Seis jóvenes compositores estrenan sus primeras obras
Por segundo año la Fundación March ha convocado la Tribuna de jóvenes compositores, cuyo concierto sirvió para el estreno absoluto de seis partituras que fueron seleccionadas por Joan Guinjoán, Tomás Marco y Luis de Pablo.Juan Antonio Pagán (Madrid, 1955) comenta que en su Sinfonía de cámara número 1 "no se desechan elementos clásicos"; antes bien, se diría que están muy presentes, incluyendo como tales algunos que provienen de nuestro siglo. Hay en la obra de Pagán una lograda voluntad de controlar el todo de la obra, su estructura global, y lo único que cabe reprochar creo que no es sino fruto lógico de la bisoñez, a saber, la falta de asimilación personal de los procedimientos para lograr un discurso musical más fluido, donde los distintos bloques no sean tan obvios, sino que se integren con naturalidad en el lenguaje propio. La Sinfonía de cámara número 1 puede parcelarse con demasiada facilidad, aunque cada uno de los pasajes revele a un prometedor músico. La melodía de timbres que aparece en el primer movimiento me pareció uno de los momentos más felices.
Sinfonía de cámara numero 1 (Pagán), Concierto para violonchelo y orquesta de cámara (Pérez Maseda), Ricercare a quattro (García Pistolesi), Quinteto con clarinete (Berea), Estructuras simétricas (Armenteros) y Souvenir número 1 (Macías)
Rafael Ramos (violonchelo), Nicolás Daza (guitarra) y Dionisio Villalba (percusión). Grupo Koan. Director: José R. Encinar. Fundación Juan March. Madrid, 18 de mayo de 1983.
Eduardo Pérez Maseda (Madrid, 1953) era hasta hoy más conocido por sus trabajos de investigación y divulgación musical. Su primer estreno ha revelado un pensamiento musical original y que sabe verterse con lógico lenguaje y atractivo sonoro. Es un Concierto para violonchelo y orquesta de cámara, de planteamiento nada tópico y de escritura alambicada, especialmente en la parte solista, que fue estupendamente servida por Rafael Ramos. Hay en la obra auténtica dimensión sinfónica y continuos elementos melódicos que garantizan la comunicabilidad de un trabajo que, por otra parte y en aparente paradoja, puede calificarse de muy cerebral.
El madrileño Juan García Pistolesi concede a su Ricercare a quattro cierta importancia... "a pesar de estar hecha en 1981" (!), escribe en el programa. Y es que -nacido en 1960- se encuentra en ese periodo efervescente en el cual los músicos dotados arrancan a escribir simultaneando el trabajo formativo y descubren cosas cada día que convierten en viejos los esbozos de ayer. No hace falta, sin embargo, alardear de visionario para señalar en este antiguo Ricercare síntomas claros de un talento musical original y con ideas. Trabajo académico en su origen, me llamó la atención sobre todo por el personalísimo sentido contrapuntístico que lo vertebra.
Berea (Madrid, 1953), el más experimentado y conocido de los participantes en esta Tribuna, comenta a propósito de su Quinteto con clarinete que, "tras una apariencia visual y acústica normal, mi objetivo ha sido ir rastreando poco a poco en los cimientos mismos de la expresión musical, obviamente de mi expresión musical. Lo cual es algo quizá demasiado ambicioso, pero siempre más interesante que la simple acumulación de datos de última hora". Pienso que el comentario lleva implícito el reconocimiento de un período de inflexión, como tal transitorio, en una obra ya abundante en frutos de muy distinta significación. Lo que pueda tener el Quinteto de personal meditación y replanteamiento da como resultado una partitura distante, una música fría en su devenir sonoro.
Radicalmente contrapuesta es la postura de Eduardo Armenteros (Madrid, 1956) en sus Estructuras simétricas, un doble concierto para guitarra, percusión y grupo, que tuvo a Nicolás Daza y Dionisio Villalba por solistas, sin duda capacitados para dar más de sí en posibles reposiciones de la obra. Se basa ésta, como bien indica el título, en una rigurosa simetría formal que, además de garantizar la coherencia discursiva, ofrece referencias auditivas a la manera de la música tradicional, buscando la fácil captación y el primordial deseo de comunión que declara el autor en sus notas al programa. Particularmente atractiva encontré la segunda sección de la obra, con el diálogo entre guitarra y percusión.El Souvenir número 1 pour neuf instruments, del vigués Macías (1958), es la obra más alejada del movimiento en pro de la biensonancia, incluso del neomelodismo que se advierte en la música joven de hoy, y no sólo en la española. Por eso cabe calificarla a la vez como la más valiente y la más vieja de las que escuchamos en esta Tribuna. El planteamiento es deliberado: Macías parte de "cinco brevísimas citas de cuatro compositores de la vanguardia de los 50"... La utilización de dos pianos en registros extremos y del Glockenspiel da un color tímbrico peculiar a la obra.
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