_
_
_
_
Reportaje:

Euskal Herria, el orgullo de las raíces populares

Este pueblo, Euskal Herría, ha sido considerado desde hace algunos lustros como el emporio de la industrialización dentro de España. Y no sólo ello, sino que expertos en ordenación del territorio -como Saenz de Buruaga- lo han denominado como una conurbación: es decir, un espacio geográfico casi totalmente urbanizado o si se prefiere, como una ciudad con algunos núcleos de población importantes pero absolutamente moteada de más o menos pequeños núcleos de población que no pueden ser denominados pueblos aldeas o villas, sino que por su industrialización y servicios forman parte de un conjunto urbano: por tanto, diríamos, altamente desarrollados si consideramos, como hacen sociólogos, economistas, estadísticos, políticos y otros auscultadores impregnados de cifras, datos, guarismos, porcentajes y reglas, y que todo lo intentan plasmar en cifras, en cuadros, gráficos y esquemas, si consideramos -repito- sus índices de producción, equipamientos sociales, consumo, densidad de población, servicios, escolaridad... y un sin fin de datos que aunados, examinados y sintetizados nos reflejan con la frialdad de datos químicamente puros el estadio de desarrollo de una comunidad.Pero una cosa es el desarrollo y otra la civilización, la cultura. El culteranismo se confunde con el desarrollismo, reduciéndose al mero disfrute de cosas consideradas en una sociedad de consumo como expresión de haber logrado un estatus social y/o económico: televisión en color, casa, chalé, coche último modelo... la última moda en todo.

Más información
A manera guía

¿Cómo en esta sociedad, motor de la industria española durante largos años, podemos encontrar aún en nuestros días en toda su pujanza una larguísima serie de sociedades populares, gastronómicas, culturales y musicales de inequívoco sabor rural, aldeano, popular? ¿Cómo explicar la larguísima lista que demuestra la vigencia de juegos y deportes que sólo se practican en Euskal Herría?

Mil tradiciones, usos y costumbres se han perdido en otros pueblos peninsulares o han quedado reducidos a expresiones folklóricas y turísticas, a manifestaciones de raíz popular en las que el pueblo ya sólo participa como simple espectador, o aún ni eso, por considerar que está pasado de moda, que son reliquias y antiguallas para el desván de los recuerdos.

Pero el pueblo de raigambre vascófona (y nada más lejos de mí que introducir aquí frontera política alguna), que abarca las tres provincias de la comunidad autónoma, gran parte de Navarra y los tres minúsculos departamentos del País Vasco francés, ha seguido fiel a lo que le distinguió históricamente: la primacía y el regir de sus vidas por sus propias leyes, usos y costumbres.

Los 'aintzinekoak'

Rodney Gallop en su obra Los vascos, por no citar a Pío Bareja o a Julio Caro Baroja -que también es el título de dos obras de los Baroja- dice: "No hay en la faz de la tierra raza más conservadora que ellos. A los aintzinekoak (aquellos que se han ido antes) se les tiene la más profunda veneración y sus ideas y maneras de vivir se consideran como un sagrado modelo"

Rafael Aguirre -actual presidente de la Confederación Nacional de Juegos y Deportes Vascos- añade un matiz importante:"Los principales factores que han determinado la actitud del vasco frente a la vida familiar son el respeto por las tradiciones y el sentido de continuidad. Lo que más sorprende es la poca importancia que se da al individuo en comparación con la familia o con su símbolo tangible: la casa (etxea). La identidad esencial de los conceptos casa y familia se manifiesta en el hecho de que los apellidos nunca están formados, como en otras regiones, de un nombre cristiano o de una ocupación. Con poquísimas excepciones son todos nombres de casas". Así Garaikoetxea (casa de arriba), Barrenetxea (casa de abajo o de la esquina), o de lugares, elementos, aperos que hacen referencia a cosas de la casa, del campo que le circunda, etcétera.

Aresti lo explica en verso: "Nire aitaren defendituko dut. Otsoen kontra, sikatearen, lukurriaren, juztyiziarem..." (Defenderé la casa de mi padre. Contra los lobos, contra la sequía, contra la usura, contra la justicia ... ).

Se dirá que hoy en día un vasco que habite en Bilbao, San Sebastián, Vitoria y otras capitales ha perdido gran parte de sus raíces rurales. En la mayor parte de los casos no es así. Basta ver cada fin de semana, cada puente festivo, cómo a pie, mochila al hombro o en bicicleta se forman interminables caravanas humanas que "se tiran al monte", o la asistencia masiva a todo tipo de manifestaciones deportivas, o de romería y folklore autóctonos que día tras día, sobre todo en esta época veraniega, se ejecutan hasta en los más apartados caseríos.

Campo y ciudad

En Euskal Herría, la contraposición entre campo y ciudad está muy atenuada. Pese a ser en verdad una conurbación, el campo está presente a un tiro de piedra: sirva de simple ejemplo el hecho de que el valle de Arratia, a unos 20 kilómetros de Bilbao capital, es considerado por muchos como uno de los lugares donde lo autóctono vasco se conserva con mayor pureza.

