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Crisis interna en la OLP

La rebelión en el seno de la OLP amenaza el liderazgo de Arafat al cumplirse un año de la invasión israelí de Líbano

La rebelión abierta en la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) ha adquirido en un mes tales proporciones que amenaza ahora directamente el liderazgo de Yasir Arafat al cumplirse justamente hoy, lunes, el primer aniversario de la invasión del sur de Líbano por el Ejército israelí.

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A diferencia de lo sucedido anteriormente en el seno de la resistencia palestina, las críticas formuladas contra la actual dirección son tanto más peligrosas por cuanto no emanan de pequeños grupos minoritarios y respaldados por determinados países árabes, sino del propio movimiento Al Fatah, que reagrupa en sus filas al 80% de las fuerzas políticas y militares de la OLP.Son justamente cinco prestigiosos oficiales palestinos poco propensos a las escisiones -el más conocido de ellos es Abu Musa- los que se insubordinaron, el 7 de mayo pasado, tras el nombramiento por Arafat, a principios del pasado mes, como comandantes de la región norte de Líbano y de la llanura libanesa de la Bekaa, de dos militares palestinos: Haj Ismail y Abu Hajem. Ambos tuvieron el pasado verano, durante la guerra, una conducta más que sospechosa al frente de sus hombres, a los que prácticamente abandonaron, y su principal mérito reside en opinión de fuentes disidentes en la Bekaa libanesa, en su lealtad incondicional a Arafat.

La protesta por estos dos nombramientos era, en realidad, la gota de agua que hacía desbordar el vaso de los errores cometidos según Abu Musa, por la dirección palestina durante el último año empezando por su aceptación, en julio de 1982, del principio de evacuación de Beirut, donde 13.000 fedayin estaban entonces sitiados por varias decenas de miles de sol dados israelíes.

La vía diplomática

Desde que el 1 de septiembre de 1982 el último combatiente palestino salió de Beirut, Arafat, sin renunciar a la acción militar contra el enemigo sionista, intensificó sus esfuerzos para buscar una solución pacífica del conflicto árabe-israelí, aprobando, primero, el plan de paz de Fez, evitando cuidadosamente rechazar el plan de Ronald Reagan y apostando por la apertura de una negociación indirecta con EE UU, a través de Jordania, sobre el porvenir de los territorios ocupados por Israel.Pero el escaso margen de maniobra que le otorgó la máxima instancia de la OLP, el Consejo Nacional Palestino (Parlamento en el exilio), reunido en febrero en Argel, y las propias presiones del sector radical dieron al traste en abril con su intento de explorar a fondo la vía diplomática.

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Al cumplir sus 14 años al frente de la OLP, Arafat aparece ahora quemado ante algunos de sus antiguos seguidores, que le reprochan no haber desistido aún del todo de la opción diplomática vinculada a EE UU, y sospechan que con el nombramiento de dos de sus fieles se preparaba a hacer nuevas concesiones, como ordenar la retirada de los 12.000 fedayin que aún permanecen en Líbano, cuando se empiece a aplicar el acuerdo entre Líbano e Israel.

En realidad, los cinco oficiales insurrectos y sus cientos de partidarios no sólo desean permanecer en la Bekaa libanesa, único terreno donde pueden entrar frecuentemente en combate con el Ejército israelí, sino que preconizan ahora, más que nunca, la opción militar, porque la URSS, según ellos, apoya firmemente a los palestinos.

Pero para que esta opción militar tenga posibilidades de éxito hace falta que las fuerzas palestinas sean algo más eficaces que hasta ahora. En una reciente entrevista con el semanario Al Kifah Al Arabi, Abu Musa acusaba a Arafat de "haber convertido a la revolución palestina en una burocracia tan podrida que era peor que la de cualquier país subdesarrollado. La institución no ha sido, obviamente, capaz de combatir".

El papel de Damasco

Ninguno de los oficiales insubordinados era conocido por sus simpatías hacia el régimen sirio -Abu Musa fue, casi con certeza, víctima de un atentado perpetrado hace cinco años por agentes sirios-, pero Damasco aprovechó esta disidencia espontánea y les suministró prontamente ayuda para colocar así a Arafat contra las cuerdas.El hasta ahora máximo dirigente palestino se ve obligado a elegir entre seguir desarrollando una política independiente -y, para ello romper con Siria, los grupos que de ella dependen y, sobre todo, los rebeldes de Abu Musa- o bien someterse al diktat de Damasco y conservar una OLP unida, pero dirigida por un líder que habría perdido en la batalla gran parte de su autoridad y al que ya no resultaría dificil desbancar.

Para apaciguar los ánimos, Arafat multiplicó en mayo las visitas al este y norte de Líbano, adonde no había vuelto desde su salida de Beirut en agosto. Después aceptó reintegrar a los oficiales insubordinados y prometió reexaminar los polémicos nombramientos.

Pero, a pesar de estas concesiones, la llamada disidencia de la OLP, a la que se han surnado tres grupos palestinos prosirios y que goza de la comprensión del dirigente George Habache, no baja la guardia y en la Bekaa se amplían los focos de insubordinación.

Tras el primer conflicto arabeisraelí, en 1948, el primer gran dirigente palestino, Haj Amin al Husseini, muftai de Jerusalén, cedió el puesto a Alimad Chukeiry, quien a su vez fue sustituido por Arafat año y medio después de la derrota árabe en la guerra de los seis días de junio de 1967. ¿Sobrevivirá el liderazgo,de Arafat a la quinta guerra árabe-israelí de 1982?

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