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LAS VENTAS

Un novillo a la antigua usanza

El novillo que abrió plaza, no demasiado grande aunque sí serio y cuajado, como todos, en seguida se vió que estaba hecho a la antigua usanza, como aquellos poderosos ejemplares que anunciaban "de desecho de tienta y defectuosos", los cuales se echaban los caballos a los lomos. No paró de embestir; peleó en los lances de capa, con Pascual Gómez Jaén, que también tenía ganas de pelea; levantó sobre la testa al picador, con su equino y su peto, y los lanzó donde quiso; se fue arriba en banderillas, con tal agilidad y fuerza que les comía el terreno a los peones, y a uno de ellos, Ramón Ortiz, le hirió.La voltereta fue impresionante. Atrapó literalmente al banderillero y se lo pasó de pitón a pitón. Una fiera. Por el lado derecho quedó imposible ese novillo, pero por el izquierdo seguía el engaño, y Gómez Jaén, que lo entendió perfectamente, toreó al natural en el terreno adecuado a lo largo de varias series esforzadas y valientes. Se confió el veterano espada y quiso hacer el Ojeda, figando pases en derredor de su verticalidad con las zapatillas clavadas en la arena, pero el novillo, que ya queda dicho era de fiera condición y casta, se lo quité de delante a derrote limpio.

Plaza de Las Ventas

8 de mayo,Novillos de Andrés Ramos Plaza, con trapío, casta y genio. Pascual Gómez Jaén. Media trasera tendida y nueve descabellos (silencio). Estocada (oreja). Ángel González. Bajonazo descarado y rueda de peones (silencio). Pinchazo y media; rebasó dos minutos el tiempo reglamentario (algunas palmas). Rafael Sandoval. Tres pinchazos, media trasera atravesada, rueda de peones y dos descabellos (silencio). Dos pinchazos, estocada corta atravesada y dos descabellos (silencio). El banderillero Ramón Ortiz, resultó cogido de pronóstico reservado.

Hubo más volteretas en la tarde y en el reparto le correspondió una de ellas a Gómez Jaén, que se mostró voluntarioso y hasta arrojado en todos los tercios. Ocurrió en el cuarto, otro indomable galán que se revolvía, pues el genio no le dejaba parar. El valiente novillero instrumentá estatuarios y cuando ejecutaba los redondos, resultó cogido por la barriga, de forma espeluznante. No pasó nada, afortunadamente, sino que continuó la deslavazada faena aún con más valor, y la remató mediante un estoconazo por el hoyo de las agujas.

Muy valiente estuvo también Ángel Gónzalez frente a los dos violentos novillos que le correspondieron, sin que le alteraran lo más mínimo ni los numerosos achuchones, ni la voltereta tremenda que le propinó el segundo. Este último tuvo el honor de que lo banderillearan Calderón y Cervantes, por lo cual pasará a la historia. Lo hizo mejor Cervantes, a quien ovacionaron tan fuerte que saludó montera en mano, y además bregó con mucho acierto. No es manco, no. Fue una tarde de emoción, con estas salpicaduras de torería, que complacían a los aficionados y tenían admirados a los turistas. Los gestos de valor se rompieron con Rafael Sandoval, que trapaceaba en franca huída, aparentemente sumido en un puro espanto, y lo pretendía disimular me¿iante desplantes aflamencando la figura, generalmente cuando no le miraban los novillos, o estaban lejos, o se amorcillaban. Así cualquiera. Le abuchearon, pues la gente no está por ahí.

La gente está por el toro, y habría querido que todos se comportaran como el primero, a la antigua usanza. Pero aconteció lo de siempre en esta plaza: cuando un toro es de los que tumban caballos, desaparece El Pimpi y ya no vuelve a salir otro así. Un rato más tarde retorna al callejón El Pimpi, con carita de no haber roto un plato. Dicen que donde se va es a la capilla, a echar un Rosario, para que la Virgen le proteja sus caballos, y lo hace con tanto recogimiento y fe, que lo consigue. El Pimpi, tan denostado por la afición, está ungido de beatitud. No hay más que verle.

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