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La desaparicón de un gran artista

La obra literaria de un cineasta

"Hoy yo puedo tener alguna importancia como cineasta", decía en 1980 Luis Buñuel a Agustín Sánchez Vidal, "pero hubiera dado todo gustoso a cambio de poder ser escritor. Es lo que realmente me hubiera gustado ser. Porque el mundo del cine es muy agobiante, hace falta mucha gente para hacer una película. Y envidio al pintor o al escritor, que pueden trabajar aislados en su casa. Pero no valgo para escribir. Me repito. Lo que a un escritor le cuesta dos minutos, a mí me cuesta dos horas".Así pues, al final de su genial carrera, el gran cineasta aragonés confesaba al cuidadoso compilador de su Obra literaria (ediciones de El Heraldo de Aragón, Zaragoza, 1982) otro secreto oscuro de su deseo, el de los sueños que albergó en los primeros años de su vida artística, cuando convivía en Madrid, en la Residencia de Estudiantes, con García Lorca y Salvador Dalí. Sin embargo, el mayor enemigo del escritor Luis Buñuel -como dice Sánchez Vidal- ha sido el cineasta Luis Buñuel, que se ha fagocitado a sí mismo con su propio triunfo universal.

De hecho, Luis Buñuel existe poco como escritor, nunca llegó a elaborar una obra, a plasmar su genio en un libro, en un texto radicalmente total, como lo ha hecho en tantas películas. Pero ello no quiere decir que no exista en absoluto, que Buñuel haya pasado por nuestra historia literaria sin pena ni gloria. Por el contrario, los textos que de él nos han quedado, y que Agustín Sánchez Vidal recogió en su manera más completa el año pasado en la edición citada, constituyen las muestras más radicales del superrealismo español de los años veinte, que sin ellos quedaría incompleto.

Modelos de superrealismo

Algunos críticos intentan diferenciar lo que la Real Academia Española ha definido como superrealismo, esto es, la adaptación española o la utilización por parte de algunos grandes Poetas hispanos, como Aleixandre o Cernuda, de las técnicas radicales y subversivas empleadas por André Breton y los poetas del superrealismo francés. Si ello es cierto -no ha habido en la literatura española grandes ejemplos de escritura automática, por ejemplo-, no deja de serlo también que el calificativo de la Real Academia no llega a integrar fácilmente los textos de otros escritores más vanguardistas, más radicalmente subversivos de aquellos años, y habría que citar como modelos de superrealismo español propiamente dicho a Luis Buñuel y Juan Larrea.

El escritor Luis Buñuel es, por tanto, uno de los, dos máximos superrealistas españoles, fuera ya de toda definición académica. El niño Buñuel empezó leyendo novelas de aventuras de Sherlock Holmes, de Nick Carter y de Emilio Salgari, pero pronto se inclinó hacia lecturas más serias hacia los 15 años, como las de Nietzsche, Kropotkin, Spencer y Darwin, de los que pasó a Fabre, Freud, Engels y el marqués de Sade, antes de entrar en la obra de Ramón Gómez de la Serna y el movimiento superrealista francés, en el que ingresó, nada más llegado a París, tras su paso por la Residencia de Estudiantes madrileña.

Sus primeros trabajos se publicaron en las revistas vanguardistas de la época, como Ultra, Alfar y Horizonte, y fueron escritos entre 1922 y 1927. En los años siguientes otros textos suyos, más de crítica que de creación -a diferencia de los anteriores-, aparecieron en La Gaceta Literaria, escritos en Madrid y París. Después, ya en la capital francesa, publicó algún texto más en francés -en Cahiers d'Art y Le surrealisme au service de la revolution. Silencio del cual, sin embargo, se han exhumado últimamente importantes textos inéditos.

En los primeros escritos juveniles de Buñuel se respira sobre todo la influencia de Gómez de la Serna, y en los posteriores, la de los superrealistas franceses y el pensamiento anarquista. Un perro andaluz fue, antes de ser una película, el proyecto de un libro poético rebelde e iconoclasta, del que todavía se conservan 10 poemas. Luego habría que citar una pieza teatral corta, Hamlet, y mucho más tarde, algunos proyectos de guiones cinematográficos que son auténticos cuentos, como La duquesa de Alba y Goya y, sobre todo, el excepcional Ilegible, hijo de flauta, uno de los textos más revolucionarios y fascinantes de las letras españolas.

No hay una obra hecha sino fragmentos, textos, proyectos, cartas y esbozos, y es de esperar que las investigaciones continúen, sobre todo en el terreno de los testimonios y correspondencias. Pero la dispersa y fragmentaria obra escrita de Buñuel, sus peculiares y, explosivos textos están ahí, ayudan a la comprensión de su obra cinematográfica y constituyen documentos históricos de una evidente importancia cultural.

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