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Reportaje:

La guerra nuclear por error es casi imposible

Una visita a la instalación de alarma y seguimiento de misiles situada en el interior de Monte Cheyenne, en Estados Unidos

A lo largo de las 24 horas del día en Monte Cheyenne (Colorado) se recoge información procedente de sensores instalados en satélites y de estaciones de radar distribuidas por todo el mundo, haciéndose con ella una inmediata evaluación de cualquier posible amenaza en marcha. En cuestión de minutos, esta evaluación pasaría a Washington y al presidente, para que éste tomara su decisión sobre cuándo y cómo ordenar los ataques de represalia.De todas formas, las operaciones que tienen lugar en el Monte Cheyenne se han convertido en un asunto de preocupación creciente a medida que Estados Unidos y la Unión Soviética hablan cada vez con mayor frecuencia sobre la posibilidad de desencadenar un ata que nuclear a causa de unas alarmas que podrían ser falsas.

Los escépticos temen que las equivocaciones cometidas por los hombres o un error de las máquinas puedan producir una falsa alarma que llegara a confundirse con un ataque. Ello podría dar lugar a que se hiciera llegar a Washington una evaluación-errónea que contribuyera a una decisión presidencial de disparar, en represalia, los misiles de Estados Unidos, comenzando posiblemente así, por accidente, una guerra atómica.

Sin embargo, el general al mando del complejo de alarma del NORAD afirma que no es posible que se dé una serie tal de errores; que las falsas alarmas no pueden conducir al dictamen de que se ha desencadenado un ataque.

Las decisiones tomadas en este monte, situado en las proximidades del nacimiento del río Colorado, tienen que ser juzgadas en minutos y segundos. En el caso de los misiles soviéticos con base en tierra, la trayectoria hacia Estados Unidos precisa un tiempo entre 30 y 35 minutos; para los misiles lanzados desde submarinos, el tiem po estimado de impacto es de 8 a 12 minutos.

El aviso fiable

El general James V. Hartinger explica que su primera responsabilidad es la de proporcionar a Washington lo que él denomina un aviso fiable, oportuno y sin ambigüedades de que ha comenzado una incursión de misiles sobre Norteamérica.

Tiene que evaluar personalmente cada uno de los aproximadamente 500 lanzamientos de misiles y satélites efectuados a lo largo de un año por la Unión Soviética, Estados Unidos y demás naciones "Tengo confianza en la integridad de nuestros sistemas sensores, de nuestros ordenadores, de nuestra gente, de nuestros procedimientos operativos, y, en consecuencia confío un cien por cien en mis evaluaciones", asegura el general Hartinger.

Refiriéndose a las falsas alarmas que se produjeron en el pasado, Hartinger asegura que cada una de ellas fue rápidamente evaluada como tal; y añade que no hay siquiera una oportunidad entre un millón de que una falsa alarma conduzca a creer que ha comenzado un ataque.

Los críticos, sin embargo, han expresado continuamente su preocupación por el hecho de que los errores que aquí se produzcan puedan llevar a una guerra nuclear accidental, especialmente con el despliegue de armas más modernas. Herbert Scoville, antiguo director de la Agencia de Control de Armamento y Desarme, ha criticado repetidamente la decisión del presidente Reagan de desplegar los misiles nucleares MX, basándose en que el temor a un ataque selectivo soviético contra los mismos pudiera fomentar falsas lecturas del sistema de alarma y conducir, quizá, a una guerra nuclear por accidente.

Las falsas alarmas

Arthur Macy Cox, especialista en control de armamento, afirmaba recientemente que el sistema genera frecuentemente falsas alarmas y sostiene que las posibilidades de un accidente se incrementarían en medio de la tensa atmósfera de una crisis internacional.

