La censura informativa impuesta por Pinochet es clave en el fracaso aparente de la huelga general en Chile
"En este país hasta las huelgas generales son clandestinas" comentaba el jueves uno de los dirigentes aún en libertad del Comando Nacional de Trabajadores Chilenos. Retrataba así fielmente el forcejeo de los dirigentes sindicales contra la más absoluta desinformación, que está produciendo situaciones kafkianas y no todas favorables al Gobierno. Los obispos chilenos hicieron pública ayer una declaración en la que recuerdan que los trabajadores tienen derecho a ir a la huelga y condenan la censura impuesta por el Gobierno al afirmar que "la peor de las noticias, sies verdadera es preferible al rumor irresponsable".
Un dirigente del Comando reconoció ante la Prensa extranjera que el aumento de la censura de prensa había sido un rotundo éxito para el general Pinochet, admitiendo así directamente con qué tropieza la convocatoria de huelga. A pesar de ello, la orden de huelga sigue en pie.No obstante, la desproporcionada insistencia de los canales de televisión y las radios y diarios oficiales en que la normalidad en el país es absoluta está haciendo pensar a muchos chilenos que algo anormal y grave está ocurriendo. Al ser tan férrea la censura, el Gobierno del general Pinochet se ha pillado los dedos y ni siquiera puede refutar la huelga general como un fracaso, porque la huelga general no existe.
Aun así, el general de la Fuerza Aérea Boisset, ministro de Transportes, al declarar que la normalidad era absoluta en todo el país en lo referido a su departamento, tuvo que admitir "mermas sin importancia" en la circulación de camiones entre ciudades.
En el sur del país se han producido sensibles paros en las cuencas carboníferas y entre los estibadores de algunos puertos secundarios, pero sigue trabajando el cobre, la industria petroquímica, el comercio y el transporte de viajeros. Sin embargo, el continuo goteo de detenciones de dirigentes sindicales pone en evidencia la preocupación del Gobierno por la extensión de la huelga.
Representantes del comando y de los propietarios de camiones declararon el jueves estar dispuestos a negociar con el Gobierno, bajo una serie de condiciones: fijación de un calendario para el acceso a la democracia, libertad para los sindicalistas detenidos, reconocimiento oficial de la legitimidad de los sindicatos ilegales, replanteamiento de la actual política económica y creación de comisiones paritarias entre los militares y los sindicatos para evaluar la crisis política y económica que sufre el país.
Alguna de estas condiciones resulta notoriamente ingenua y voluntarista, pero el embajador de Estados Unidos en Santiago se reunió el miércoles con cinco de los patrocinadores de la huelga "dentro de la costumbre de la Embajada de mantener contactos informativos con todos los sectores de la sociedad". A nadie se le oculta la trascendencia política de esta audiencia diplomática.
Joan Manuel Serrat
"En virtud que el extranjero señor Joan Manuel Serrat, de nacionalidad española, ha emitido juicios críticos con respecto de la realidad nacional y contrarios al Supremo Gobierno, persistiendo en ello en los últimos días, el Ministerio del Interior, conforme a sus atribuciones legales, ha revisado la decisión anterior de autorizar las presentaciones artísticas en Chile del señor Serrat". Con esta declaración, el régimen militar chileno ha prohibido el ingreso de Joan Manuel Serrat en el país.
Su empresario y el dueño del teatro donde debía actuar han partido a Río de Janeiro para dar explicaciones al cantante español. Hacía diez años que Serrat no cantaba en Chile, y en Santiago tenía previsto reunirse con su esposa para continuar su actual gira suramericana.
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