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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La economía subterránea en el desarrollo español

En un reciente estudio sobre la vida económica de Sabadell se ha llegado a estimar la actividad económica sumergida o subterránea, entre un 30% y un 50% del total de la actividad de la ciudad. Un porcentaje muy alto que, en todo caso, tendría visos de mayor verosimilitud en el sector de la confección, pero que pone de manifiesto, una vez más, tanto la importancia del fenómeno para una política económica realista como el poco conocimiento que se tiene del mismo, ya que no existen sino estudios parciales del tema en el textil, el calzado y en la fabricación de juguetes.Por otro lado, algunos estudiosos (véase, por ejemplo, el artículo de B. Santos Ruesgaen, del número 587 de Información Comercial Española, julio, 1982) han empezado a cuantificar la posible fuerza de trabajo ocupada en España en el nivel subterráneo, moviéndose entre una hipótesis mínima de 1.458.000 y una máxima de 31.468.000.

El tema sigue siendo, pues, preocupante, y sobre él podrían hacerse tres preguntas que vienen a ser otras tantas hipótesis de trabajo. ¿Es la actividad subterránea una respuesta ante la crisis, que, por tanto, desaparecerá cuando lo haga aquélla? ¿Es más bien una alternativa, como sugiere el italiano A. Saba en su libro La industria subterránea. Un nuevo modelo de desarrollo ¿Es un factor estructural de nuestro desarrollo económico, con importantísimas repercusiones sociales, y, por tanto, anterior a la crisis económica, aunque ésta haya contribuido extraordinariamente a acentuarlo?

Vía de desarrollo

Yo creo que esta última es la hipótesis que mejor explica las cosas, lo que quiere decir que, al tiempo que deberíamos ver el mencionado fenómeno como algo no meramente "patológico", podríamos tener mayor claridad sobre las características del desarrollo económico que ha tenido lugar en este país y sobre la estructura social en la, que aquél se ha asentado y que, al mismo tiempo, ha pro ducido.

En los años cuarenta y cincuenta inmigran a Cataluña -por centrarme ahora en un contexto que me resulta más conocido y puede ser más prototípico- 1.200.000 personas aproximadamente, a temor de cifras registradas, número que bien podría ser más alto en la realidad. Se crean miles de pequeñas empresas sobre la base de mano de obra inmigrada abundante -y barata, a menudo clandestina e ilegalmente contratada, utilizando profusamente el trabajo a tiempo parcial, a domicilio y de menores.

Cierto que muchas caerán con el Plan de Estabilización de 1959, pero surgirán otras en los años sesenta, que se sostendrán en gran parte con el recurso al trabajo marginal y funcionarán como subsidiarias de las grandes, fabricando piezas, confeccionando prendas de vestir o montando el producto final. En esta década, los inmigrantes serían casi 800.000. La mano de obra ocupada por estas empresas, o al menos un porcentaje importante de la, misma, constituirá el sector flexible del mercado de trabajo, lo que corregirá funcionalmente la inflexibilidad que en las zonas más visibles, y más centrales imponen las exigencias políticas del régimen franquista, inflexibilidad aquélla que tantas angustias provocará a ciertos empresarios, a tenor de sus declaraciones. Una flexibilidad que se traducirá no sólo en ocupación de fuerza trabajo periférica o marginal, sino también en menores costos salariales -a finales de los años sesenta se calculaba que eran un millón los trabajadores que no superaban el salario mínimo-, en niveles salariales por debajo de lo pactado en convenios sectoriales, en la no declaración de las horas extras, etcétera. Una parte de esta mano de obra estará ocupada en forma legal; otra parte, en el nivel sumergido.

En la actual coyuntura de crisis económica, él tenia, en lo que se refiere al sector sumergido, ha sido mejor estudiado, al menos en algunos sectores. De estos estudios se, deduce que resulta procedente hablar de la economía sumergida no sólo como una forma de subordinación de la empresa pequeña a la grande, sino como una salida a la crisis por parte de esta última; son las empresas que dominan el sector -como regla general- las que, imponiendo precios a los productos semielaborados, obligan a ciertas, empresas a sumergirse o semisumergirse (reducir costos). De tal manera que, como señalaba un empresario en un estudio que yo mismo realicé sobre el sector textil, "la economía sumergida es hoy, en momentos de crisis, de fuerte intervención estátal y de rigidez, un complemento adecuado para la no sumergida", o, con otras palabras, un complemento adecuado de flexibilidad.

He aquí, pues, dos rasgos comunes del desarrollo de los años cincuenta y sesenta y de' la actual crisis: la necesidad de encontrar fórmulas que superen la rigidez proveniente o bien def control del Estado o de exigencias políticas, de lalegislación laboral o de la negociación colectiva. No. sólo flexibilízación económica, sino también dificultad de control legal o sindical (basta ver en qué tipo de empresas se realizan las elecciones). Y por otro lado, la posibilidad de encontrar acomodo a una mano de obra ya de por sí flexible: amas de casa, parados, jóvenes, jubilados.

Una parte muy importante de aquella mano de obra periférica, pero legal, de los años del desarrollo, ahora se está surrirgiendo, está adquiriendo con la crisis económica características aún más marginales. Pero su función sigue.siendo la misma: flexibilizar el mercado de trabajo. Es la misma vía de desarrollo, pero ahora sumergida.

