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Conquistar y controlar un mercado

"Hay que estar atentos para que lo que se vende en psicoanálisis como la liebre del progreso de la teoría no signifique la compra del gato que altera y falsea las propias bases de la teoría freudiana", advierte la autora del artículo, que considera exclusivista a la Asociación Psicoanalítica Internacional.

En un artículo publicado el domingo pasado en este periódico (Los problemas del psicoanálisis), cuyo mayor mérito es la claridad con la que su autor, Adam Limentani, afirma lo que otros callan sutilmente, el presidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional (API) pone de manifiesto la política de esa institución de excluir y proscribir como ilegítimo todo lo que no controla o escapa a sus estructuras altamente jerarquizadas.Con verdadero espíritu inquisitorial, el artículo defiende una exclusividad que convierte en infieles portadores de una "amenaza" (todos los términos o párrafos entrecomillados son citas de Limentani) a todos los que no pertenecen a la API. Es notorio en el trabajo el apremio en la defensa de un estamento, de un sector profesional, sobre todo en lo referido a la formación de analistas, frente a otro sector que es presentado -como "imitadores sin escrúpulos".

El único ejemplo de estos imitadores que ofrece Limentani es la école freudienne y sus seguidores. La razón no resulta muy oscura, ya que J. Lacan -fundador de esa escuela-, en su radical cuestionaíniento acerca de lo que hacemos en un psicoanálisis, supo señalar el desvío por el cual el análisis didáctico se vio transformado en requisito para una carrera burocrática.

Para Freud, el psicoanálisis didáctico era la oportunidad de que el propio analista, en su carácter de analizante, experimentara cómo opera el inconsciente. Era una clase de experiencia que no podía suplirse con el estudio, por muy concienzudo que fuese, de la teoría. En la versión de requisito para una carrera, el didáctico entra en una contradicción fundamental: para que el psicoanálisis sea tal es necesario que el analizando pueda decirlo todo (es lo que se conoce en la teoría como asociación libre); nada debe limitarle, ni la consideración de que lo que se le ha ocurrido es una tontería ni que le parezca ofensivo para el analista ni cualquier otra limitación.

Pero si sil carrera, la promoción, el prestigio y hasta el trabajo dependen del psicoanálisis en el que está situado como paciente, ¿podrá el candidato decir todo lo que se le ocurra o será mayor la presión hacia la normalidad?

Lacan se ocupó de estas cuestiónes en múltiples ocasiones, y de este trabajo resultaron conceptos tales -entre otros- como el de deseo del analista e institución del pase, pero además enfatizó que los didactos son sólo una categoría institucional y que en cualquier análisis -obviamente, bien realizado- se puede experimentar cómo funciona el inconsciente.

Esto, que parece una verdad de Perogrullo, atenta, sin embargo, contra los privilegios de los didactos (se trata de una elite reducida que absorbe una demanda "cautiva" de psicoanálisis) y por lo mismo debía ser censurado. Esa censura fue la condición que la API requirió en su momento a la sociedad psicoanalítica a la que Lacan pertenecía para admitir su afiliación internacional; debía comprometerse además a que nunca su enseñanza podría ser reconocida para la formación de analistas.

Influencia de Freud

Sin embargo, Limentani reconoce que "su influencia -bajo el lema de la vuelta a Freud- se deja sentir todavía en algunas sociedades componentes de la API". ¿En qué consiste esta peligrosa influencia?

Citaremos a continuación extractos del informe del comité central a las comisiones de la API, que se dieron a conocer públicamente sólo en parte, sobre el caso Lacan; este problema concierne también a sus alumnos. Los tiene en gran número ( ... ). Actitud del grupo respecto a Freud: lo estudian muy de cerca, especialmente sus primeros trabajos ( ... ). Estudios obsesivos: trabajo de amanuense de la Edad Media, sin duda para demostrarse freudianos: disputa de legitimidad (A. Hesnard, De Freud a Lacan, Editorial Martínez Roca, Barcelona, 1976).

