El 'gospel' de Donna Hightower
Donna Higlitower es una formidable cantante dejazz que entre nosotros, por esas cosas de la vida, se hizo célebre gracias a su interpretación de El vals de las mariposas. Hay quien encuentra la circunstancía lamentable, y a lo mejor lo es, pero culpen ustedes a quien corresponde, que dicho está que quien la hace la paga, o que quien siembra vientos recoge tempestades, o que aquellos polvos traen estos Iodos.También nos ofrecía Donna, de cuando en cuando, unos recitales de auténticojazz, con un repertorio muy bien elegido, aunque algo corto, y unas interpretaciones mayestáticas, en plan Dinah Washington. Y ahora se nos ha puesto de Mahalia Jackson, a cantar gospel.
Se presenta Donna vestida de monaguillo y ataca Sometimes I feel like a motherless child con la intención de hacerlo a cappella, sin acompañamiento. Sólo que en el Pío XII, la noche de su presentación, sí que tuvo acompañamiento, el del sistema de amplificación, con un zumbido inoportuno que ya no iba a desaparecer en todo el concierto. Donna, mujer bravía, mandó sus naves contra los elementos y acometió valerosamente el resto del recital evangélico, desde Swing Low, Swett Chariot hasta When The Saints, tema éste del que no se libra uno en ningún acontecimiento de este estilo, ni de casi ningún otro. Canta Donna el gospel con eficacia y convicción y, como tiene unas facultades extraordinarias, seguro que convierte a unos cuantos infieles o, por lo menos, gana las indulgencias suficientes para hacerse perdonar lo del vals dichoso.
Donna Hightower
Colegio Mayor Pío XII. Madrid, 3 de junio de 1983.
Las manos preciosas
Donna llevó como segunda cantante a Sonia Vallet. Sonia tiene una voz muy dulce, y yo recuerdo con agrado su versión de I've got the right to síng the blues en el Festival del Palacio de los Deportes. Sin embargo, por más que la chica tenga derecho a cantar los blues, para el gospel todavía le faltan tablas. Todo se andará. De momento, hace bien en quedarse en escena mientras Donna canta, y aun haría mejor si además tomara anuntes en vez de dar almas con esas manos tan preciosas que tiene.
Elizabeth Vallet, madre de la criatura, tocó el piano -que en esta música alcanza hermosas resonancias-, presentó el concierto, explicó cosas del gospel y las iglesias negras, cantó, bailó, hizo el artículo de su niña y, en fin, echó el resto. Para dar la nota auténtica, se trajeron al reverendo más grande que este crítico ha visto en su vida. El hombre estuvo toda la primera parte tratando de que se oyera un bajo eléctrico, y casi lo consigue. Poco después de empezar la segunda, se pasó al piano. Allí sentado, y pese a la diferencia de tallas (a su favor, claro), se daba un aire a Ray Charles: luego se puso a tocar y a cantar, y entonces ya no. Tito Moreno, a quien el traje telar le sentaba como a un Cristo dos pistolas, tocó el contrabajo con el entusiasmo de un iluminado, aunque, al presentarle, Elizabeth nos aclaró que el muchacho es ateo. Lo será a machamartillo, como era católico don Marcelino.
Queda dicho ya que el Señor no hizo el milagro de que el sonido se arreglara. Por lo demás, el público coreó algunas canciones, dio palmas en casi todas y se divirtió de lo lindo. Aleluya, hermanos.
Babelia
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