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Crítica:ROCK
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un festival mediocre en Madrid

Desaparecidos los rigores de un sol terrible, comenzó la 6ª Edición del Concurso Rock Villa de Madrid que se ha celebrado en el ambiente caluroso de la Casa de Campo durante las últimas jornadas en la capital de España. Tres eran los grupos seleccionados para la final. Los primeros en abrir fueron Números Rojos. Psicodelia y buena imagen.Desgraciadamente, el sonido no estuvo de su parte. La guitarra y los teclados simplemente no se oían. Y esta carencia cercenó los aspectos más originales de una música que, cimentada en la psicodelia, derivó hacia el punk con la sana intención de hacerse oír. Acabaron con una buena interpretación del cantante y un buen tema, La familia.

Los componentes de Inquilinos del Quinto son un grupo de músicos con experiencia. Su música está entre el funky y un sonido a la americana, aunque alguna de sus letras también incidiera en lo punk. Contaban con una vocalista algo tímida y la barrera de un sonido que seguía siendo pésimo. No es que fueran muy originales, pero sus intenciones de hacer música entretenida eran buenas.

Números Rojos

Inquilinos del Quinto. Cráneo. Artista invitado: Ginger Baker.6º Edición del Concurso Rock Villa de Madrid. Auditorio de la Casa de Campo. 17 de junio, Madrid.

Los últimos serán los primeros

Los últimos en salir fueron los componente del grupo Cráneo. Jivi, racial y periférico. Músicos jovencísimos y absolutamente entregados, que se alzaron con la gloria y el premio. Dedicaron su música a la gente "que está a la sombra y no le da el sol".Fueron los que mejor sonaron -se oían todos los instrumentos-, y, a fuerza de puro primitivismo, convencieron al jurado, que les otorgó el máximo trofeo. Decisión que no deja de suscitar perplejidades. Resulta curioso que, en 1983 y en la capital, el jivi sea lo más galardonable. En fin, enhorabuena a los ganadores, Cráneo, y pasamos al fin de fiesta.

El artista invitado era Ginger Baker. Invitación municipal que le deja a uno estupefacto a la vista del lamentable espectáculo que dio el antiguo integrante de Cream en su última visita a nuestro país. Y es que parece que este hombre está en las penúltimas, no sólo en sus capacidades creativas, sino en su más estricta disposición biológica. Por allí le llamaban el abuelo, no se sabe si con saña o con cariño. Lo cierto es que el pionero batería de la denominada música progresiva se enzarzó en compañía de un bajo y un guitarra -cuyos nombres benévolamente omitiremos- en una ristra de solos inaguantables.

Lamentablemente se atrevieron a destrozar espléndidos temas de antaño. I'm so glad, Sunshine of your love. Ginger Baker hizo todos los solos que quiso con una insistencia similar a la de los tamborileros de Calanda. Y el personal aguantó la penitencia. Un castigo fuera de lugar, sin tono e inmerecido. Pero, eso sí, barato. Muy barato y exento de imaginación.

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