El video pirata invade la indulstria cultural
Copias de 3.000 películas circulan en hogares y en establecimientos públicos
Las reproducciones piratas masivas de videogramas tienen el atractivo de que ofrecen, por una cantidad de dinero razonable, a cualquiera de los 300.000 propietarios de vídeo casetes que existen en España y a los miles de personas que se relacionan con este medio en bares y videoclubes, las películas de moda -la última versión de Supermán, Gandhi, Oficial y caballero, Tootsie o El retomo del Jedi-, pero tienen la desventaja de crear unas condiciones salvajes de mercado, que repercuten en la mala calidad artística y física del producto cultural que ofertan.
Un ciudadano que ha adquirido un videocasete por un precio medio de 100.000 pesetas puede alquilar, en muchos de los 3.500 videoclubes, que existen en España una copia en vídeo de su película favorita o de la última que ha salido al mercado -si esta última la pide con discreción-, por un precio que oscila de 300 a 500 pesetas, para un fin de semana. Es decir, el precio que cuesta en Madrid una entrada para un cine de estreno. Si tiene mayores posibilidades económicas puede comprar esas mismas copias, si son piratas, por un precio medio que oscila entre 3.000 y 5.000 pesetas, y entre 7.000 y 10.000 pesetas para las copias legales.Hace cinco años, cuando en España se hablaba del vídeo, mucha gente desviaba la atención hacia otros sistemas de transmisión de cultura por razones no explicadas -probablemente por un miedo natural hacia lo desconocido-. Pero ahora el rápido desarrollo del vídeo ha sorprendido a la Administración, que ni siquiera ha podido responder con medidas legales y policiales adecuadas; a la industria cinematográfica, que asiste impotente a la reproducción masiva y fraudulenta de películas; a la industria legal y autónoma del vídeo, que no sabe cómo moverse en un mercado donde la competencia desleal es moneda corriente, y a los propios usuarios, que sufren el fraude de las malas copias y no tienen posibilidad de defender sus legítimos derechos a tener la calidad adecuada.
Como punto de partida, ahí están las cifras para quien sienta la necesidad o la obligación de interpretarlas. Según fuentes empresariales, existe en España en estos momentos un parque de 300.000 videocasetes en los tres sistemas -VHS, Betamax y 2.000-. Se espera que para finales de año la cifra alcance el medio millón, y para 1986 se estima que un millón y medio de españoles tendrán videocasete.
Una economía sumergida
Circulan en este mercado potencial de poseedores de videocasete 5.500 títulos de videogramas, de los que 3.000 aproximadamente son piratas, y 2.500, legales. El mercado del vídeo pirata ha generado en 1982 una economía sumergida con un volumen de más de 100.000 millones de pesetas, que ha superado con mucho al volumen generado por el comercio del vídeo legal, que anda rondando los 20.000 millones de pesetas. El mercado del vídeo ilegal ha pulverizado también las cifras de re caudación por exhibición de películas en los cines españoles, ya que en el mismo año los cines recaudaron tan sólo 27.000 millones de pesetas.
La piratería en el vídeo no es un fenómeno típicamente español. Antes que en España, en otros países con una tecnología más avanzada en medios audiovisuales se ha desarrollado este fenómeno de reproducción incontrolada de copias, sobre todo de películas. Hay muchos sectores interesados en el desarrollo de estas actividades porque en ellas se juegan cientos de miles de millones de pesetas. Mientras tanto la industria de la comunicación en lo referente al video está teniendo un intenso pero salvaje desarrollo.
Ante el alarmante aumento de la piratería en el último año, los sectores legales de la cinematografía -a quienes les roban las películas-, los empresarios de vídeo y la Sociedad General de Autores han denunciado ante la más alta instancia de la Administración, el presidente del Gobierno, la situación causada por la piratería, y han "exigido las medidas oportunas para evitar el flagrante fraude que supone, tanto para la sociedad española en general como para los sectores en particular".
Entre los firmantes de esta reciente petición al Gobierno se encuentran, además de la Sociedad General de Autores de España, la Asociación de Productores Cinematográficos, la Unión de Productores Cinematográficos, la Asociación Española de Productores Cinematográficos, la Federación de Entidades de Empresarios de Cine en España, La Asociación de Importadores y Distribuidores Cinematográficos de Ámbito Nacional, la Federación Española de Asociaciones y Gremios de Distribuidores de Películas Cinematográficas, la Asociación Videográfica Española y la Asociación Fonográfica y Videográfica Española. Aunque no ha firmado esta petición, se ha adherido al fondo de la misma la Asociación Profesional de Empresas Productoras, Distribuidoras, Importadoras y Exportadoras de Material Audiovisual, con sede en Barcelona.