Otro hecho significativo es que todos los deportes vascos (excepto el fútbol y el ciclismo) tienen su origen, bien en la vida campesina de los caseros, de los pastores o de los leñadores o bien en sus pescadores y, sobre todo, en los arrantzale (pescadores de bajura o de litoral) que dieron lugar a las regatas de traineras, trainerillas y bateles. Asimismo, el origen de todos los deportes vascos tiene, además de su raíz en el mundo rural o pescador, en algo común: todos se incuban y nácen del traba o, de la labor cotidiana. Son juegos nacidos de la tierra o del mar, juegos de los trabajos y los días. Una especie de elevar la fatiga y el sudor a diversión, como si quisieran quitarse de encima "la maldición del trabajo diario".

Atavismo hacia la tierra

Ese atavismo hacia la tierra, ese carácter de amor a la casa y a lo que ésta representa en la sociedad vasca, han llegado a impregnar hasta manifestaciones deportivas importadas. así, todos los componentes del Athlétic o de la Real son nacidos en estas tierras. Se siente orgullo por lo de casa, y sería inconcebible que un vasco se emocionara porque sus equipos de fútbol ganaran una liga o una copa si a ello contribuyeran Maradona, o Schuster, Stielike o jugadores de otras regiones españolas. Lo mismo ha sucedido, por ejemplo, con el alpinismo cuando aquella famosa cordada vasca que coronó el Everest, la cima del mundo.

Pero no todos los deportes autóctonos del País Vasco se han quedado limitados a sus estrechos confines: hay uno, la pelota en sus distintas modalidades, que se practica en gran parte del mundo. La cesta punta, por ejemplo, es muy apreciada por los espectadores estadounidenses, lo mismo que la pelota a mano, la pelota a pala o al rebote o el juego del share, modalidad que ya no se practicaba en Euskal Herría pero sí en Argentina, Uruguay y parte del País Vasco francés. Ha sido una modalidad recuperada hace escasos años. En Latinoamérica, donde tantos vascos emigraron cuando estas tierras eran sumamente pobres, sólo agrícolas, pastoriles y de escasa flota marinera de bajura, los deportes de pelota y algún otro son sumamente apreciados y conocidos.

La rivalidad entre pueblos vecinos es algo universal. La peculiaridad vasca se basa sobre todo en las múltiples manifestaciones deportivo-rurales que pueden ser objeto de poner a prueba esa rivalidad y alzarse con el triunfo. Y ello unido a la enorme pasión de los vascos por las apuestas, por el azar.

Hoy hay bingos, quinielas, loterías, hipódromo y casinos donde ejercitar la pasión por el juego que, por supuesto, no es sólo en absoluto vasca, sino común a muchos humanos. Pero los vascos -aunque a algunos les parezca extraño- siguen jugando ingentes cantidades de dinero por los acontecimientos más mínimos y que siguen teniendo una raíz totalmente agrícola-pastoril-marinera.

Así, por simples ejemplos, pondré dos de estos días atrás: el pasado domingo 28 de mayo hubo aari-topeka en Amorebieta, es decir, luchas entre carneros. Las apuestas andaban por las nubes. Más curioso el caso de un novillo sacrificado en otra localidad vizcaína el pasado día 4 de junio. La gente apostaba a si pesaría más -batiendo un récord- que otro célebre novillo sacrificado hace algunos años.

Todo es válido para efectuar una apuesta: desde cuánto pesa un buey a cuánta cantidad de comida o de bebida alcanzará a trasegar tal o cual persona. No hablemos del dinero que se cruza y juega en los frontones, en los levantamientos de piedras, en las traineras, en el arrastre de piedras por bueyes y 1.000 más.

Las sociedades

El vasco no es persona solitaria. Busca siempre la unión (excepciones aparte, claro) y ello tiene su traducción en la multiplicidad de sociedades existentes en el país. Las hay, de todos los tipos: gastronómicas, culturales, deportivas, recreativas y de otras clases. Y, por supuesto, de las centenares existentes, muchas folklóricas -abarcan todas las actividades mientras otras sólo se dedican a una de ellas o no las comprenden todas. Pero, repito, existen centenares de estas sociedades denomi-

Pasa a la página 31

Viene de la página 30

nadas populares. Ahora bien, lo cierto es que todas ellas tuvieron en sus orígenes un sentido total o preferentemente gastronómico, mas -como decía antes- hoy abarcan todo tipo de actividades: desde la Euskal Billera que formó la primera célebre tamborrada donostiarra a las célebres txarangas carnavaleras o festivas.

El origen más remoto de las sociedades populares se encuentra en las sidrerías (sardotegis). El País Vasco fue de siempre muy rico en manzanas silvestres (basarra). Luego vino el manzano cultivado La manzana (sagarra) da origen a su trituración y elaboración. Nace así la sidra. Surgen las sidrerías donde se reúnen los hombres. Y junto a la bebida, la comida, reducida en buena medida a pescado azules, bonito y sardinadas. Llega el vino, tardío. Apenas si se consumía en las ciudades, y ya en el siglo XIX. Pero, aún hoy, en que aquellas sidrerías casi han desaparecido del universo ciudadano, no faltan caseríos donde se pueda encontrar una kupela (barrica) recién elaborada.