Organización social

Pero las características específicas del mercado de trabajo en España han tenido y tienen hoy, quizá en mayor grado, repercusiones importantes sobre la estructura y la Organización social, a través de dos procesos: creando figuras nuevas, en el mercado del trabajo y potenciando las soluciones individualistas o no colectivas.

La economía subterránea está transformando las categorías socioeconómicas, tal cual existían en el modelo capitalista maduro. Veamos algunos casos. Las investigaciones realizadas parecen poner de manifiesto que el trabajo a domicilio no sólo aumenta extraordinariamente en número, sino que está pasando de ocupar sólo a amas de casa a ocupar a jóvenes de ambos sexos, a varones maduros y a jubilados, siendo en muchos casos no ya el trabajo comple,mentario al del cabeza de familia, sino el trabajo principal.

Pero al mismo tiempo se está desarrollando una verdadera organización del trabajo a domicilio, con características muy peculiares: intermediarios, controles de ritmo y de calidad, difusión diferenciada en el territorio, expansión importante a zonas agrícolas y hasta configuración de una verdadera organización familiar del trabajo. Este nuevo tipo de trabajador, aislado, que no conoce a su "empresa" y que no tiene un estatus de alguna manera vinculado a su trabajo, puede diferir profundamente del trabajador tradicional.

Probablemente también tiene poca semejanza con el trabajador tradicionalquien, biená domicilio, bien en una empresa, trabaja con la categoría de autónomo. Aunque tenga una vinculación real con la empresa que le da trabajo, las relaciones labora les son algo totalmente nuevo: no existe un salario, sino un precio de contrata; no hay derechos laborales (antigüedad, etcétera) ni sindicales; las relaciones mismas que este trabajador puede tener con los demás son de competitividad para, obtener la contrata, no de solidaridad, lo que dificulta cualquier tipode organización obrera tradicional entre ellos.

Cambios asimismo. en profundidad se están dando en el pequeño empresario sumergido, proveniente ora de antiguos técnicos, encargados u obreros cualificados que se han establecido por su cuenta (caso frecuente en el textil), ora de antiguos pequeños empresarios que se han desarrollado a nivel subterráneo. Las relaciones laborales de tipo paternalista o individualista -en cualquier caso al margen de la norma-, así como las dificultades de asociacionismo entre ellos, parecen ser sus características más señaladas.

Estas nuevas figuras laborales entrañan también la configuración de unas nuevas relaciones laborales en las que están ausentes tanto la negociación colectiva com o,los sindicatos y aún las reivindicaciones colectivas, siendo la ley de la oferta y la demanda la única imperante, sin ningún tipo de mediación.

Ausencia de mediación y relaciones individuales, he aquí, posiblemente, las características fundamentales en las relaciones laborales en el nivel sumergido, características que están propiciando cambios profundos en la mentalidad la expresión y la práctica social de los trabajadores.

Los cambios señalados están provocando la aparición de aspectos nuevos en la conflictividad social. En muchos casos resulta evidente que los conflictos tienden a debilitarse, debido al aislamiento de los trabajadores y, par tanto, a la exigencia de resolver los propios problemas individualizadamente, no existiendo formas alternativas de organización que funcionen, al menos consolidadamente.

Pero en otros casos los conflictos pueden recrudecerse, con fuertes tintes corporativistas o localistas. Si sigue acentuándos.e el foso entre el sector de trabajadores digamos "central" (los que tienen un trabajo más o menos seguro) y el sector "marginal", no se puede excluir que lleguen a darse conflictos en el seno mismo de los trabajadores, o bien entre los maxginales y los sindicatos, como seha podido detectar ya en algún caso. Los sindicatos, a su vez, corren el riesgo de convertirse definitivianente en el instrumento reivindicativo de los trabajadores "centrales", abandonando un amplio subproletariado, cuya atracción, hay que confesarlo, resulta hoy difícil, con las fórmulas organizativas y reivindicativas que tienen los sindicatos. Aquí se requiere, pues, un esfuerzo importante por parte de éstos, cosa difícil, pero rnás sencilla, en todo caso, que intentar borrar por decreto la existencia de la economía sumergida y (le la economía periférica.

La actividad económica subterránea, por último, pone, en cuestión aspectos socioculturales hasta ahora casi hegeniónicos, como son los referidos a basarel estatus, el prestigio o el logro social sobre el trabajo, la categoría laboral, la ocupación reconocida. Pero resulta que el trabajo, en el nivel sumergido, es algo pasajero, socialmente inconfesable, casi socialrriente inexistente. No resulta arriesgado relacionar esto con la perspectiva de no trabajo que plantean muchos jóvenes, sobre todo si se piensa que cientos de miles de: ellos no pueden hoy acceder al mercado labiaral reconocido y que, al máximo, realizan las actividades consideradas más marginales muy a menudo sumergidas.

Todas estas breves consideraciones plantean la necesidad de redefinir la actividad y la categoría laboral como fundamento máximo de la organización y de las relaciones sociales, porque están apareciendo fenómenos tan extendidos y de tanta importancia, al menos en nuestro país, que requieren poner en cuestión certezas aparentemente intocables.

Faustino Miguélez Lobo es profesor en la Universidad Autónoma de Barcelona.

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