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Las elecciones que hoy comienzan en Nigeria decidirán sobre la difícil continuidad del sistema democrático

Entre hoy y el 3 de septiembre, 50 millones de nigerianos son convocados a las urnas para decidir cual será la composición de su clase gobernante en los próximos cuatro años. En estas elecciones generales falta el entusiasmo de las de 1979, y además tienen lugar en medio de una grave crisis económica y que le ha supuesto al país ingresar este año sólo una tercera parte de lo que recibía en 1979.

Las elecciones a celebrar son generales, y por tanto incluyen a las Cámaras de Representantes y Senados de cada Estado y también de la Federación, así como la elección directa de los gobernadores de cada Estado y del presidente de la República. Los nigerianos se dotaron en 1978 de una Constitución que inauguraba un régimen presidencialista, entendiendo que el carácter parlamentario de la primera República (1963-1966) facilitó el crecimiento de las tensiones que condujeron al estallido de la guerra civil de Biafra.El proceso se parece más al norteamericano que al europeo, en el sentido de que no están en juego grandes opciones políticas o ideológicas, sino que en esencia compiten personalidades sin excesivas diferencias en el terreno ideológico.

A primera vista parecería incluso que la principal diferencia entre los candidatos está en su origen étnico o tribal. Así, el fallecido Aminu Mohamed Kano representaría a una porción de los habitantes del norte, mayoritarios en el país; Alhaji Shehu Shagari representaría a otra porción de norteños; Benjamín Nnamdi Azikiwe sería el candidato ibo (biafreño), y el jefe Obafemi Awolowo sería el líder yoruba. Sin embargo esta visión sólo es parcialmente válida. En primer lugar porque la etnia hausa, la más importante del país, no está representada, puesto que tanto Shagari como el fallecido Aminu Kano son fulani.

El equilibrio étnico

Pero, además, los redactores de la Constitución de 1978 tuvieron un exquisito cuidado en evitar cualquier mecanismo que pudiera conducir a la dominación de una etnia sobre otra. Así, sólo son legalizados los partidos de base nacional y no étnica. Y el candidato presidencia¡, para lograr una proclamación automática, ha de contar en la primera vuelta con un mínimo del 25% de votos en al menos dos tercios de los 19 Estados de la Federación, lo que implica una implantación nacional considerable. Esta regla causó graves problemas al actual presidente Shagarí cuando fue elegido en 1979, ya que sólo obtuvo el 25% en 12 de los 19 Estados. Para ser proclamado necesitó una sentencia del Tribunal Supremo, en la que se establecía que el precepto constitucional había de entenderse como afectando a 12 y dos tercios de los Estados, lo que significaba que valía la obtención de un 16% en el Estado 13º.

En las elecciones que se van a celebrar ahora, y en virtud del fallecimiento de Aminu Kano, se espera que Alhaji Shehu Shagari obtenga ese mínimo de votación, y también que sea el candidato que más votos obtenga. De lo contrario, esto es, si no obtiene el 25% en 12 y dos tercios de los Estados o no es el candidato más votado y ningún candidato obtiene esos resultados, la elección final corresponderá a un amplio colegio electoral.

Awolowo (de 74 años) y Azikiwe (de 78), constituyeron en la pasada legislatura una alianza de fuerzas progresistas, aunque no es sencillo separar a los políticos nigerianos entre progresistas y conservadores. Por lo demás, ambos pueden ser considerados como padres del nacionalismo nigeriano. Nnamdi Azikiwe fue primer presidente de la República y, pese a su apoyo a la secesión biafreña (él es ibo), fue también el arquitecto de la a todas luces modélica reconciliación nacional que siguió a ésta.

El actual presidente, Shehu Shagari, es a sus 58 años el más joven de los tres principales candidatos, y se estima que sólo podría perder su puesto a manos del jefe Awolowo. Shagari cuenta en su contra con el desgaste de cuatro años de mandato. Es también el artífice de la progresiva alineación de Nigeria con algunos de los aspectos de la política africana de Washington, alejándose de la independencia y protagonismo de la última etapa militar (1975-1979).

Nigeria, además de población y recursos naturales, dispone de la sociedad más compleja y educada del continente, lo que, sumado a una clara vocación de liderazgo, da un resultado inevitable: ha de convertirse a medio o largo plazo en una gran potencia.

Repliegue nacional

Hay una especie de destino manifiesto de liderar el continente negro en Nigeria, y así es visto tanto por los nigerianos como por los extranjeros, africanos o no. Dentro del continente, Nigeria es considerado como el líder que encabeza necesariamente la lucha contra los restos de colonialismo que aún quedan en África (Suráfrica, Namibia), y la veracidad de esa esperanza quedó plasmada por la decidida actuación nigeriana en las cuestiones de Angola y Zimbabue. A nadie se le oculta que fue Nigeria el artífice de la consolidación política y diplomática del régimen del MPLA (Movimiento Popular de Liberación de Angola), enfrentándose en aquella ocasión de modo frontal con los intereses norteamericanos. Fuera del continente es Estados Unidos el país que más importancia ha conferido a Nigeria.

Muchos nigerianos, quizá ignorantes de las servidumbres que comporta la aguda crisis económica, desearían ver a su país jugar el papel que desempeñó durante el régimen militar de los míticos Murtala Mohamed y Obasanjo entre 1975 y 1979. De ahí deriva quizá el descontento popular con la gestión del régimen civil y, según algunos analistas, el creciente papel que habrá de jugar el ejército en el futuro de Nigeria. El fantasma del radicalismo militar, presente en Ghana y resucitado en Alto Volta, también se siente en Nigeria.

Bajó el petróleo, llegó la crisis

Cuando Nigeria elaboró su plan de desarrollo para 1981-1985 calculó que continuaría exportando alrededor de 1,9 millones de barriles de petróleo diarios, a un precio de 36 dólares el barril.La previsión parecía muy razonable, teniendo en cuenta que en aquellos momentos estaba exportando más de 2 millones de barriles diarios y a un precio de 40 dólares el barril. Sin embargo, en agosto de 1981 la exportación se había reducido a unos 600.000 barriles diarios.

Una serie de medidas de las autoridades de Lagos permitió que para diciembre del mismo año se exportaran 1,7 millones, vendidos a 36 dólares. Sin embargo, el Reino Unido bajó el precio de su petróleo, similar al nigeriano en calidad, y para marzo de 1982 Nigeria sólo exportaba algo más de medio millón de barriles diarios. Sus reservas exteriores se estaban agotando y el Gobierno se vio forzado a restringir drásticamente sus importaciones a finales de marzo de 1982.

Pero un año más tarde la situación no había mejorado: Nigeria recibía por su petróleo solamente el 15%. de lo que había ingresado en 1980.

De este modo, cuando a comienzos de 1983 el Reino Unido y Noruega rebajaron de nuevo el precio de su petróleo, Nigeria se vio obligada a imitarles, rompiendo incluso la disciplina de la OPEP.

Pero la dependencia del petróleo no debe hacer pensar que Nigeria es un emirato del golfo, rico en la bonanza del oro negro pero un desierto una vez pase. Nigeria es el noveno Estado más poblado del mundo (con 85 millones de habitantes) y la primera potencia del continente africano, tanto en población como en renta.

Su producto nacional bruto es superior al de la rica Suráfrica y su población dobla a la de Egipto, el segundo país de África en esta rúbrica.

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