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Felipe González, invitado oficialmente a visitar Brasil

"Que pena, qué pena, qué pena / tener a Figueiredo / y no tener al rey; / que nos quiten la pena". Hace algunos años, las escuelas cariocas de samba atronaban los carnavales de Río con este estribillo destinado a recordarle al general cómo se desmontaba una dictadura con rapidez y sin violencia. Acaso el zaherimiento fuera excesivamente injusto, por cuanto Figueiredo -aun cuando con muchas reservas, cautelas y hasta trampas- ha encauzado este país hacia la democracia parlamentaria; pero la libertad y las ganas de vivir de la eterna victoria de Don Carnal sobre Doña Cuaresma serán siempre en Brasil inalcanzables para la censura. Al menos durante cada mes de febrero.

El DC-8 de la Fuerza Aérea española que transporta a los Reyes aterrizó en la mañana de ayer en la base aérea de Galeáo, donde les esperaban el gobernador socialista Brizola; el cardenal de Río, monseñor Eugenio Sallés, y el comandante del primer cuerpo de ejército, general Gomes de Almena. La mañana fue invertida en homenajes, ante la Tumba al Soldado Desconocido, por los caídos brasileños en la segunda guerra mundial (unidades regulares brasileñas combatieron en la campaña de Italia) y en una deslucida subida turística al Cristo de Corcovado para contemplar la bahía de Guanabara, entristecida por su cielo de nubes bajas.Los Reyes se hospedaron en uno de los hoteles linderos con la playa de Ipanema. Por la tarde se encontraron en la Casa de España con la colonia residente e inauguraron en el Museo Nacional de Bellas Artes la exposición de pintura religiosa sevillana del siglo XVII. Un gigantesco estandarte con la bandera española permanecerá izado frente al museo mientras dure esta exposición.

Lionel Brizola, siempre descamisado y populista, ex gobernador de Río Grande do Sur durante el mandato presidencial de su cuñado el presidente Joáo Goulart, que escapó a Montevideo en el golpe de 1964 recorriendo los caminos disfrazado de mujer mientras todo el Ejército procuraba su captura, que coqueteó con posibilidades guerrilleras en Brasil, fue ayer el alegre anfitrión de los Reyes como gobernador de este Estado y esperanza del socialismo brasileño. Desde Río de Janeiro está aplicando a su país una derivación de la teoría zoquista, elaborada en su día por Regis Debray (un foco guerrillero que se expande por contagio), trocando los votos por los tiros. La gobernación de Río es ahora el foco democrático -y socialista- que se quiere irradiar.

En la noche, Brizola homenajeó a los Reyes con una cena en un restaurante inaugurado para esta ocasión en los jardines de Arcos da Lapa.

Tras las conversaciones de Brasilia, don Juan Carlos I ha invitado al presidente Figueiredo a visitar España, y éste al presidente del Gobierno, Felipe González, a visitar Brasil (ambas visitas aún sin fechas). El ministro español de Asuntos Exteriores, Fernando Morán, se demoró brevemente con la Prensa brasileña para explicar el alcance de estas visitas de Estado ("yo, cuando viajo con el Rey, me dejo en casa mis preferencias políticas"), asegurando que los Reyes visitarían todas las repúblicas latinoamericanas sin hacer excepción de sus regímenes políticos.

La Prensa escrita y audiovisual sigue ocupándose generosamente de la visita real, dedicando páginas especiales a nuestro país; casi todos los diarios publican chistes de intencionalidad política con las caricaturas de don Juan Carlos y Figueiredo. Jornal do Brasil publicaba ayer un editorial, bajo el título Destinos convergentes, en el que se leía que "el verdadero sentido de la visita. del Rey de España a Brasil tal vez esté en la verificación de que en el final del siglo el mundo tendrá como gran espectáculo político la inequívoca desilusión de Las naciones hacia las formas autoritarias de gobierno". Así son las. cosas. La crisis económica de la década de los treinta propició la creación de regímenes militares de autoridad en el Cono Sur, y ahora otra crisis económica más grave que aquélla en esta zona del mundo está expulsando el gorilismo a las tinieblas exteriores, incluso con el aplauso de las clases económicas privilegiadas.

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