Sin embargo, un informe publicado por el senador republicano por Arizona Barry Goldwater y por el senador demócrata por Colorado, Gary Hart, después de las falsas alarmas de 1980, decía:

"De ninguna manera puede decirse que Estados Unidos estuviera a punto de desencadenar una guerra nuclear accidental como resultado de los incidentes del 3 y 6 de junio pasado. Realmente, el sistema total funcionó adecuadamente, dado que, a pesar de que la parte electrónica produjo información errónea, la parte humana evaluó correctamente dicha información y evitó cualquier acción irreversible".

Los expertos, al explicar el sistema de alarma, dicen que segundos después de que los misiles sóviéticos abandonaran los silos de Siberia, las pantallas de las consolas darían aquí señales de vida, las teleimpresoras de alta velocidad entrarían en acción y el personal de combate se pondría rápidamente men estado de alerta roja en el Centro de Alerta de Misiles, el Centro de Cálculo de Control Espacial y en el puesto de mando del NORAD. Al mismo tiempo, esta información alertaría a los oficiales de servicio en Washington, al Mando Estratégico del Aire en Omaha y a los demás puestos de mando repartidos por todo el mundo.

Desde su asiento en el segundo nivel del puesto de mando de tres pisos, el general responsable vería desplegarse sobre una de las dos gigantescas pantallas murales la trayectoria de los misiles, cuyo vuelo se seguiría minuto a minuto a medida que cubrieran su viaje de 30 a 35 minutos hacia Estados Unidos.

Procedentes de 87 ordenadores, en la otra pantalla se reflejarían los datos sobre las posiciones de los submarinos soviéticos en el Atlántico y en el Pacífico, o se mostrarían las órbitas de los satélites soviéticos de reconocimiento. Esta pantalla indicaría también los datos procedentes de sensores que comenzarían a seguir las trayectorias de los misiles lanzados desde submarinos tan pronto como emergieran del agua, y continuarían siguiéndolas durante sus 8 a 15 minutos de vuelo.

Por encima de estas pantallas, y sobre dos paneles que semejan una serie de relojes digitales, se reflejaría una multitud de datos sobre los misiles atacantes. Uno de ellos diría cuándo fue disparado el primer misil; otro, cuántos misiles. se encontraban en camino; un tercero, el objetivo general hacia el que se dirigían. Uno de los paneles está dedicado al seguimiento.de los misiles procedentes del hemisferio oriental; el otro, a los procedentes del hemisferio occidental.

Otros tres contadores en cada panel llevan las indicaciones de nyi, impid y ttg, lo que significa todavía no impactado, impactado y tiempo que falta para el impacto. El primero marcaría cuántos misiles, de los procedentes de un lanzamiento múltiple se encontraban todavía en camino; el segundo, cuántos habían dado en el blanco y explosionado, y el tercero señalaría el tiempo en minutos hasta la siguiente explosión.

A medida que la situación se fuera manifestando ante el general y su personal de combate sentado frente a consolas semejantes a receptores de televisión situadas en cada lado y detrás de él, éste utilizaría un teléfono color marfil para efectuar comprobaciones con los oficiales de operación de los centros que suministran la información al puesto de mando o con los emplazamientos de sensores repartidos por todo el mundo.

Evaluación de amenazas

El general consultaría también con otros comandantes militares importantes en lo que se conoce con el nombre de Conferencia de Evaluación de Amenazas, y comunicaría sus evaluaciones al Centro de Mando Militar Nacional en el Pentágono, que las retransmitiría al presidente, donde quiera que éste pudiera encontrarse. Si éstos oficiales pensasen que estaba justificado, convocarían una conferencia de ataque de misiles que incluiría al presidente. Nunca se ha celebrado una conferencia de este tipo.

Correspondería entonces al presidente tomar la decisión y enviar un mensaje de acción de emergencia para ordenar el ataque de represalia. Esta orden iría al Mando Estratégico del Aire, que controla los misiles balísticos intercontinentales, los bombarderos de largo alcance y los submarinos portamisiles.

