La familia, mal, gracias
Hay una mitología de la película grande, de la película larga y cara, que vence comercialmente en el tiempo sobre el filme modesto, aunque éste sea más inteligente y renovador. Un abundante presupuesto, del que se destina buena parte a la publicidad, condiciona muchas veces la entronización como película grande de cualquier buen producto de Hollywood. El padrino, que Ford Coppóla dirigió en 1972, es una película típica de este enunciado: por su temática o su factura llegó á influir en otros títulos, que se precipitaron a acercarse al mundo interno de la Mafia, con mayor o menor fortuna.Se dijo muchas veces que el rodaje de El padrino había sufrido grandes presiones de los auténticos maflosos de Estados Unidos, preocupados por la imagen que pudiera darse de sus primeras proezas en el país. Al parecer, los autores del filme aceptaron sus condiciones y rebajaron tanto la denuncia que El padrino podía contener que no pasó de ser la crónica amable ribeteada de tragedia de un clan familiar que, entre otras cosas, gana su vida con el juego, la prostitución y el crimen. Sin contactos con la policía o los gobernantes, sin vínculos con los clanes aún vigentes en Italia, como nacidos espontáneamente de la tierra, los Corleone que El padrino presenta no pueden, ni remotamente, sintetizar el mec anismo de la trama maflosa, su historia o su futuro.
El padrino
Dirección: Francis Ford Coppola. Guión: Ford Coppola y Mario Puzo, sobre la novela de este último. Fotografía: Gordon Willis. Música: Nino Rota. Intérpretes: Marlón Brando, Al Pacino, James Caan, Richard Castellano, Robert Duvall, Richard Conte, Diane Keaton. Drama y aventuras. Norteamericana, 1972. Locales: Gran Vía y El Españolito.
Éste fue el criterio de un amplio número de críticos del mundo cuando El padrino se lanzó como película importante. Frente al clamor del público se dibujaron criterios negativos que situaban a El padrino como obra superficial, que daba más importancia a la vertiginosa sucesión de acontecimientos que a su significación política o social. Diez años después del estreno, aquellas opiniones permanecen vigentes, aunque haya que añadirles otras, esta vez positivas, que el tiempo transcurrido ha marcado más claramente.
La narración posee numerosos aciertos. La gran tradición del guión bien construido, del que Hollywood ha hecho constante gala, se hereda en este filme. Francis Ford Coppola, por su parte, también ha sabido mantener vivo el piso de su puesta en escena, siguiendo esa misma tradición: el resultado es el de una obra consistente que esporádicamente hace palpable el talento que Ford Coppola mostraría aún mejor en la segunda parte de la saga. El lento deterioro que la narrativa cinematográfica norteamericana viene sufriendo en los últimos años, permite considerar con mayor entusiasmo películas como ésta; una de las últimas en las que, al margen de su tratamiento epidérmico, mantenía vigente aquel buen hacer que tantos destrozos y placeres produjo. El excelente grupo de actores que componen el reparto no es ajeno a ese esbozo de sinceridad, capaz incluso de emocionar en determinados momentos.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.