La amnistía del Gobierno de El Salvador, vista por la oposición
La oposición no ve las cosas con la simplicidad que lo hace el Gobierno. La oposición, después de intentar todos los demás caminos, adoptó la vía político-militar de enfrentamiento con el Gobierno para conseguir una participación en el poder del Estado y comenzar a solucionar los problemas de las mayorías. En el seguimiento de esta vía, unos se han exiliado, otros se han instalado en los campamentos guerrilleros, otros trabajan clandestinamente en las zonas controladas por el Gobierno. Todos están integrados activamente en un proceso político para derrotar al régimen y traer una paz justa y estable a El Salvador. Combatientes, exiliados, refugiados y clandestinos no han sido condenados por ningún tribunal ni andan huidos de ninguna ley. Están enfrente, luchando, oponiéndose al Gobierno, cuya autoridad consideran ilegítima. No quieren integrarse en el proceso político que conduce el Gobierno de Magaña con las fuerzas armadas salvadoreñas y con el Departamento de Estado de EE UU, porque no lo consideran válido y porque pretenden detenerle y cambiarle de signo. No hay nada que rehabilitar ni que perdonar, ni el Gobierno salvadoreño tiene autoridad moral para amnistiar a nadie.Además el proyecto de la oposición no está derrotado. El FMLN, el ejército de la afianza opositora, está acorralando al Ejército salvadoreño, que ha perdido la iniciativa hace meses, como, muy a pesar suyo, reconocen, los asesores militares nortearnericanos que dirigen la guerra. Así, la parte cuya suerte en la guerra es menos favorable ofrece una amnistía que implica un desarme a la parte que realmente va ganando. Es una pretensión absurda en la jue no cree ni la misma asamblea que la ofrece. Por otra parte, la posición político-diplomática de la oposición es cada vez más fuerte, porque el número de países latino americanos y europeos que se están pronunciando por una solución política negociada entre todas las partes en el conflicto son cada vez más y más ¡inportantes.
La amnistía parece ofrecer a la oposición la posibilidad de abrirse camino en El Salvador a través de las elecciones. De las elecciones ya hablaremos otro día; ahora baste decir qúe la oposición no ve viabilidad políticaalguna a un proyecto que, a pesar de las reformas realizadas, no deja de apoyarse en la oligarquía tradicional, la fuerza armada salvadoreña y el Gobierno de EE UU, manteniendo en lo esencial el curso catastrófico del pasado. Esta falta de viabilidad se muestra cada día más en el estancamiento político -todavía no se ha aprobado un artículo de la Constitución, por no citar el censo y la ley electorales- y en la ineficiencia y corrupción de un Gobierno que absorbe la ayuda económica, y la militar, de los norteamericanos para financiar e mipresas y bolsillos personales.
Una olla de grillos
El régimen salvadoreño es como una olla de grillos, irracional, incoherente, lleno de rencillas y odios personales, que conserva en una pieza el embajador de Estados Unidos con sus constantes amenazas de retirar el apoyo militar y abandonarlo a su suerte frente a un pueblo que lo detesta.
Finalmente, el régimen salvadoreño es como una hidra de muchas cabezas. La Asamblea Constituyente es la menos feroz de ellas. Más lo son la del Ejército, la de los cuerpos de seguridad y la de los escuadrones de la muerte que de ellos emanan. Que nosotros sepamos, la Asamblea Constituyente -si exceptuamos quizá a alguno de sus miembros- ni mata, ni pone bombas, ni es el principal obstáculo para que regresen los políticos de la oposición. A este efecto, más interesa saber si los escuadrones de la muerte han ofrecido también una amnistía y si el Ejército y los cuerpos de seguridad han anunciado el cese de la brutal represíón que les ha hecho famosos en todo el mundo. Los datos que daba la ,Iglesia católica todavía el pasado 15 de mayo, de cerca de 300 muertos en una semana, indican más bien que, pasado ya el discurso de¡ presidente Reagan ante el Congreso, la represión ha vuelto a tomar fuerza y se há acelerado su ritmo mortal. Y así, mientras la Asamblea Constituyente habla angelicalmente de amnistía a los políticos de la oposición, los escuadrones de la muerte continúan eliminando a simples sospechosos de participar en la protesta popular contra la opresión y la miseria.
Aparte de las consideraciones precedentes, para hacer creíble la amnistía a los que estamos lejos, el Gobierno tendría que comenzar por respetar a los que tiene a mano. Por eso, mientras haya un solo preso político y aparezca un solo cadáver como muestra de la represión, nadie creerá en la amnistía. Pero, desgraciadamente, la amnistía ha sido anunciada para ser creída solamente por quienes quieren creérsela, como se creen todo lo que favorezca su posición hegemánica en Centroamérica. Para los demás, la amnistía del Gobierno salvadoreño es una de tantas palabras vanas que se lleva el viento. La oposición, por su parte, sigue ofreciendo, más modestamente, diálogo sin condicionamientos previos.
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