Bodas de oro entre Carlos Saura y Antonio Gades

El éxito internacional de Bodas de sangre animó a su productor, Emiliano Piedra, a promover una nueva experiencia cinematográfica que dirigiera Carlos Saura sobre coreografía de Antonio Gades. En esta ocasión no había un montaje teatral previo, sino que el proyecto debía nacer de una concepción primordialmente cinematográfica. Saura y Gades trabajaron conjuntamente desde el principio, coincidiendo, en su elección del legendario personaje de Carmen, con otros directores europeos (Godard y Rosi, en el cine; Brook, en el teatro) que presentan este mismo año sus versiones del mito.Saura y Gades han optado por una estilización de la historia, de Merimée, ocasionalmente ilustrada con la música de la ópera de Bizet, en la que se narran los ensayos de un ballet que prepara una versión de Carmen; al tiempo, como en una doble historia que repite la primera, prolongándola y contradiciéndola, el coreógrafo siente por la bailarina una pasión similar a la de los personajes del espectáculo.

Ese juego elemental se hace más complejo en la imagen. Saura alterna la pasión real con la del juego escénico, construyendo una sola pasión, sin que la sucesión chirríe ni se refugie en el tópico; sólo en un breve pasaje Gades lee el texto de la novela para facilitar la narrativa; el resto se comunica con naturalidad a través del baile. Sus autores conocen, y quizá, sin saberlo, todos los resortes que el cine musical ha creado en su historia. Gades y Saura dominan la composición y el plano, conocen el ritmo de la imagen y combinan sonido y baile con una maestría admirable.

Saura, además del ballet, narra, con los mismos ojos, su concreto mundo interior. En la creación de ese ambiente, que conjuga lo sórdido con el espectáculo, interviene especialmente la fotografía de Teo Escamilla; se juega con los coloresaplicando al mito su propia caricatura. Saura refleja la tragedia de Carmen desde una concepción que respeta sus claves, pero opinando sobre ellas: la luz elegida prohíbe el tono entusiasta de nuestros viejos filmes folklóricos.

El juego dramático se establece a través del sexo. Laura del Sol, la intérprete de Carmen, es una mujer cálida que interpreta con pasión su personaje. Saura ha estimulado el erotismo con que seduce a Gades en su primer encuentro, prolongándolo luego en toda la película, eliminado cualquier sentimentalismo.

La narración se intensifica cuando Antonio y Carmen comunican su pasión en el baile, cuando las mujeres luchan por sus hombres y éstos compiten por ellas. Manda la tierra. A los cincuenta años, Carlos Saura ha realizado una de sus más bellas películas, una de las más libres.