La persona es la clave

Los expertos aseguran que sería improbable que la Unión Soviética lanzara solamente un misil o unos pocos misiles. Esto causaría relativamente poco daño a los cohetes de Estados Unidos y, por consiguiente, el presidente podría esperar la confirmación del ataque antes de responder. Lo que sería mucho más probable, dicen, es un lanzamiento con unto de varios cientos de misiles que resultarían inconfundibles en las pantallas.

Más que los sensores y los ordenadores, recalca un oficial de operaciones, "las personas son la clave". Y añade: "Todo el sistema descansa en las personas, y las personas que aquí se encuentran están entrenadas para ser desconfiadas. Son discriminadoras". Tres turnos de 250 personas cada uno trabajan en el interior de la base del monte las 24 horas del día, con una cifra adicional de 650 personas que proporcionan el soporte adecuado.

Para proteger de los saboteadores el complejo NORAD hay controles de seguridad por todas partes. Cada persona que entre en el monte es controlada por un puesto fuertemente custodiado, situado en la parte exterior del túnel que conduce al complejo, y luega de nuevo cuando penetra en el propio complejo. Las áreas especialmente sensibles están marcadas con señales de alerta: "Uso autorizado de fuerza destructiva". Además, dicen los oficiales, cada persona asignada a un servicio está psicológicamente seleccionada y pasa periódicamente una nueva revisión.

El sabotaje desde el exterior se difícil, porque el complejo es en gran medida autosuficiente. Cuenta con su propio suministro de energía eléctrica, producida por seis generadores Diesel; su propio depósito de agua, y alimentos para un período de 30 días. Las tomas de aire han sido construidas de manera que filtren la radiactividad exterior.

La información vital suministra da al puesto de mando procede del Centro de Alerta de Misiles y del Centro de Cálculo del Control Espacial. Ambos centros están próximos al puesto de mando en edificios asentados sobre grandes sistemas de amortiguación destinados a absorber el impacto de una explosión nuclear exterior.

Red de satélites

Satélites con sensores infrarrojos son los prirneros que registran el lanzamiento de un misil o satélite soviético, recogiendo el calor procedente de los cohetes en el mismo momento del lanzamiento, si el día está claro, o tan pronto como el cohete atraviese las nubes, si el día está nublado. Hoy, estos se encuentran fuera del alcance de las armas soviéticas antisatélites, pero en el futuro pueden ser vulnerables con el avance de la tecnología antisatélite.

La información procedente de los satélites se transmite al monte Cheyenne a través de satélites de comunicaciones y estaciones terrestres situadas en Australia y Estados Unidos. Pocos segundos después, potentes estaciones de radar detectan el rastro de los misiles conforme éstos van entrando en el radio de alcance de los radares situados en Clear, Alaska; Thule, Groenlandia, y Fylingdales, Inglaterra. Aproximadamente a los 10 minutos de vuelo, las cabezas nucleares de los misíles se separarían y serían rastreadas individualmente mediante radar.

A medida que las cabezas nucleares se fueran aproximando a Estados Unidos, serían detectadas por una estación de radar en particular: la de Cabo Cod en el Atlántico; una situada en Calífornia observa el Pacífico, y la tercera, situada en Florida, el Caribe.

La combinación de los sensores es quizá el doble control más crítico del sistema. Nunca se confía en un solo sensor. Antes bien, cada lectura tiene que ser confirmada por los datos procedentes al menos de dos sensores, que ademá sean de tipos diferentes. En la jerga del monte, esto se denomina "fenomenología dual".

Un misil soviético lanzado en prueba desde los Urales, por ejemplo, muy probablemente sería de tectado por dos satélites infrarrojos y una estación de radar situada en Pirinclik, Turquía, inmediata mente después de su lanzamiento por un segunde, radar situado en las islas Filipinas, y por un tercero situado en Sherriya, una isla Aleutiana a la altura, de Alaska, desde la mitad de su vuelo hasta el área de blanco situada cerca de la península de Kamchatka.

