_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El olvido de Bernacer (1883-1965)

Sobre Bernacer se empieza a hablar en España, muy poco y con sordina, a partir de 1940, con motivo de un artículo de Denis Robertson -amigo de Keynes y sucesor de Pigou en la cátedra- sobre Una aportación española a la teoría de las fluctuaciones económicas, publicada en 1922. Salvador Almenar reivindica en este artículo la vigencia del pensamiento de este eformista radical español y lamenta el desconocimiento actual sobre su vida y su obra.

En realidad, el esfuerzo intelectual de Bernacer había germinado a principio de siglo. Era entonces catedrático de Tecnología Industrial en la escuela de Comercio de Alicante y, después de un viaje de estudios por Europa, había publicado un libro cuyo expresivo título indica las nuevas inquietudes del autor: Sociedad y felicidad. Ensayo de mecánica social (1916). El artículo de 1922, más técnico y elaborado, lo envía a 150 economistas extranjeros: Keynes, Robertson, Hawtrey, Gide, Supino y otros muchos. Robertson admite, 17 años después, la posibilidad de que Bernacer haya ejercido sobre él una influencia subconsciente. Además, deliza entre líneas la vengativa insinuación de que algo parecido pudo sucederle a Keynes.¿En qué consistió, en última instancia, la originalidad de su aportación? Creo que la principal novedad consiste en haber subrayado el carácter no simétrico de las expansiones y depresiones en el desarrollo cíclico del capitalismo, indicando que en las crisis -al reducirse la masa salarial y los precios- no existirían incentivos automáticos para la recuperación. A menos que una causa fortuita, el progreso técnico o el gasto en obras públicas y armamento, redujera los costes o incrementara la demanda efectiva. El capitalismo tendía a generar casi permanentemente paro crónico, y con frecuencia no se saldría del círculo vicioso de las depresiones, sino por medio de guerras y otras carnicerías colectivas.

En los primeros años treinta, cuando Keynes ha publicado el Treatise on money, existen entre ambos amplias coincidencias teóricas y políticas. Y Bemacer, entre sorprendido y airado, lo reconoce en las páginas de Economia i finances y Economía española. Pero los dos tienen serias dificultades para explicar la generalización del paro y los medios para reducirlo.

Keynes y el Cambridge Circus edifican, entre 1932 y 1935, una teoría dinámica de la actividad económica cuando las inversiones se adoptan para un futuro incierto, casi desconocido. Es La teoría general del empleo, el interés y el dinero. Y para compensar la inestabilidad de la inversión privada recomiendan una combinación flexible de obras públicas, dinero barato y moderado proteccionismo.

Un reformista radical

Mientras tanto, en España la crisis erosiona la frágil democracia republicana. Bernacer no deja de publicar, y su activídad en el servicio de estudios del Banco de Espa¡la refleja nuevas coincidencias con Keynes al desconfiar de la terapia monetarista para salir de la depresión. También admite, con reservas, los déficit presupuestarios propuestos por Roosevelt. Pero no aporta un modelo que pueda compararse holgadamente al de la Teoría general. Como sugiere la oiptimista interpretación de H. Savall en G. Bernacer, l`heterodoxie en science economique (París, 1975).

Que Bernacer no lo cite o critique prácticamente nadie en España, antes y después de la guerra, es de por sí un suceso alarmante, casi sospechoso. Máxime teniendo en cuenta sus numerosas colaboraciones en prestigiosas publicaciones europeas a partir de 1940. La paradoja del caso Bernacer estriba en que, si a nivel teórico se queda a mitad de camino de la teoría general, como Robertson, en el plano político fue mucho más allá. Tal vez esta paradoja, junto a mezquindades de diverso calibre, nos ayudarán a esclarecer el misterioso silencio sobre sus ideas.

En efecto, este conomista -que se consideraba un auténtico liberal- creía que el origen de la inestabilidad económica reside en el carácter especulativo del mercado financiero. La propiedad privada de la tierra y otros recursos naturales limitados permiten la obtención de rentas sin esfuerzo alguno. El interés es una forma derivada de estas rentas. .

La existencia del interés, junto a la libertad de especulación bursátil, hace posibles violentas alteraciones de la demanda efectiva, de la producción y empleo. Por ello, Bernacer sugirió desde el principio la necesidad de socializar la tierra y prohibir la permutabilidad de los valores mobiliarios. También Keynes en la teoría general consideró la oportunidad de abolir el libre divorcio entre el inversionista y sus acciones, pero creía que era una medida demasiado radical. Conflo en la lenta eutanasia rentista con, el crecimiento económico a largo plazo.

Amnesia inquietante

Lo que hasta 1956 no eran más que sugerencias dispersas, en el volumen, una economía libre, sin crisis y sin paro, deviene un plan sistemático de reformas. Socialización de los recursos naturales, desaparición de la bolsa, creciente participación obrera en la propíedad industrial, socialización del exceso de ahorro para financiar bienes y servicios colectivos. Todo ello, con el criterio de aunar libertad, eficiencia y equidad frente a las diferentes formas estatalistas: "Puesto que la verdadera libertad no ha existido nunca, ni puede existir en ausencia de la equidad. ..".

Aunque Bernacer fuera un proyectista social, lo que no creo, la entidad de su obra merece mejor fortuna. Una sociedad se define no sólo por su actitud ante el futuro, sino frente al pasado -dice Octavio Paz-, y sus recuerdos no son menos reveladores que sus proyectos. La amnesia que desde hace tantos años condena el pensamiento de Bernacer es, cuanto menos, inquietante.

es profesor de Historia de las Doctrinas Económicas en la universidad de Valencia.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_