El vino se extiende y adueña del público consumidor. Nace el chiquiteo o poteo y también el txacolí que se obtiene de unas parras que dan una especie de vinillo algo ácido. Y también a la búsqueda de ese txacolí de los caseríos se lanzan hoy en día los vascos.

Las sociedades evolucionan. Si la sidra fue el motivo de su nacimiento, pronto la cocina reclama lugar de privilegio y se fundan afamadas sociedades gastronómicas. La sidra autóctona o el txacolí se ven sustituidos en buena medida por los ricos vinos de la cercana Rioja. Luego, como ya hemos dicho, junto a la pura manifestación gastronómica muchas son las sociedades que diversifican sus actividades hacia campos deportivos, recreativos, folklóricos y culturales.

Pero la raíz sigue siendo la tierra, el campo y el mar.

Machismo

En lenguaje de hoy diríamos que el vasco ha sido muy machista (claro que no debemos exagerar las cosas, ya que hasta época reciente estaba mal visto que una mujer se sentara sola en una cafetería, tampoco iba a los casinos y un largo etcétera no referido sólo a Euskal Herría). Pero lo cierto es que en los estatutos de esas sociedades populares vascas -y hasta casi nuestros días- se prohibía expresamente que asistieran las mujeres. Todavía hoy, en algunas se sigue conservando tal prohibición, pero otras muchas han revisado sus reglas y ahora las mujeres también pueden acceder a las mismas. Y ello es sumamente curioso pues la sociedad vasca fue siempre matriarcal. Txema Hornilla lo denomina la ginecocracia vasca, pero, como explica Rafael Aguirre, "en las fiestas de 1929, por ejemplo, a la Bella Easo y sus damas de la sociedad popular Euskal Billera se les prohíbe la entrada en la sociedad ... pero son nombradas reinas".

Para dar idea al lector de la cantidad de sociedades populares existentes tan sólo en Guipúzcoa, resaltaremos que, según Juan José Laptiz, y añadiendo más de 200 nombres a sociedades populares existentes sobre la lista dada por Aguirre, hay entre 650 y 700 sociedades en esa provincia. Pudiéramos decir que casi una por entidad de población, lo cual ya nos habla de la pujanza y actualidad de esos deportes, manifestaciones gastronómicas y culturales (aunque la gastronomía sea una auténtica cultura) que pervive en el pueblo vascongado.

La raíz terrícola o marinera que el pueblo vasco conserva subyacente en todas sus actividades como comunidad podría acaso encontrar su más acabado reflejo en la pervivencia de los bertsolaris. Son como una especie de juglares o historiadores. Los deportistas más conocidos se hacían acompañar de bertsolaris que cantaran sus hazañas en la antigüedad. Luego los bertsolaris se convirtieron en una especie de ciegos que iban pregonando de feria en feria tal o cual acontecimiento.

Nacen los Bertso-papera y los Kanta-papera, semejantes a las historias con ilustraciones cantadas por los ciegos en las romerías y feriales de toda España. Pero lo autóctono vasco es que el bertsolarismo pervive en nuestros días Ya no cantan como juglares, ya no ponen su acento en tal o cual gesta deportiva, pero siguen en nuestros días, aquí y ahora, lanzando al aire sus estrofas. Antes, en el pequeño corrillo aldeano. Hoy, micrófono en mano, en el recinto de una plaza de pueblo o en una de toros. Es igual. El bertsolari entabla competición recitando improvisadamente para el público la gesta de tal o cual deportista en plena competición. Son versos humildes e improvisados sobre la marcha, pero seguidos, por quienes hablan eusquera, con amor y fervor. Usted lo puede contemplar hoy, mañana o pasado en cualquier lugar de Eus-kal Herría.

Podríamos seguir moviendo la noria de la sociedad euskaldun. Pero estimo que son suficientes los hechos citados para dar cabal idea de que en esta tierra, en este pueblo de Euskal Herría ayer es hoy todavía. Han asimilado y se han puesto en cabeza del desarrollo -o del desarrollismo- pero ello no les ha impedido conservar su identidad nunca perdida, su amor por la tierra que les vio nacer y crecer, o por la amarga tierra que un día en que eran un pueblo atrasado -bucólico y pastoril- muchos de sus hijos buscaron las Américas como tabla de salvación a su pobreza. Pobres, sí, pero conservando su identidad. Por eso hoy, ni vascos, ni catalanes, ni nadie puede pedir a la riada de emigrantes que se integren, que se dejen absorber por la cultura del lugar renunciando a la propia, al igual que sería irracional pedir a los vascos que dejaran de serlo para integrarse en la cultura y sociedad que inventó el centralismo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_