José Luis Rodríguez, espuma de puma
José Luis Rodríguez El Puma.
Recital de canciones.Sala Windsor. Madrid, 13 de julio.
Desde el primer momento, a pesar de la orquesta con esmoquin, las tres señoritas (del castaño al platino) que hacían voces y la irrupción del propio cantante, también de gala y junto a un negro piano de cola, uno se olía un tufillo muy poco para nosotros. O quizá por ese mismo tono cándidamente puesto. Y es que, como se comprobó de inmediato, el show que hace dos noches inauguró en la sala Windsor de Madrid el venezolano José Luis Rodríguez El Puma está ideado y movido para un público americano. Para gente de los casi nos de Las Vegas, ingenuamente sofisticada y, cara al talante europeo, demasiado plana, demasiado elemental.Por ello no me extrañó que la primera canción, en inglés, New York, New York fuese un tema de Frank Sinatra. Se trataba de marcar, pausado y contenido, el rumbo. Claro que enseguida -y para singularizarse- vinieron los temas románticos, el amor que Rodríguez dirigía a las señoras como si les hablara de tú a tú. "Voy a perder la cabeza por tu amor", decía. Y una rubia, maquilladísima que había a mi lado, susurró a su amiga: "Me lo ha cantado, me lo ha cantado".
'Cuerpo con perfume dé abril'Puestos en ese trance convenía disertar, charlar un ratito sobre el amor, y ahí la elementalidad fue ya flagrante. El resultado, una canción titulada. Te quiero, que habla de un cuerpo con perfume de abril y del amante enredado en el pelo de la amada. Lo que podríamos llamar el punto ético fue, como es natural, el momento más bajo de la noche. Reflexiones y moralinas muy de andar por casa, con un poema recitado, en el tono del If de Kipling, pero menos denso "Eres un ente del universo -cacé al vuelo- y tienes derecho a estar aquí. Esfuérzate por ser feliz". Mi amigo Nando, que esperaba otra cosa, me dijo: "¿Pero esto es El Puma?". Hasta entonces, verdaderamente, ni había selva ni jaguares.
Tras un raudo entrar y salir de escena, José Luis Rodríguez cantó ráfagas españolas. Francamente no le salían. Y era patético (aunque quizá no para el público de Las Vegas) ver a las chicas del coro haciendo posturitas flamencas.Por fortuna el momento fue breve, y El Puma, a partir de ahí, y procurando hacer honor a su apodo, fue piropeado por las damas, que le tiraban claveles o se acercaban a la pista para que las besara.
Y es que volvió a cantar -y con más fuerza- temas amorosos. Lo más conocido de su repertorio: Un toque de locura, Culpable soy yo o esa invitación al carpe diem: "Atrévete, crucemos el Jordán / que la vida es sólo un soplo / y el amor se va". Delirios femeninos, mujeres quizá con problemas conyugales o con deseos de aventura y guerra.
La apoteosis: "Dueño de qué, dueño de ti, dueño de nada", mezcla, con buena voz, de amor apasionado, pero, ¡ay!, lejos de la vida hogareña.
El Puma, que iniciaba en Madrid, su gira española -en la que, al parecer, dicen, coincidirá con Julio Iglesias- estuvo en todo momento atento y solícito con el público. Pidió que se encendisen las luces de la sala, comentando (y desde luego había brillo): "¡qué gente tan linda.'". Y como dije, los besos a las fans que le daban flores no se hicieron esperar. Pero en los gestos, en las zalemas, un poco hindúes, con que el venezolano recogía los aplausos de su público, se dejaba ver que venía de San Luis y de actuar en la elección de Miss Universo, focos, fulgor y centro de las cosas (bajo tabardo de finura) menos elegante del mundo. Yo me imaginaba aplaudiendo a esos señores yanquis que salen en las películas con pantalones de cuadros, zapatos charolados, un anillo que es idéntico en toda la Unión, y que se rien la televisión, en el exacto lugar en que lo piden unas carcajaditas enlatadas y huecas.
Entendámonos: El Puma tiene fuerza y sonido, puede cantar bien (sobre todo los temas con sexo), pero el tono de su espectáculo y de su estilo, muy americano, muy comercial y muy sin raíz, no cuadra en este lado del océano. 0 si ha de resultar, sólo para un público muy concreto. Quizá para todas las señoras que de pie aplaudían y comentaban de El Puma, mientras él -ya sin pajarita y sin chaqueta- se contoneaba por el escenario, lejos de Sinatra, pero absolutamente en su papel de latin lover. Latinidad selvática, agreste, muy fiebre del sábado noche, muy Travolta, y poco, muy poco Valentino.
Babelia
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