La estación de radar de Shemya, una isla aleutiana a la altura de Alaska, puede detectar un objeto del tamaño de una pelota de béisbol desde una distancia de unos 3.200 kilómetros y mantener en observación a 200 misiles o satélites al tiempo. Esta estación dispone de lo que se conoce como un radar ordenado en fases, capaz de explorar una amplia extensión de espacio en menos de un segundo.

Los datos procedentes de todos estos sensores afluirían al Centro de Alerta de Misiles, donde el oficial de servicio daría un minuto a los operadores de todos los emplazamientos de sensores, en lo que se denomina conferencia de despliegue de misiles, para confirmar que éstos estaban funcionando correctamente. Esta conferencia es la primera y más rutinaria de las que se celebran y puede efectuarse varias veces al día.

En los siguientes 30 segundos, el oficial de servicio se pondría en contacto con Hartinger o con algún otro general, a través del teléfono de color marfil, para comunicarle los datos sobre lo que en el monte Cheyerme se denomina "el suceso". El general decide si ha sido lanzado un ataque y transmite esa evaluación a Washington y a otros 100 puestos de mando repartidos por todo el mundo.

Un oficial de operaciones ha dicho que el sistema generó unas cinco falsas alarmas a lo largo de un año. Un fuego forestal en Siberia, detectado por satélites sensibles al calor, puede producir una falsa alarma, pero el oficial dice que "un incendio forestal nunca se parece a la ignición de un cohete" cuando se observa en una consola en el monte Cheyerme. Además, dado que en este caso no existen misiles, el informe procedente del sensor del satélite no pasaría la fase siguiente del proceso de Confirmación: 'la verificación de una trayectoria de misil detectada por un radar.

Por el contrario, la trayectoria de caída hacia la atmósfera terrestre de desechos espaciales produce un rastro que sí se parece al de las cabezas nucleares aproxirriándose, pero no existiría ningún informe de satélite que confirmara su despegue, y la mayoría de los desechos espaciales se desintegran y desaparecen en seguida del campo de visión. Además, el Centro de Cálculo del Control Espacial del monte Cheyenne habría estado siguiendo el rastro de la pieza de desecho desde su comienzo.

14.070 objetos espaciales

En fecha reciente, los observadores del espacio tenían 14.070 objetos registrados en un catálogo, comenzando por el satélite ruso Sputnik de 1957 e incluyendo el primer satélite norteamericario, el Vanguard I, que fue enviado al espacio un año después y todavía sigue allí. Es el número cinco del catálogo.

De los 14.070 objetos espaciales, 4.899 todavía estaban en órbita en esa fecha, pero se sabía que seis perdían velocidad y se saldrían de órbita en pocos días. Sólo alrededor de un 10% de los objetos que se mantienen en órbita son satélites en funcionamiento, el resto son los que la gente llama aquí "chatarra espacial".

Se está construyendo un nuevo sistema electroóptico de telescopíos, cámaras de vídeo y ordenadores, proyectado para detectar y seguir el rastro de objetos que se encuentren en el espacio a una distancia de unos 40.000 kilómetros. Los tres primeros se pondrán en funcionamiento este año en Nuevo México, Hawaii y Corea del Sur. Aunque limitados a operaciones nocturnas, estarán enlazados electrónicamente con el monte Cheyenne con vistas a iana veloz transmisión de datos.

El complejo de Monte Cheyenne se proyectó originalmente para dirigir la defensa contra los bombarderos soviéticos y fue construido para sobrevivir a un bombardeo nuclear. Dos puertas de 25 toneladas de peso, arribas con el aviso de "no cerrar a imano", guardan la entrada al área del puesto de mando. Pero la precisión y el poder explosivo de los misiles lo han hecho vulnerable. Hartinger ha dicho: "El Monte Cheyenne ya no es invulnerable, debido a la precisión y al megatonelaje de los ICBMS (misiles balísticos intercontinentales). Sin embargo, nuestro sistema los detectaría y nosotros habríamos cumplido nuestra misión principal".

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