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"Moderado optimismo" en la reunión de pesca con Marruecos

Después de haber discutido durante ocho horas, solamente interrumpidas para almorzar con los marroquíes, la delegación española que presidía Miguel Oliver, secretario de Estado para la Pesca, se despidió de los periodistas españoles en Rabat con una nota "de moderado optimismo", a la cual prácticamente agregó muy poco.En descargo de esa falta de información por parte de la delegación, sólo cabe repetir lo que ella misma ha argumentado, que solamente era una delegación técnica, solicitada por Marruecos, de puro tanteo para poder dar una idea a los ministros españoles que, el día 15 o 16 de junio, recibirán en Madrid a sus colegas marroquíes, de cómo pueden continuarse las negociaciones para el acuerdo de cooperación global entre España y Marruecos, aparentemente bloqueadas por dos o tres obstáculos de primera magnitud.

"Estamos ahora", dijo textualmente Miguel Oliver, "en condiciones de aconsejar a nuestros ministros, y estimamos que ellos pueden cerrar el trato. Si hay trato -cosa que nunca se puede asegurar-, creo que será por un período largo que nos permitirá desarrollar la planificación del sector de la pesca, que ya hemos presentado al Gobierno español, y que se extiende sobre cuatro años. A los marroquíes, el acuerdo les permitirá, a través de sociedades mixtas, de ayudas nuestras y de cooperación a la formación técnica, desarrollar su propio sector".

Al parecer, sobre la reducción considerable del esfuerzo pesquero español subsisten discrepancias, aunque la delegación española estimó que las exigencias marroquíes, inicialmente de una reducción del 70%, pudieran modificarse luego, en la negociación política. Miguel Oliver reconoció que había que proceder a esa reducción en función del estado del almacenamiento.

Con respecto a las zonas prohibidas impuestas desde el 20 de marzo por Marruecos en aguas saharianas, por "motivos militares y de seguridad", la delegación española ha reiterado a la marroquí que, sin entrar a discutir una decisión soberana de Marruecos, pide al Gobierno marroquí que tenga en cuenta que sí decide mantenerlas, o flexibilizarlas parcialmente, las hagan compatibles con el acuerdo de pesca.

Lo que a simple vista parece indudable es que, tanto en el caso de las restricciones aduaneras impuestas en torno a Ceuta y Melilla, que tanto afectan al comercio de esas dos ciudades, como a las zonas de seguridad y, por tanto, prohibidas para los pesqueros españoles en el Sahara, influyen dos actitudes políticas del Gobierno español: la negativa a discutir con Marruecos sobre Ceuta y Melilla y la reiteración del criterio de que España reconoce la administración, pero no la soberanía de Marruecos sobre las aguas saharianas.

Los marroquíes se muestran mucho más insistentes con el Gobierno socialista a estos dos respectos, por cuanto, en lo que concierne al primero, le reclaman una actitud más acorde con los principios que, según ellos y en lo tocante al anticolonialismo, un Gobierno socialista debe practicar, y en lo segundo, porque las pasadas actitudes propolisarias del PSOE convierten todo lo tocante al Sahara en mucho más sensible para Marruecos.

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