Dámaso
Antes, cuando los aficionados hablaban de Dámaso, se referían a Dámaso Gómez, el valiente y pintoresco diestro de Chamberí. Confirmó la alternativa en 1954, y hasta su retirada hace unos años, siempre estuvo en la brecha, con mayor o menor fortuna, con más o menos corridas. Dámaso fue un legionario del toreo: mataba los toros duros que las figuras no querían ver "ni en fotos". Era espigado, feo, pundonoroso y, cuando se retiró a los 50 años, fue el espada español en ejercicio de alternativa más antiguo. Los aficionados recuerdan a un lidiador de mucha personalidad, por turnos poderoso y frívolo, mandón y excéntrico. Ponía banderillas en todos los terrenos, a veces de una forma espeluznante: andando lentamente hacia el toro, paso a pasó, a ver quién se arrancaba primero, quién aguantaba más; siempre aguantaba más Dámaso, y luego clavaba con mucha reunión, de poder a poder, y el público respiraba de nuevo. Fuera de la plaza era un torero de corte antiguo: le gustaban las mujeres y la juerga.Luego, a finales de los años sesenta, empezó a sonar el nombre de otro Dámaso: Dámaso González, un albaceteño, muy distinto al primero. Era bajito, no ponía banderillas, y un influyente apoderado-empresario le ajustaba todas las fechas que podía torear. Cuando ahora se mencionaba el nombre Dámaso, los aficionados pensaban en el primero, que estaba sin torear, sentado.
Eso sí, el nuevo tenía tanto valor como su tocayo, se arrimaba barbaridades. Entusiasmó a las masas con un toreo antiestético, entre tremendista y mandón, y pegaba muchos pases. Hoy sigue igual, y muchos públicos gustan de contar en coro el número de pases que pega. Pero Dámaso no se inmuta, va a lo suyo; es un trabajador deltoreo. Menos un año que estaba herido, ha venido 13 temporadas a la feria de San Isidro, y hoy torea su segunda corrida del presente ciclo.
"Mato las corridas duras y las suaves, me da igual", decía Dámaso el otro día. "Al toro bueno intento torearle bien, despacio. En los menos buenos me arrimo mucho". Y parece resignado a su posición de labrador del toreo. En su segundo toro del martes pudo haber cortado la oreja de haber matado pronto, pero al día siguiente sólo dijo: "No me ayudó a la hora de matar pero tampoco estuve bien del todo. La próxima vez será". Muchos críticos y aficionados le censuran su falta de estética, pero esto tampoco preocupa al matador. "He intentado torear con más arte pero es difícil, no puedo, no me va. No disfruto".
Dámaso tiene: 35 años, una esposa y tres hijas. También, una finca en Albacete con ovejas, viñas y cereales. Mientras le siga interesando esto, no piensa retirarse. ¿Y cuándo llega el día de marcharse? "Iré a mi finca", contesta. "A ponerme a trabajar".
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