Reproducción pirata y exhibición ilegal son los dos puntos que más preocupan a los sectores de la cinematografía. El sector del cine se queja, en primer lugar, de que el mercado pirata reproduce en video películas cuyos derechos exclusivos de distribución para España han sido adquiridos por determinadas empresas. Pero los piratas no sólo reproducen las películas que legalmente ya están pasadas a cinta de vídeo, sino también, y muy especialmente, aquellas, de estreno reciente, para las que no existe permiso de reproducción en vídeo.
"Las consecuencias de esta piratería", explica Antonio Recoder, de la Asociación de Distribuidores e Importadores Cinematográficos de Ámbito Nacional (ADICAN), "son especialmente negativas en las salas de exhibición de las pequeñas ciudades y pueblos, ya que para cuando llega una película de estreno a estas salas ya se han paasado las copias en vídeo en los bares o pubs del lugar. El videoclub se adelanta en la oferta del consumo, lo que obliga a cancelar contratos de distribución de películas".
Recoder pone el ejemplo de la provincia de Córdoba, en la que cada pueblo tiene tantos videocasetes como bares que programan en video y, al mismo tiempo, las mismas películas que en los cines de la Gran Vía de Madrid. "Esto coloca al cine en una situación crítica y hace que, aunque se aumente el precio de las entradas, no pueda competir con la exhibición del vídeo. Tenemos que proteger estos derechos del productor, nacional o extranjero, y del exhibidor. Ninguna película puede reproducirse sin permiso, y normalmente tienen que pasar cuatro años para que las películas de 35 milímetros puedan ser pasadas legalmente a vídeo".
El segundo sector más directamente perjudicado es el del comercio del vídeo legal, que han adquirido los derechos de reproducción de determinadas películas. "Las empresas que más daño nos hacen", dice Juan Font, secretario general de la Asociación Videográfica Española (AVE), "son algunas que están registradas en el Ministerio de Cultura y que tienen una lista legal de títulos irrelavantes y comercian, sin embargo, con otra de vídeos piratas, que responden a los títulos que están de moda en el mercado. Junto a éstas existen otras empresas no registradas, que le ponen una marca cualquiera. No tienen miedo porque saben que ni la Administración ni los jueces los persiguen".
Empresas legales y piratas
La empresa pirata, con constantes cambios de marca y domicilio, elude o falsifica no sólo el permiso del Ministerio de Cultura, sino también la licencia fiscal, e interrumpe el efecto en cascada del impuesto sobre el tráfico de empresas. Tampoco paga el 20% del impuesto de lujo y no exige facturas a la imprenta que confecciona las carátulas, sin pie de imprenta. La Asociación Videográfica Española, que tiene registrados en un ordenador más de 2.000 títulos piratas que circulan en el mercado,
El vídeo pirata invade la industria cultural
presentará próximamente una denuncia conjunta en el Juzgado Central de Madrid contra todos los casos de piratería. "Lo que sucede", dice Juan Font, "es que los jueces quizá no están sensibilizados para abordar estos problemas y la policía tampoco cuenta con los suficientes medios humanos para cortar esta epidemia".Por su parte, la Sociedad General de Autores se ha pronunciado en repetidas ocasiones contra la piratería, que supone, entre otras cosas, la pérdida anual de cientos de miles de pesetas para los legítimos beneficiarios. En la sede de la SGAE se han recibido, además, muchas denuncias de ciudadanos que protestan por las malas condiciones en que se encuentran determinadas películas procedentes de copias piratas.
Los sectores relacionados con el vídeo se quejan de que no existe una legislación que funcione con eficacia en la clarificación de este mercado. España, en este tema no va a la cabeza, pero tampoco en la cola. Ningún país tiene una ley específica del vídeo. Sin embargo, está en estudio en el seno del Consejo de Estado un proyecto de real decreto sobre exhibición pública de material audiovisual, que afectaría también a la piratería. Este proyecto fue presentado el pasado mes de junio al Consejo de Ministros, pero al no ser aprobado se envió al Consejo de Estado. Según todos los indicios, ante la complejidad del tema, el Gobierno quiere estudiar la posibilidad de tramitar la normativa legal sobre el vídeo por una ley, lo que alargaría las facilidades de la piratería por lo menos durante seis meses.
Reglamentos incumplidos
Pilar Miró, directora general de Cinematografía y responsable de la política del material audiovisual, dice que no es verdad que falte legislación sobre el vídeo, ya que está regulado desde 1971 en el Reglamento de Policía de Espectáculos y en sucesivos decretos. "Lo que hace falta es poner al día estas normas y hacerlas cumplir". Pilar Miró se muestra también partidaria de sacar la normativa en curso de consulta por vía del decreto, "puesto que tendría una operatividad más inmediata y no impediría que posteriormente se promulgara una ley sobre el tema".
