumba de Richard Wagner, recibe todos los días el homenaje de flores, coronas y crespones que le dedican los wagnerianos del mundo "con amor y gratitud". Arriba, la vida, la obra y la polémica contingente. Aquí, en este lugar de reposo, la paz personal del hombre que cien años después continúa provocando tantas y tan contradictorias interpretaciones.
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