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Crítica:ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El verismo sofisticado de Puccini

Todavía hoy siguen reproduciéndose las encontradas opiniones en tomo a La fanciulla del West que se manifestaron en su ya lejano estreno neoyorquino, en diciembre de 1910. Todavía hoy seguimos oyendo decir que éste es el libreto, menos feliz musicado por Puccini y, aún más tajante, la peor música del maestro de Lucca. Pero también oímos y leemos, por lo general a opinantes más autorizados que en La fanciulla está el Puccini más audaz e inquieto, verdadero precursor de una línea del drama lírico moderno, mucho más afin al espectador de nuestros días.No nos inclinamos hacia una cosa ni hacia otra, pues nos parece que La fanciulla responde a la evolución lógica de un compositor que desea renovarse, tras varios años de meditación. Unos años en los cuales se estaban produciendo cambios estéticos decisivos en la ópera, por autores tan diferentes como Richard Strauss y Claude Debussy. En 19 10 no se debían ignorar Salomé ni Pelleas, eso sin contar con la asimilación del público de entonces, de la total dramaturgia wagneriana y del último Verdi.

La fanciulla del West

Ópera en «tres actos de Giacomo Puccini, libro de Civinini y Zingarini. Reparto: Marilyn. Zschau, Ettore Nova, Plácido Domingo, Manuel Cid, Giovanni Foiani, Gianni D'Angelis, Pier Francesco Poli, Juan Pedro García Márques, José Granados, José Manzaneda, Aurelio Rodríguez, Mario Ferrer, Fernando Fernández, María Uriz, Luis Alvarez, Jacinto de Antonio y Julio Parde. Director de escena: Emilio Sagi. Coro del Teatro de la Zarzuela y Orquesta Sinfónica de Madrid, dirigida por Emerson Buckley. Teatro nacional de la Zarzuela. Madrid, 5 de junio de 1983.

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En La fanciulla, Puccini efectúa una auténtica amalgama de su propia obra anterior (hay un inevitable recuerdo de la trilogía La bohème, Tosca y Madame Butterfly), pero da un considerable avance en la concepción escénica, el tratamiento de las voces, la autonomía y refinamiento armónico de la parte orquestal. Continúa habiendo verismo, sí, a veces incluso más riguroso y antipático que nunca, un verismo que alcanzará incluso a zarzuelas como La taberna del puerto y Black el payaso, pero también hay una atmósfera extraordinariamente conseguida en la riqueza de las sonoridades y el sabio tratamiento instrumental.

Los íntérpretes

Había gran expectación, como era de esperar, por oír a Plácido Domingo. El Teatro de la Zarzuela acusaba ese fervor desde el primer momento, realzado por la presencia de los Reyes. Y sin embargo, una parte del público salió defraudada, pues hubiera deseado ver al gran tenor madrileño en una ópera de mayor lucimiento para él.Por eso, la verdadera trInfadora de la velada fue la soprano norteamericana, de origen rumano, Marilyn Zschau, todo un ahorro dé voz con el empuje lírico dramáticó que pide el dulce y desgarrado personaje de Minnie, la tabemera del lejano oeste. Dotada de una gran escuela y un volumen importante, Marilyn Zschau, otorgó plena validez a la parte absolutamente protagonista, Si se le podía haber pedido un timbre algo más puro, no cabe exigirle mayot entrega y poder de convicción, este último, entre otras cosas, por su muy adecuado fisico.

Plácido Domingo, en un papel ingrato, cuyo único número cantabile y pucciniano está casi al final (el aria Ch'ella mi creda libero), demostró su exquisita musicalidad y esa admirable elevación en las expresiones líricas. No tanto en las dramáticas, pues del mismo modo que su figura es ahora más esbelta, su voz también parece haber adelgazado, alejándose del ideal lírico spinto deseable para su Ramírez. Dicho esto, naturalmente, si aplicamos la máxima exigencia para quien es número uno mundial.

En cuanto al barítono Ettore Nova, el tercero en discordia en esta ópera de Puccini, de amplio reparto, pero de sólo tres personajes, no creo entusiasmase a nadie, ni por la belleza de su fraseo ni por el volumen o calidades tímbricas de la voz. Nova se limitó a cumplir musicalmente e hizo una buena labor como actor.

Bien el resto del reparto, con especial mención al buenlaber musical de Manuel Cid y diovanni Foiani. Más que aceptable la Orquesta Sinfónica de Madrid, en su buena línea de1a temporada, si bien esta vez bajo una batuta poco imaginativa, la de Emerson Buckley, sólo preocupado en llevar adelante la obra sin tropiezos. Por ello, bajó mucho en relación al Falstaff de las últimas semanas. En el segundo acto, Buckley forzó tanto los efectivos orquestales que llegó a tapar a Domingo por instantes, aunque también es verdad logró mantener el ritmo dramático en lo que a él, como director musical, correspondía.

El ritmo, dramático, el servicio a la expresión, ese tener siempre las riendas del interés del público. He ahí las consecuciones esenciales del artista Puccini, en un libreto plagado de ingenuidades difícilmente creíbles. En ello tadíca, junto al magisterio instrumental, su lección como músico de teatro

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