El prisionero Craxi
EL JEFE del Partido Socialista Italiano, Bettino Craxi, ha conseguido por fin, tras años de esfuerzo, el encargo de ocupar uno de los puestos más devaluados, difíciles y arriesgados del mundo: el de jefe del Gobierno en Italia. Si las consultas con los otros partidos resultan bien, si llega a un acuerdo en el regateo de carteras y en la elaboración de un proyecto de gobierno, saldrá adelante en la sesión de investidura del Parlamento y será el primer socialista que llegue a ese puesto desde que terminó la guerra. Un abismo se abrirá ante él.El puesto de primer ministro viene durando en Italia unos dos años y tres meses desde que terminó la guerra. En los últimos tiempos hay una especie de aceleración, y en los cuatro años que duró la legislatura anterior ha habido seis gobiernos: a razón de cuatro meses cada uno. El nuevo Parlamento que ha de votar la investidura de Craxi y sostenerle en el poder no es más gobernable que el anterior. Quizá lo sea menos. El partido socialista que le sustenta no ha tenido en las elecciones de junio más que el 11,4% de los votos. El partido republicano, que presidía en el momento de las elecciones anticipadas, salió mejor parado, y tenía la esperanza de que su dirigente, Spadolini, fuera encargado de nuevo, sobre todo, a la vista de la caída electoral de la Democracia Cristiana. Pero la Democracia Cristiana sigue siendo árbitro de la situación, a pesar de su descenso de votos y de escaños.
El partido socialista ha formado parte en varios gobiernos, unas veces sólo con la Democracia Cristiana y otras con coaliciones más amplias (los gobiernos pentapartido, de los cinco principales del Parlamento menos el comunista). En todos los casos ha sido un prisionero de la DC, y no parece que, a pesar de esta arrogancia actual, pueda ser otra cosa. En todo caso, va a aparecer como el responsable de algunas medidas impopulares. Parece el destino de los partidos socialistas en Europa del sur: tratar de salvar unas estructuras capitalistas que están en riesgo, pero sin otra alternativa posible, mediante medidas que las mismas estructuras capitalistas critican y que, al mismo tiempo, constriñen a realidades amargas a las clases asalariadas. Pero en Europa del sur (Francia, España, Grecia) los gobiernos socialistas tienen mayoría absoluta, y la responsabilidad les corresponde íntegramente -aunque nadie ignore cuáles son los condicionantes históricos, internacionales y de constitución actual de sociedad que les presionan más aún que un Parlamento difícil-, mientras que en Italia la condición de Craxi es de prisionero dentro de un Gobierno y un Parlamento en el que su partido es una minoría. A él le va a corresponder un plan de austeridad por el cual hay que suprimir al menos 20 trillones de liras: y él va a ser el jefe de Gobierno bajo el cual se instalen los misiles que corresponden a Italia en el reparto europeo; y, por lo tanto, el enfrentarse con los movimientos pacifistas y, lo que es peor, con las tendencias adversas dentro de su propio partido.
De forma que en estos momentos no se sabe bien si Craxi ha coronado la larga lucha por el poder o si ha sido la Democracia Cristiana la que le ha empujado sibilinamente hacia él, para dejarle la tarea impopular, el enfrentamiento con la izquierda, con los sindicatos y con las industrias.
Craxi ha aceptado el encargo de Pertini con reservas: es una fórmula habitual en la vida política, que reduce su compromiso hasta donde llegue en la elaboración de planes con su coalición. En este caso, es algo más que una formalidad. Necesita palpar el terreno, saber hasta dónde va a mandar por sí mismo o hasta dónde va a estar forzado por los demás. No tiene ni siquiera experiencia ministerial que le dé una base de conocimiento propio de cómo pasan las cosas, aunque su agudeza política es extraordinaria. Podría ocurrir que en los próximos días tuviera que renunciar al encargo, en cuyo caso surgiría de nuevo Spadolini. No es muy probable. Es mucho lo que ha trabajado, manipulado, abierta o subrepticiamente, para llegar al cargo; y tampoco es fácil que, si renuncia ahora, pueda tenerlo en el futuro en mejores condiciones. Salvo que las condiciones ajenas sean demasiado duras, y el miedo de su partido demasiado grande, Craxi se lanzará a la gran aventura.
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