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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Medicina, sociedad y conflictividad

Recientemente, las espadas agresivas y desafiantes de un importante colectivo médico hicieron frente a un proyecto sanitario del Gobierno.De una dialéctica inicial se desencadenó una huelga nacional. La huelga médica crispó la opinión pública y, si embargo, la sociedad entera supo mantenerse expectante, iríoperante y en un mutismo absoluto.

La pregunta flota en el ambiente: ¿hasta cuándo el pueblo llano mantendrá su silencio? ¿Qué ocurrirá si la chispa enciende el fuego de la opinión pública y el pacífico expectante se transforma en juez y verdugo de esta disputa ambigua, en la que sólo él es el más perjudicado?

Antes que la chispa salte y haga saltar en pedazos todo este pulso existente entre el Ministerio de Sanidad y el ilustre colectivo médico, creo oportuno analizar los pormenores de esta situación para que el pueblo silencioso pueda, si ha de hacerlo, hablar y decidir con criterio salomónico y cancelar así el conflicto. Cuatro son, a mi juicio, las partes implicadas:

a) El Insalud.

b) Un colectivo médico, activado y realimentado por un Sindicato Médico Libre y un apoyo del Consejo General de Colegios de Médicos.

c) Un segundo colectivo médico.

d) La propia sociedad.

El conflicto está generado aparentemente por una falta de entendimiento entre un colectivo médico y la administración sanitariaInsalud, referente a dos puntos, que son -por el momento- considerados como materia de conflicto-discusivo.

a) El estatuto jurídico del profesional médico.

b) La movilización de plantilla del personal sanitario.

Ante esta disyuntiva, las opiniones se polarizan en extremos contrapuestos y de forma clara y definida. Por una parte, los profesionales conservadores e inmovilistas contradicen al segundo colectivo médico, más liberal, que prevé un futuro profesional más incierto.

El primer colectivo enarbola la bandera de la huelga. El segundo se mantiene firme en su puesto de trabajo porque desea y quiere la reforma sanitaria y, a su vez, considera que estos puntos de debate carecen de la fuerza moral suficiente para desencadenar una huelga de tan tremendas dimensiones.

¿Qué es lo que en realidad se pretende con este conflicto en marcha?

1. El profesional conservador teme, y con razón, ser expropiado de su puesto de trabajo y enviado a otro lugar geográfico, en donde sus servicios pudieran ser más útiles a la sociedad.

2. Que esta decisión, y otras muchas a tomar en un futuro incierto, dependerán de unos comités de empresa o tribunales populares, en los que la representavidad médica será mínima, y máxima de miembros representantes de otras estructuras y capas sociales.

Es precisamente aquí en donde estamos obligados a analizar las raíces de esta problemática, porque un nuevo intento desestabilizador -con argumentos diferentes- se contempla para este mes de mayo, y en el fondo de este asunto sus causas últimas se mantienen aún ocultas, solapadas y confusas.

El conflicto no es de fácil resolución. No son solamente personas las inculpadas, sino que también conceptos doctrinales e ideológicos que en un colectivo han cristalizado prematuramente y en el otro se mantienen rígidos a la tradición.

Por todo ello trataremos de construir una tesis coherente para poder esclarecer unos hechos con unos posibles resultados eficaces y eficientes.

A) La sanidad y la salud

La OMS definió la salud como un estado completo de bienestar fisico, mental y social. La enfermedad sería una desviación de la normalidad social establecida. En ambos casos, el mantenimiento de la salud y su recuperación será competencia del Estado.

Estos conceptos, analizados por Durheim, Robert Wilson, Fromm y Marcuse, son, en esencia, el nudo gordiano de nuestro análisis.

Salud y enfermedad han existido siempre. Sin embargo, el prisma de su interpretación histórica ha sido muy diferente, según las épocas.

Del carácter teúrgico de la enfermedad a su concepción social medió nada menos que la revolución industrial y la Revolución Francesa, que aportaron en materia médica datos objetivos a esta realidad.

El conocido informe de Beveridge en 1942, planteado al Parlamento británico, considera "que la salud es tan importante a la comunidad, familia y Estado, que no ,puede dejarse al cuidado individual". Este fue el inicio de la sanidad nacional del Reino Unido. La sanidad en nuestro país evolucionó, desde sus inicios, de manera desordenada y anárquica, sin una estructura formal. Numerosas entidades, organismos, instituciones han dispuesto de organismos sanitarios y autóctonos: la Iglesia, el Ejército, el cabildo, las diputaciones, las entidades privadas, la propia Seguridad SociaL

La sanidad a que nos referimos implanta sus centros sanitarios en centros de máxima concentración urbana, dejando en el desierto de las distancias al resto de la población provincial. Sus mejoras y sus graduales ampliaciones de las estructuras originales son parcheos en las obsoletas instituciones, creando así un modelo monstruoso de instituciones sanitarias, polimorfás y centralizadas. Es aquí adonde han de acudir, desde los más distanciados extremos, los más,diversos pacientes con la patología más anibigua y descontrolada.

En la actualidad, las autonomías regionales han confeccionado sus mapas sanitarios, y el Gobierno desea aplicar su programa, el cual es denominado como la reforma sanitaria.

B) La sociedad

El colectivo social demanda la reforma sanitaria como necesidad imperiosa a sus necesidades primarias.

