Caos en Líbano
PARECE QUE algunos combates en Líbano inducen a pensar que hay una nueva guerra civil. No sería, en ningún caso, nueva, sino la misma de siempre; no es civil, porque hay dos países extranjeros ocupando amplias zonas del país, y, en fin, no es exactamente una guerra, sino un caos en el que el mapa varía cada día y las posiciones se entrecruzan. Esta situación puede permanecer así durante años, y sus consecuencias, aparte de las de consumar la destrucción de una país que un día fue próspero, son las de hacer imposible cualquier solución de paz. Lo cual, bien leído, indica que la generalización de una nueva guerra en la zona es siempre posible. Philip Habib, mediador oficial de Estados Unidos, ha dimitido. Su jefe directo, Shultz, secretario de Estado, ha regresado a Washington con el fracaso en su portafolios. Y Reagan ha recibido al presidente de Líbano, Gemayel, en un intento personal de resolver la crisis: ha conseguido, en cambio, un enfurruñamiento de Beguin, que ahora pone dificultades para acudir personalmente a Washington.El plan israelí, más o menos impulsado o estimulado por Reagan, consistía en entrar en Líbano y "restaurar la soberanía" de ese país, poniendo a su cabeza al guerrillero cristiano Bachir Gemayel. Se sabe lo que pasó: Bachir fue asesinado y sustituido por su hermano Amin, el cual parece menos manejable o más realista en cuanto a sus posibilidades. Es decir, no seguiría exactamente las instrucciones de Beguin. Su deseo es que Líbano obtenga una independencia total, que no haya ninguna partición y que domine su propia defensa y su propia política interna y externa, para lo cual tendrían que retirarse los israelíes y también los sirios. No van a empezar ninguno de los dos. Una partición provisional consistiría en que el Ejército israelí se retirase hasta dominar una zona relativamente pequeña, y que los sirios hicieran otro tanto, mientras Gemayel gobernaría un gran fragmento central de Líbano, comprendiendo Beirut, la zona maronita y las montañas de Shouf -donde en estos momentos se desarrollan combates con los drusos-, pero nadie cree que pudiera realmente dominar esa zona con un ejército de 19.000 hombres. Israel teme, sobre todo, que llegara a ser dominada de nuevo por los palestinos. Pero por los palestinos a los que apoya Siria y mantienen la idea de la reconquista, no a los que encabeza Yasir Arafat y pretenden la negociación. Parte de Occidente apoya a Arafat, e Israel teme que este llegue a un acuerdo con el rey Hussein para la creación de una patria palestina limitada. A su vez, Hussein está indeciso: teme que una solución así le atrajera el furor sirio, la posibilidad de una guerra y hasta de la insurrección de los palestinos que hay en su territorio y de una parte de sus súbditos que piensan en una revolución.
En ningún caso Siria quiere retirar sus tropas. Y en ningún caso las quiere retirar Israel, en vista de que el plan original (crear un Líbano aparentemente independiente, pero realmente aliado) no está saliendo bien. La ocupación permanente es cara y peligrosa: su línea avanzada deja tras ella una retaguardia de musulmanes irredentos.
Una solución política podría comenzar si cambiase el Gobierno en Israel. No parece que vaya a ser así. Si, como se sabe, la opinión pública en Israel está muy dividida, y desde el principio de la aventura se han expresado grandes reservas acerca de su resultado final -proféticas-, el miedo sigue siendo un factor dominante. Estados Unidos, por su parte, apoya sin reservas a Beguin, aunque trate de hacerle ver que debe ser más flexible. Reagan no desea de ningún modo que las tropas israelíes se retiren del valle de la Bekaa, donde están frente a frente con las tropas sirias, y Estados Unidos ha hecho saber a Siria (conversación de Shultz con Assad) que no siga manteniendo la esperanza de que Israel pueda agotarse en este esfuerzo, porque, con Beguin o sin él, no habrá retirada mientras no comience Siria la suya.
La realidad más inmediata es que Líbano no tiene un verdadero Gobierno ni un verdadero territorio (por mucho que Gemayel visite a Reagan como jefe de Estado); que las tropas sirias no están dispuestas a moverse de donde están; que los palestinos están divididos entre radicales y negociadores (lo cual no es poco éxito para Beguin); que Hussein no se atreve a hacer ningún movimiento; que Beguin tiene una oposición creciente, pero que no va a mover a sus soldados; que hay dos ejércitos -israelíes y sirios- frente a frente, y que las luchas internas entre sectas, religiones, ejércitos y guerrillas son incesantes. La palabra caos es bastante exacta.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.