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Reportaje:

El tópico es verdad en Jalisco

Puerto Vallarta, punto de encuentro de la yet yanqui, es todavía un antiguo pueblo de pescadores de casas blancas y coloniales

Puerto Vallarta ha sido para tantos telespectadores ese lugar en la tierra donde atracaba el barco del amor de la inefable serie Vacaciones en el mar. Puerto Vallarta es hoy el punto de encuentro de la jet yanqui, un nuevo y más cercano Acapulco; también, un antiguo pueblo de pescadores cuidado hasta el máximo por sus habitantes, blanco, relimpio, con hermosas casas coloniales; una de las salidas al mar de ese gran Estado de Jalisco que conserva vivos los tópicos -charros y mariachis- que han lanzado al mundo entero la imagen de México

Al oeste de ese inmenso país que es México, en su franja central, se extiende Jalisco, el de la canción. Apenas quedan huellas de las grandes culturas precolombinas sino en sus gentes y costumbres, en las grandes comunidades, como las de los huicholes, que viven al margen del desarrollo y la crisis del petróleo. Estado gigante, está atravesado de Norte a Sur por la Sierra Madre occidental; dividido, pues, su interior del mar, casi incomunicado, ajeno casi por completo a un turismo que llega en exclusiva a los hoteles de Puerto Vallarta.

Guadalajara en un llano

La capital del Estado y la segunda ciudad del país se extiende horizontal, siguiendo al pie de la letra las indicaciones de la canción. Ancha, sin límites, es la más típicamente mexicana de las grandes poblaciones del país. A pesar de sus cuatro millones cumplidos de habitantes ha conservado un cierto aire provinciano, especialmente evidente en ese centro que gira alrededor del Mercado de la Libertad, gigantesco, en el que los brillantes anuncios de neón conviven con los tenderetes callejeros, los almacenes desbordantes de telas multicolores, los limpiabotas a la espera.A vista de pájaro, Guadalajara se continúa -plana, casi sin alturas- en barrios sucesivos de límites precisos. La zona residencial -toda en blanco y verde, grandes avenidas, aceras arboladas- va a dar a los barrios populares de calles estrechas y fachadas fosforescentes. Presidiéndolo todo, ordenando la trama urbana y la situación de sus habitantes, el gran conjunto colonial formado por las cuatro plazas en cruz que se abren en torno a la catedral y al Sagrario. La más hermosa de todas, la plaza de Armas, en la que se encuentra el palacio del Gobierno, un solemne edificio barroco y neoclásico que albergó durante un mes a Juárez siendo presidente. En su interior, el célebre mural de Orozco con el impresionante retrato de Miguel Hidalgo.

Pero, por encima de sus monumentos, Guadalajara es una ciudad viva, repleta de gentes que van y vienen, cargados hasta los topes sus autobuses, absolutamente activa en todos los acontecimientos históricos del país. Al caer la noche, parejas recién enamoradas, familias de hijos innumerables, grupos de todas las edades, se reúnen como en un rito en la plaza de los Mariachis.

En ningún lugar como aquí el folklore que conocemos a través de los escenarios se hace vivo, perfectamente nuevo y recién inventado. Las terrazas de bares y casas de comidas se llenan, y los mariachis ofrecen su canción. Los corridos se mezclan con los boleros y las quejas de amores se continúan de mesa en mesa, exigiendo la muerte para la mujer descastada.

Y aún más: en Guadalajara se puede asistir a charreadas de aficionados, sin absolutamente ningún turista, en todas las épocas del año. Y cuenta con un palenque -el pequeño ruedo de arena donde se enfrentan los dos gallos-, el único estable de todo México.

Una visita imprescindible: la basílica de Zapopan, a unos ocho kilómetros, el segundó centro de peregrinación del país, el primero de Jalisco. Bajo los pórticos de la fábrica del siglo XVII, cientos de indios pasan días enteros -cocinan, comen, duermen- haciendo compañía a una Virgen de la que esperan todos los milagros del mundo.

Una población alfarera: Tonalá, a unos 15 kilómetros. Prácticamente, todos sus habitantes están dedicados a esas piezas de barro tan pulidas que semejan piedra, pintadas en tonos ocres y con formas de animales, las más famosas quizá de todo México. Imposible volver sin comprar alguna a precios baratísimos. Junto a Tonalá, Santa Cruz de las Huertas, donde vive Candelario Medrano, autor, de esas obras fantásticas -iglesias repletas de gentes, coches voladores, caballos con rostro humano- conocidas en el mundo entero.

Una ciudad colonial: Tlaquepaque, a seis kilómetros. Hermosísima la calle de la Independencia, bordeada de magníficas mansiones. Es también un centro artesanal, de miniaturas de barro y vidrio soplado.

Una excursión campestre: la laguna de Chapala, a 51 kilómetros, rodeada de montañas y con interesantes poblaciones en sus orillas.

La costa

Separada del interior por la Sierra Madre, el camino por tierra, que pasa por Tequila, es largo y accidentado. Perfectamente tropical, exuberante, con lluvias torrenciales durante los meses de verano que no respetan paraguas. Su centro turístico indiscutible, que no el geográfico, es Puerto Vallarta, antiguo refugio de piratas, convertido hoy en un núcleo urbano de casas blancas, tejados rojos y calles empedradas, tan perfectamente conservado que parece recién hecho. En sus playas, hoteles y bares se da cita la jet de los americanos del Norte y parte de la de Europa. En el llamado Gringo Gulch se encuentran las residencias de Richard Burton y Elizabeth Taylor, que vivieron aquí aquella historia de amor con fondo de palmeras durante el rodaje de La noche de la iguana.Hacia el Sur, la costa se hace más inaccesible, más abrupta, abierta en calas prácticamente deshabitadas, todas hermosísimas. Tan sólo rocas y aguas limpísimas en la bahía de Chamela, Careyes, Tenacatita, Melaque; calas que aseguran la felicidad que sus nombres prometen.

Algunas indicaciones prácticas

Este año, México está, por fin, al alcance de la peseta. Hay viajes organizados que incluyen la visita a Guadalajara en sus itinerarios desde unas 150.000 pesetas por 15 días. Se pueden comprar billetes de tarifas especiales a buen precio en Politours, Nuevas Fronteras y Mundicolor.La comida mexicana incluye siempre el picante. No hay que asustarse: tiene la ventaja de prevenir las posibles infecciones intestinales. Se recomienda no beber agua sin purificar. La mejor comida, la de los mercados si no se es muy escrupuloso.

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