Es precisamente la sociedad la que, mediante sus cotizaciones y el complemento procedente de los presupuestos nacionales, hace posible financiar la infraestructura sanitiaria y materialmente mantener el colectivo médico. En una palabra: son obreros y empresarios y el Estado quienes mantienen la sanidad y arbitran y han de controlar la empresa sanitaria.

C) Colectivo médico

El profesional dogmático, recubierto de una aureola sernimítica y capaz de penetrar en los problemas humanos y en los del más allá, ha dejado de existir, y solamente hoy es un recuerdo como pieza de museo de la antropología cultural. El profesional médico está tratando al hombre dea carne y hueso, como definía don Miguel de Unamuno, y sobre materias concretas farmulará sus hipótesis diagnósticas desde que apareció en escena la medicina positivista, objetiva y cientilfica.

Desde este momento, el profesional médico trata solamente cuerpos enfermos, y no espíritus malignos. Socialmente, el profesional médico ha perdido de forma irrecuperable su carisma chamánico.

Pero hay más, porque el profesional médico, integrado en la sanidad del Estado, depende ahora de un sueldo o salario, de una institución, de un horario de trabajo, de unas normas impuestas por un organismo superior, piramidal; de unas vacaciones, de unos descansos de unas horas y turnos extraordinarios, de unas guardias médicas y, consecuentemente, el profesional médico ha mutado su imagen a nivel popular y se ha equiparado a un profesional más de la heterogénea lista de profesionales y trabajadores del Estado. (Véase Estatuto del Trabajador, ley 8/1980, Boletín Oficial del Estado.)

Es aquí en donde se inicia el conflicto de identidad entre dos colectivos generacionales distintos. Es aquí en donde un colectivo desea mantener su pedestal, su prestigio, exigiendo del Estado un estatuto propio jurídico para su colectividad de elite. Es ahora cuando ve en peligro sus prebendas y, privilegios. Y, sin embargo, la propia evolución y dinámica de la historia ha hecho que este colectivo pierda su prestigio colectivo por el simple hecho de que las clases populares han podido penetrar en la propia problemática y vida interior del propio colectivo médico y confirmar que también ellos son de carne y hueso, como ellos mismos. Esta observación la consiguió el mismo pueblo, en parte, al mejorar su nivel cultural, y en parte, por los medios de difusión social, que han mostrado en crudo las realidades patentes de los profesionales y de sus limitaciones.

Sin embargo, si la profesión médica ha perdido su prestigio en cuanto a colectividad, por el contrario, ha conseguido un paso más firme y laudable a su favor: el prestigio individual; pero éste es un privilegio personal que recae sobre las virtudes individuales de cada cual y que está tan unido al profesional que lo merece como la sombra al cuerpo.

El segundo hecho importante es que el colectivo médico ha roto, diplomáticamente hablando, sus paternales lazos de unión con sus colegas generacionalmente más jóvenes, que buscan, itinerantes, un modo de subsistir y de realizarse. Resulta evidente que el Estatuto del Trabajador y la reforma sanitaria tendrán que aceptarla por imposición formal de la propia sociedad, que está en realidad manteniendo el sistema, y a su vez querrá controlar sus inversiones. Por ello los comités de empresa desean estar presentes y hacerse patentes en esta reglamentación jurídica.

D) En última instancia, el Insalud, y por, tanto el Gobierno, es el responsable final de la sanidad. La reforma sanitaria es a todas luces necesaria y urgente, pero el Estado tampoco puede desprivatizar al médico dejándole en la indigencia una vez expropiado de sus plúriempleos al aplicar las leyes de incompatibilidades. El Insalud tendrá que mirar estos extremos, mejorando los sueldos y adecuando el ambiente laboral y otras medidas de trabajo.

En este conflicto resulta evidente que cada una de las partes tendrá que ceder algo para que la rueda de la historia pueda seguir engranada sin resquebrajamiento y sin fisuras irreparables.

Si la huelga actual tiene un fondo diferente, si el pulso que se le hace al Gobierno está implícitamente relacionado con huelgas de otras instituciones fácticas como maniobra de sestabilizadora, la empresa no daría efecto. Nunca segundas partes fueron buenas, según el refrán. Porque la aplicación mimética de maniobras similares en Suramérica disponen aquí de un marco geopolítico muy diferente.

Si la huelga trafa en esencia de mantener las prebendas tradicionales, la crítica situación internacional, la creciente crisis y el infrenable paro, resultaría una reivindicación desapuntada e ímprocedente. Por otra parte, tendrían que replegarse para dar salida, al menos, al número cada día más crieciente de profesionales médicos en paro, entre los que, sin duda alguna, habría que incluir a sus propios hijos.

Si la huelga trata de frenar el control de la profesión por las clases sociales diversas que componen el comité de empresa, este conflicto se resolverá entre la empresa y el colectivo médico.

Finalmente, si es la imagen profesional, que deteriora al colectivo médico frente al colectivismo social, ha de saber que el médico adquirirá su prestigio por sus condiciones personales, su labor y su conducta, y estas metas pueden llegar más lejos que las metas alcanzadas por la colectividad profesional en sus épocas de lustro.

Fernando Bueno Martínez es cirujano jefe de la Seguridad Social de Oviedo.

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