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Políticos y empresarios trataron de capitalizar la primera visita de un papa a Milán

Juan Arias

La visita que el Papa ha realizado a Milán durante el fin de semana, en víspera de una importante campaña electoral y en el momento en que se acababan de romper las negociaciones entre los empresarios y los metalúrgicos, produciendo manifestaciones de protesta por las calles de la ciudad el día mismo en que llegaba allí Juan Pablo II, preocupaba mucho. Todos deseaban llevar el agua a su molino, tratando de capitalizar su presencia, dado que se iba a encontrar en sus cincuenta horas milanesas con más de medio millón de personas, que dentro de un mes irán a las urnas.

El motivo oficial de la visita fue la celebración del Congreso Eucarístico nacional. Ya antes de que llegara Juan Pablo II había habido una polémica entre los grandes sindicatos y el Vaticano. El socialista Giorgio Benvenuto, secretario general de UIL (Unión Italiana de Trabajadores), había escrito una carta al cardenal Agostino Casaroli, secretario de Estado del Vaticano, ante el temor de que los empresarios de Milán pudieran aprovechar la visita del Papa para frenar la batalla en curso de más de un millón de metalúrgicos, que no acaban de conseguir la renovación de su convenio laboral.Pero fue precisamente el encuentro con más de cien mil trabajadores en Sesto San Giovanni, el barrio denominado el Stalingrado de Italia, el momento más significativo de este viaje, junto con la reunión con más de 200.000 jóvenes en el hipódromo de Monza.

En la concentración obrera de Sesto San Giovanni, el delegado de fábrica y sindicalista Alfredo Viscardi dirigió la palabra al Papa en nombre de todos los metalúrgicos, tratándole de tú y diciéndole, entre otras cosas: "La crisis en la que estamos sumergidos produce cada día, como tú sabes, nuevos desequilibrios sociales y nuevas injusticias. Pero quienes pagan, sobre todo, el precio de esta situación son los trabajadores, los jubilados, los jóvenes, las mujeres, los minusválidos"', y acabó diciendo: "Tú, desde tu misión de apostolado, y nosotros, desde nuestra lucha cotidiana, estamos juntos en la defensa del hombre explotado".

Entrar en una fábrica

El Papa, desde un trono rojo, adornado de blanco, que había sido preparado por los obreros de Sesto San Giovanni, les recordó que él conocía muy bien "en mi misma carne, y no porque lo haya leído en los libros", lo que significa "entrar en una fábrica y pasar allí todas las horas de la jornada, todas las jornadas de la semana y todas las semanas del año".El momento de mayor emoción fue cuando el Papa les recordó que los trabajadores de aquellas mismas fábricas se habían opuesto al fascismo cuarenta años atrás. Se lo dijo con estas palabras textuales: "`¡Y cómo no recordar el alto testimonio de conciencia cívica ofrecido en diciembre de 1943, cuando todos los trabajadores de esta ciudad cruzaron los brazos en señal de protesta contra las prevaricaciones de la dictadura!".

Juan Pablo II fue vitoreado por los 200.000 jóvenes en Monza, a quienes Wojtyla les preguntó: "¿Qué debe hacer un papa para seguir joven mientras empieza ya a envejecer?". Y respondió: "`Estar con los jóvenes, hablarles, cantar con ellos". En ese momento, todos comenzaron a cantar. Después les dijo: "Vosotros sois la nueva generación que ha superado y arrinconado la desorientación de los años pasados". Y añadió: "`La época de la contestación ha sido superada"".

"Pero no por eso", puntualizó, "debéis manifestar menor interés en poner vuestra imaginación y vuestras energías en construcción de una sociedad nueva, en la cual", dijo el Papa, "el dinero público no se gaste en armas, sino en progreso social, en bienestar econórnico, en salud y en instrucción". "Ayudad a construir una, sociedad nueva en la cual", continuó diciendo, "el pluralismo de las ideas sea realmente respetado para que quien tiene en sus manos la fuerza no se crea con el derecho de eliminar ocultamente a cuantos no aceptan la ideología del poder". Y concluyó: "Ayudad a construir una sociedad distinta, cuya transformación no tenga que confiarse a la utopía del terrorismo y a la revolución violenta, porque la violencia psicológica o física provoca sólo desgarramientos, muerte, lutos y lágrimas".

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