¿Cuál es el peligro?, ¿que vuelvan a leer a Freud?, ¿que sean muchos los seguidores? No se esgrime ninguna razón teórica o de la práctica que justifique la "amenaza que obliga a estar alerta". Vuelve a aparecer entonces la preocupación por cómo mantener el control de quienes han de ser reconocidos como psicoanalistas: "La causa más seria de tensiones procede del eterno problema de quién debe pertenecer a ella". ¿Por qué es ésa la causa de las mayores tensiones? ¿Por qué es un problema eterno? ¿Será un problema imposible de resolver porque está en la esencia de la API defender "la posición de fortaleza y privilegio" de sus asociados y, en su interior, las jerarquías establecidas?

La preocupación por el control de la formación de los psicoanalistas es sustentada por A. Limentani sobre la necesidad de asegurar una "formación tan rigurosa como la de quienes practican las diversas especialidades médicas". La primera objeción a esta postura es que conocemos otras situaciones -bien cercanas en la experiencia española- de estamentos o categorías profesionales que pretenden hacer pasar sus particulares conveniencias sectoriales por el bien de la sociedad entera.

Asimismo, la comparación con las especialidades médicas se vincula a una cuestión importante y antigua: ¿deben ser médicos quienes realizan un psicoanálisis? La respuesta varía según los lugares, pero los norteamericanos sí presionaron y consiguieron que en su territorio fuera un requisito imprescindible. Freud, en cambio, fue taxativo al respecto: defendió la legitimidad de un psicoanálisis laico y distinguió con toda claridad ambas disciplinas -el psicoanálisis y la medicina-, considerando que hacer previamente una carrera médica era un rodeo innecesario e infructuoso.

Otro argumento que aparenta fundamentar la pretensión de la exclusividad del ejercicio del psicoanálisis para los miembros de las distintas asociaciones componentes de la API es la oposición entre los otros ("los formados fuera de nuestras instituciones reconocidas", los "imitadores" que "amenazan"), a quienes se atribuyen posiciones ideológicas, o la responsabilidad de hacer retornar la filosofía y la antropología (sic) al psicoanálisis y los miembros de la asociación, poseedores de la cientificidad. No es posible, por razones de espacio, extenderse en la discusión pormenorizada de esta concepción de lo científico, pero al menos señalaré que algunos de los desarrollos actuales del psicoanálisis de la API son deudores de la teoría del aprendizaje, del conductismo o de otras variantes que han provocado la distorsión de los fundamentos mismos del psicoanálisis en una degradación hacia nociones netamente retrógradas y prefreudianas.

Ortodoxia

Entiéndase bien que no se trata de defender ninguna ortodoxia inmodificable: al contrario, la pretensión es hacer del psicoanálisis un interlocutor permanente de los distintos desarrollos culturales de nuestro tiempo. Posición que se diferencia de la de Limentani, que primero previene contra la introducción de otras disciplinas, en una actitud de soberbia segregativa, para terminar enviando al futuro la posible relación del psicoanálisis con otras ciencias.

De lo que se trata es de estar atentos para que lo que se vende como la liebre del progreso de la teoría no signifique la compra del gato de conceptos que adulteran y falsean las propias bases de la teoría freudiana y, por lo mismo, reniegan de su novedad radical para caer en nociones preconceptuales.

A título de ejemplo mencionaremos el uso de la noción de instinto o necesidad por el concepto de pulsión, o la noción de frustración en vez del concepto de génesis del objeto y los otros conceptos freudianos de los que deriva. O, en otro tipo de ejemplo, la omnipresencia de la noción de progreso en la conducción de la cura, concebida como una adaptación progresiva a la realidad, en el psiquismo adulto, concebido como resultado de una génesis en que todo suceso debe contribuir al progreso del conjunto y hasta en la propia lectura de los textos de Freud.

Pero, como queda dicho, se trata sólo de ejemplos que pueden servir para ilustrar lo que está en juego en esta discusión: que lo que puede aparecer como anécdotas y, en consecuencia, confundirse con mera política de instituciones, alcanza en verdad a la teoría y práctica del psicoanálisis, mostrando al mismo tiempo una cuestión de absoluta vigencia para la política cultural española.

es psicoanalista.

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