Existe otro cuerpo legal en preparación; es el de la futura ley de Propiedad Intelectual, que tendrá carácter interministerial. Recientemente el Grupo Popular del Congreso de los Diputados presentó una proposición no de ley de regulación jurídica del vídeo, en la que se pide que se incluyan expresamente los problemas del vídeo en la futura ley de la Propiedad Intelectual y que se regulen con normas específicas, para defensa de los autores, del consumidor y del comercio legal, la producción, distribución y venta y alquiler de los videogramas.
Los sectores relacionados con el vídeo se quejan de que no exista un grupo operativo dentro de la policía dedicado a perseguir la piratería del vídeo. En la actualidad se encarga del tema tan sólo un inspector, que está adscrito al Grupo de Tráfico Ilícito de Automóviles. Aun así, la policía ha realizado diversas redadas en puntos de venta de cintas piratas y en imprentas y almacenes donde se falsifican las carátulas.
Los focos de la piratería
La policía tiene conocimiento de tres grandes focos de piratería, que funcionan de una forma interrelacionada en Barcelona, Madrid y Valencia. En Barcelona, a las empresas legales que venden bajo manga títulos pirateados hay que añadir una floreciente industria de envíos de vídeos por correo y otros grupos relacionados con la Mafia italiana. La venta por correo tiene el agravante de que, además, se anuncian por correo en las principales revistas del corazón o sensacionalistas. El circuito pirata ha invadido últimamente también todo Galicia.
La policía necesita, por otra parte, una mayor especialización ante la técnica, cada vez más refinada y perfecta, de reproducción de videogramas, sobre todo de las carátulas, que es donde viene el número de licencia o la patente legal del Ministerio de Cultura. También es cada vez más perfecta la reproducción técnica de la cinta y de su contenido. No obstante, fuentes que han valorado la actuación de la policía hasta ahora estiman que con un equipo de cuatro agentes se podría erradicar la piratería organizada del vídeo en dos meses y arrojar a quienes la practican en niveles minoritarios que existen en todas las actividades comerciales.
Ayudará, probablemente, a hacer más eficaces estas medidas la última revisión de las penas que constan en el Código Penal, en el que la piratería en el vídeo puede ser castigada con multas que oscilan entre 10.000 y 60.0.000 pesetas. Muchos creen, sin embargo, que estas penas son muy pequeñas y que difícilmente pueden disuadir a los piratas, que operan con miles de millones.
Así se reproduce un videograma
La reproducción pirata de una obra cinematográfica arranca generalmente de una copia en 35 milímetros (la utilizada en los cines), que el defraudador obtiene normalmente por vía de robo o soborno de quien tiene acceso a la misma. A cabinistas, transportistas, encargados de almacén y otros se les pagan -naturalmente, sin recibo- unas cantidades que oscilan entre 50.000 y 300.000 pesetas. Esta última cantidad es la que se ha ofertado a un jefe de cabina por facilitar el acceso a la película Gandhi.
Dos horas fuera de la cabina de proyección o una parada a comer del transportista en la mitad de camino de su viaje son suficientes para que se haya sacado una copia pirata. De esta copia pirata se obtienen, a su vez, entre dos y cinco másters (cinta matriz que sirve para tirar videocopias), que son vendidos a los productores piratas de videocopias por un precio que fluctúa entre las 300.000 y las 900.000 pesetas.
Otro sistema más rudimentario y arriesgado es el de grabar la proyección de la película directamente en vídeo desde la cabina y enfocando la cámara de vídeo a la pantalla. Algo así pudo haber pasado con El retorno del Jedi (tercera parte de La guerra de las galaxias), que a las tres horas de haberse exhibido por primera vez en Estados Unidos ya había en el mercado 560.000 copias.
Por este mismo sistema los piratas han llegado a adelantarse incluso al término del rodaje de una película. También se ha utilizado el sistema de importar una palícula en vídeo del extranjero y ponerle aquí la banda sonora en español. En España circula, por ejemplo, una versión de E. T. El extraterrestre cuya banda sonora fue grabada en un magnetófono en una cine normal porque incluso se oyen las toses y las risas del público durante la proyección.
Probablemnte el sistema más frecuente y el menos arriesgado sea la reproducción a partir del depósito de distribución y puntos de venta, entre los que se encuentran un buen número de videoclubes. A estas copias se les cambia de carátula (envoltura exterior donde va el reclamo publicitario de la película, la marca de la casa y el número de permiso del Ministerio de Cultura), ya sea por medio de fotocopias en color modificadas o ya sea incorporando nuevas inscripciones y marcas, registradas o no. Algunos incluso llegan a poner en el exterior un título distinto del que en realidad tiene la película en el interior. Se da también el caso de varias copias piratas de una misma película realizadas por distintas marcas.
La identificación más sencilla que se puede hacer de un vídeo pirata es porque no figura en la carátula el número de registro del Ministerio de Cultura y en el interior no tienen la marca de la empresa productora o distribuídora; pero con los sistemas cada vez más fieles de reproducción gráfica resulta difícil incluso para los expertos distinguir el vídeo pirata del que no lo es.
Babelia
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