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Crítica:'JAZZ'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Don Cherry y Ed Blackwell, más acá del silencio

Dicen que esta música es pura cacofonía, pero les juro que la lluvia descargó mucho antes de que comenzara el concierto. Don Cherry y Ed Blackwell son dos legendarios supervivientes de los primeros cuartetos de Ornette Coleman, aquellos que revolucionaron la música negra americana a fines de los cincuenta y dieron origen al free jazz.Cherry toca la trompeta de bolsillo, una especie de juguete feísimo de sonoridad también fea, pero que él sabe utilizar muy bien para sus objetivos, consiguiendo, por supuesto, lo primero que debe perseguir un músico de este género: que se le reconozca inmediatamente. De los creadores del free, Cherry es uno de los pocos que se toma la libertad al pie de la letra, y así, mientras otros están continuamente mirando atrás buscando un punto de referencia, Cherry va siempre hacia adelante y no acaba de salir de un berenjenal cuando ya está metiéndose en otro.

Don Cherry, Ed Blakckwell, Shankar

La Fiesta. Madrid , 20 de junio.

Ha ido Cherry por ese sistema, en busca de una suerte de folklore universal; labor encomiable, pero que le ha hecho cambiar tanto que ha terminado por parecer un personaje anecdótico.

A Blackwell se le tiene por vanguardista con razón, pero ello no quiere decir que sea músico que se meta en muchas complicaciones. Muy al contrario, Blackwell tiene un sentido del ritmo muy sencillo y lo expone muy bien porque es un batería muy claro, con un swing a flor de piel que da a su estilo un carácter de jubiloso.

¿Qué pueden hacer juntos Cherry y Blackwell? Aquí habría que contestar lo del gallego del chiste: depende. Si van a su aire, pueden hacer una música de bastante energía; si van auspiciados por el sello discográfico ECM, la cosa cambia. El director de ECM se impone demasiado sobre los artistas que graban para él, porque está empeñado en conseguir una música que se define bastante bien en el lema de la compañía: "El más bello sonido cercano al silencio" -aquí se suele decir "después del silencio", pero entiendo que es una mala traducción-. Bien; sea como sea, los hay que pensamos que este señor ha conseguido su propósito con creces; quiero decir que hay momentos en que el silencio resulta más expresivo que lo que los discos ECM nos tratan de hacer llegar a fuerza de sutilezas.

Esta vez cabía presumir que Cherry y BlackweIl. venían bastante predeterminados por el sonido ECM, pero a la hora de la verdad tocaron bastante a su aire. Es decir, estuvieron más acá del silencio y dijeron bastantes cosas. Sólo que Cherry se aplicó por tocar la trompeta, que es lo suyo, y dedicó demasiado tiempo -en opinión de este crítico- a recitar, canturrear, soplar flautitas, arañar instrumentos exóticos y, en suma, todas esas cosas en las que se resuelve la historia aquella del folklore universal. Además, tocó el piano con un jugueteo muy descoyuntado y divertido, apto para citar a Monk, que es lo que hizo en dos momentos. Conste que digo jugueteo porque utilizar la palabra estilo me parece una exageración.

En la primera parte y al final intervino el violinista indio Shankar, que tiene más nombres, sólo que son larguísimos y nadie se atreve a ponerlos por miedo a la venganza de los linotipistas. Shankar interpreta aires de su tierra con un artilugio extrañísimo: una especie de violín con dos cuerpos, cuerdas simpáticas y yo qué sé más. Uno, que cuando oye a Perlman en el violín normal se queda asombrado, piensa que tocar este otro cacharro debe ser dificilísimo. Aunque luego, a lo mejor, no; a lo mejor toca solo.

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