Italia, de elecciones
LA CÁMARA de Diputados que se renueva en Italia en las elecciones de ayer domingo, y hoy, lunes, estaba compuesta por 261 diputados de la Democracia Cristiana, 201 comunistas, 62 socialistas, 21 socialdemócratas, 15 republicanos, 9 liberales, 18 radícales, 6 de Unidad Proletaria, 31 del Movimiento Social, 4 del Sudtiroler Volkspartei y 2 independientes. Representaban, con respecto a los primeros partidos, el 38,3% para la DC, el 30% para los comunistas y el 9,8% para los socialistas. Lo que se espera al final del escrutinio es algo sensiblemente igual, pero quizá con un descenso de los comunistas, que podrían situarse por primera vez por debajo del 30%, y de la Democracia Cristiana, que quedaría entre el 35% y el 37%: es un resumen de las auscultaciones de opinión pública. Estas pérdidas, con las de algún partido menor, podrían elevar el porcentaje socialista hasta la proximidad del 12 o del 14%. Un poco más sería un gran éxito, no suficiente para gobernar, pero sí para presidir un Gobierno con mayoría de democristianos. Es a lo que aspiran los socialistas.Fueron ellos los que provocaron la crisis al retirar su confianza al actual Gobierno. Aparte de olfateos internos de la opinión pública, de cálculos acerca del desgaste del partido católico y de la mella comunista, y de un examen de tendencias de voto en los últimos años, los socialistas estaban al empezar la primavera ilusionados con el espejismo mundial según el cual en el sur europeo hay una inclinación al socialismo (Francia, Grecia, España, Portugal), inclinación que podría llegar a Italia. La explicación teórica de esas coincidencias estaría en una nueva bipolarización izquierda-derecha frente a la crisis mundial. Países con vieja tradición de austeridad y sacrificios habrían sufrido la, triple crisis (petróleo-rearme-finanzas) con un sentido de la decepción por parte de quienes accedieron a un nuevo bienestar en las últimas décadas. Bienestar cuya pérdida achacarían al análisis de que en momentos de dificultad, el centro-derecha tiende a replegarse a posiciones ultraconservadoras, en defensa de los intereses de los de siempre. Esta puede ser una explicación para el corrimiento del voto de centro derecha al centro izquierda y para la destrucción de la idea misma de centro político en extensas zonas del mundo. Si a eso se añade la erosión profunda de los partidos comunistas occidentales, puede pensarse que lo que ocurre es que los socialismos del Sur han hecho una oferta de moderación desde la izquierda, y de renovación o cambio, frente a la radicalización conservadora y la esclerosis comunista. Algo muy rentable en esta época, y más aún en Italia donde las nuevas posiciones de la derecha se ven atizadas por la postura de la Iglesia de Wojtyla, con incidencia inmediata sobre la DC.
Así se describe por muchos la corriente mundial a la bipolarización, que no es estrictamente del Sur. Para aceptarla hay que abstraerse de que el socialismo del Norte (Escandinavia, Alemania Federal) tiene una tradición mucho más sólida, y que los logros socialistas en Francia, España y Grecia no han sido, hasta ahora, de una gran brillantez: están sometidos a un riguroso desgaste por las situaciones reales y su dificultad extrema para salir de ellas. En los últimos años la repercusión de la crisis (salvo en el Reino Unido, y por razones peculiares de las que forma parte lo que se conoce como malvinismo) obtiene respuestas de la opinión pública al margen de ideologías y doctrinas, que se han ido adulterando al aire de la coyuntura. Y es frecuente así que cada votación tenga el sentido de una protesta contra el Gobierno establecido o incluso contra el sistema imperante.
En este marco el Partido Socialista Italiano puede ser beneficiario de ambos análisis: del que atribuye a los socialismos del sur una opción específica frente al desconcierto político, y del que insinúa una creciente actitud de los electorados en contra de los poderes establecidos. Contando con que el segundo partido, el comunista, no va a ser sacado del antiguo gueto y que su probable disminución de votantes Y diputados no va a hacerle más temible, la vocación de cambio puede recaer sobre los socialistas, dentro de unos límites. Pero aún en el caso de que así fuera, y de que su líder Craxi llegara a gobernar como jefe de un gobierno de mayoría democristiana e impronta socialista, todo esto no cambiaría esencialmente el inmovilismo político italiano, que no se corresponde con su movilidad real, la del país. Dicho de otra manera: el caos político es menor que el caos de vida cotidiana, y la falta de inventiva gubernamental no puede contener la inventiva industrial y cultural. Pero los italianos no tienen confianza en que este abismo se salde de manera fácil mediante unas elecciones.
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