De la OTAN a la NATO
Aunque, desde hace siglos, los libros sagrados hayan advertido sobre la inutilidad de la riqueza para dar la felicidad, unos pocos países, afortunados y modernos argonautas, se han adueñado del codiciado vellocino de oro. Sólo EE UU, que ejerce la hegemonía, en el grupo, consume más de la mitad de los bienes y servicios que se producen en ¡in mundo donde dos tercios de la población están hambrientos. Es natural, dada la depredadora condición humana, que pretendan conservar y aumentar su voluminosa hacienda. Según insinúan algunos tratadistas políticos maliciosos, como instrumento para la comecución de esos fines altruistas, los países opulentos idearon un arsenal nuclear, de nombre OtAN, que acabará radiando a todo ser viviente.La pertenencia a la NATO de naciones como Portugal, Grecía, Turquía y España, con intereses de plato, de lentejas, confirma el dictamen de los politólogos: siempre que una potencia logra obtener una posición hegemónica estable y duradera frente a otros Estados menores, éstos se ven obligados a renunciar a una política exterior propia; también han de permitir. que la potencia hegemónica intervenga en la propia política interior.
A pesar del tiempo transcurrido no se ha desvanecido aún de la mente ciudadana la imagen de un Leopoldo Calvo Sotelo que, encaramado sobre un velocípedo de aleación ligera, pedaleaba furiosamente hacia una meta de inquietantes siglas: OTAN.
Calvo Sotelo, elegido presidente del Gobierno días después de la rebelión militar del 23-F, articuló de inmediato aquella frase genialoide: "España tiene vocación atlántica". Al escuchar este aserto, grande fue el arrebato popular. Dios inspiraba de nuevo a los gobernantes; por fin, el pueblo sería conducido al atlantismo prometido.
Consecuencia del astuto hallazgo de la escondida y original vocación atlántica fue la integración en la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Varios partidos, que representaban a la mitad del cuerpo electoral, se opusieron frontalmente. Además, entraron en confrontación interpretativa con el Gobierno; éste estimaba que, según el artículo 94 de la Constitución, la firma de un tratado internacional de esta índole sólo requería la previa autorización de las Cortes Generales por mayoría simple; aquéllos, por el contrario, consideraban que, al tratarse de una decisión política de especial trascendencia, era de aplicación el artículo 92: debía ser sometida a referéndum consultivo de todos los españoles.
El referéndum no se convócó porque se tenía la certeza de que, muy mayoritariamente, los consultados dirían que no al ingreso en la NATO; se generaría un debate nacional que informaría a los hispanos sobre la auténtica naturaleza de la OTAN; el debate podría extrapolar hacia una masiva contestación pacifista y antírrearme nuclear, preocupante para algunos Gobiernos.
Ante la decisión ucedea de acudir a la mayoría simple, soslayando el referéndum, Felipe González prometió en el Parlamento: si el Gobierno de la UCD fuerza el ingreso en la NATO con una votación por mayoría simple, el partido socialista sacará a España de la OTAN también por mayoría simple. La urgencia con que el Gobierno planteó el tema OTAN hizo afirmar a algunos comentaristas políticos quése trataba de una maniobra para asegurar a UCD en el poder, y que buscar el paraguas de la NATO para esos fines era un acto de vasallaje que debería enrojecer de vergüenza a todos los auténticos patriotas. Cuando se dijo que la OTAN distraería a los militares golpistas la gente se río mucho.
Necesidad del referéndum
Lo cierto es que aumentaba la tensión internacional al producirse un fuerte desequilibrio entre la organización atlántica y el Pacto de Varsovia, que desaparecía la posibilidad de una política exterior independiente, que en el interior se introducían tensiones artificiales y, por último, que se negaba a un pueblo el derecho legítimo a no morir masivamente nucleado.
Las declaraciones de altos cargos militares apoyando las tesis atlantistas del partido UCD causaron desasosiego y fueron duramente criticadas. Se consideraba que tal actitud constituía una toma de postura partidista, incompatible con la exquisita neutralidad y respeto que las Fuerzas Armadas deben observar ante el abanico ideológico general.
En la Constitución (artículo 8) y Reales Ordenanzas (artículo 3) se expresan claramente las misiones asignadas a las Fuerzas Armadas: garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional. Dado que en los tratados y convenios internacionales se suelen contraer compromisos que pueden presentar contradicciones con la Constitución y que también afectan de hecho a parcelas importantes de la soberanía e independencia de los Estados, así como a su integridad territorial, las Fuerzas Arriadas, cuando se debatan cuestiories referentes a posibles tratados o convenios, deben conducirse dentro de una rigurosa discreción y atenta vigilancia.
Han transcurrido varios meses desde que el partido socialista formó gobierno. El presidente Felipe González no ha cumplido su promesa parlamentaria de salir fuera de la NATO por mayoría simple, pero el fantasma del referéndum planea compulsivamente sobre los gobernantes desde el instante en que sus nobles posaderas ocuparon los dorados sillones ministeriales.
En la política española se ha producido una grave fractura que afecta a la esencia del sistema de -democracia representativa. Se trata de que los ciudadanos, en su mayoría, rechazan la OTAN y bases; sin embargo, sus representantes parlamentarios son abrumadoramente pro NATO y bases. Esta contradicción se resuelve restituyendo a los individuos el derecho que les corresponde a tener una voluntad personal en materia política. Vía ideal para ello, así como para cualquier insuficiencia de participación ciudadana, es esa hermosa institución de democracia directa que se llama referéndum.
El Gobierno socialista, que se expresa en términos de cambio, ética, moral y solidaridad, debe convocar ya el referéndum. Se confía en que para interpretar el texto de la consulta no haya que acudir a eminentes hermeneutas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.