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Reportaje:

Italia, un país con la democracia 'bloqueada'

La imposibilidad de proceder a un recambio en el poder provoca la repetición permanente de las crisis de Gobierno

Entre los países de Europa occidental, Italia es el único que no ha experimentado un cambio en la principal fuerza de gobierno (la Democracia Cristiana), a pesar de que en 38 años, desde 1945 hasta hoy, se cuenten 44 Gabinetes distintos y en poco más de un decenio se haya visto obligado a convocar elecciones anticipadas por tres veces, y ahora, tras la dimisión de Amintore Fanfani, una cuarta. A la luz de estos datos, los analistas estiman que Italia es un país con una democracia bloqueada, sin posibilidad de recambio en el poder, cuyas características le hacen asemejarse a la República de Weimar, a la IV República francesa y a la España republicana de 1936.

Un reciente estudio sobre la duración de los Gobiernos italianos durante la posguerra muestra que su vida media ha ido decreciendo progresivamente hasta llegar a seis meses y 25 días de duración por cada Gobierno (el de Fanfani se ha mantenido sólo cinco meses). Por el contrario, el número de días que los Gabinetes dimisionarios han permanecido en funciones hasta la formación del nuevo Gobierno ha ido aumentando: 244 días estuvo Italia sin Gobierno durante las cinco crisis que se produjeron en la sexta legislatura, y 192 días en las tres crisis de la séptima (1976-1979).No se ha formado en Italia, en definitiva, un Gobierno que haya tenido la posibilidad de durar el tiempo indispensable para programar una política determinada y ponerla en práctica.

Dos teorías tratan de explicar las causas que originan la permanente sucesión de Gobiernos, que, por otro lado, no se diferencian más que en el tipo de coalición decidida en el Parlamento, y en la que siempre figura como eje la Democracia Cristiana.

El 'factor K'

Alberto Ronchey, comentarista político del diario La Repubblica y de la revista L'Espresso, enunció en 1979 la tesis del factor K (de Komunist, comunista).Expresada en términos simples, la teoría del factor K establece que en las sociedades democráticas occidentales en las que los partidos comunistas tengan un papel determinante dentro del bloque de la izquierda -tanto por ser el mayor partido como por tener capacidad para condicionar la estrategia de todo el bloque- estos partidos no pueden desempeñar el papel de la alternativa al Gobierno e impiden que esta función pueda ser efectuada por otros grupos políticos de izquierda, como los socialistas. La democracia queda entonces bloqueada, sin posibilidad de cambio, con todos los factores de crisis, la inestabilidad y la degeneración que ello comporta.

En el caso italiano, con un partido comunista (PCI) que obtuvo e 30,4% de los votos en las última elecciones generales de junio de 1979, y un partido socialista (PSI) que consiguió el 9,8%, se cumplen esas condiciones. Y mientras la izquierda en su conjunto superó el 41,6%, tenemos a la DC, que, con el 38,3% de los votos, es el único partido que ha permanecido en el poder ininterrumpidamente desde el final de la segunda guerra mundial, y un país, Italia, que es el único. en Europa occidental en el que no se ha producido un recambio en el Gobierno, contradiciendo la lógica democrática según la cual no hay partido de gobierno por definición ni partido condenado a la oposición permanente. Los detractores de la tesis del factor K, fundamentalmente los comunistas, señalan que si bien es cierto que el recambio no se ha producido, esto no es culpa del PCI, sino del miedo al cambio que existe en Italia y a la debilidad histórica de los socialistas. Pero es cierto que la causa de ese miedo es precisamente su partido, y que el origen de la debilidad del partido socialista (PSI) -un partido que en 1946 era la segunda formación política del país y contaba con el 21% de los votos y 115 escaños en la Asamblea Constituyente- se debe al espacio que el PCI le ha ido ocupando dentro del electorado.

Con respecto al caso francés Ronchey señala que la alternativa de izquierdas venció en Francia cuando los comunistas franceses descendieron al mínimo histórico de sus votos y los socialistas consiguieron la mayoría absoluta de lo escaños. En Grecia, Andreas Papandreu, para ganar las elecciones, se comprometió a no suscribir ningún acuerdo con el Partido Comunista de Grecia (o del exterior). Finalmente, los resultados de las últimas elecciones españolas -descenso estrepitoso del PCE y acceso del PSOE al poder- tienden a confirmar, según sus defensores, la tesis del factor K.

La teoría institucional

Otra teoría hace remontar el bloqueo de la democracia en Italia a la propia Asamblea Constituyen te de 1946, cuando los tres mayo res partidos decidieron optar por el sistema proporcional como fórmula electoral. La profunda desconfianza que existía entre los dos bloques políticos italianos -el católico, por un lado, y el socialcomunista, por otro, ya que el PCI y el PSI habían establecido un pacto de unidad de acción, que fue precisamente el que provocó el vacío en el espacio político socialista-, en un momento en que el mundo se dirigía a la división en dos campos contrapuestos y a la guerra fría, les obligaba a guardar una mutua cautela.El sistema proporcional elaborado en Italia para las elecciones tiende a dividir el cuerpo electoral según el espectro de todos los partidos políticos, de forma que los electores permanecen al margen de la decisión fundamental: cuál será el Gobierno que resultará de su voto. Los votantes eligen un partido y un grupo parlamentario, pero no un primer ministro ni un Gobierno, ignorando si el partido por el que han votado entrará o no a formar parte del próximo Gabinete y con qué tipo de alianzas.

Todas estas decisiones, una vez abiertas las urnas, corresponden a los partidos. De ahí que la designación de los ministros corra a cargo de las direcciones de los partidos, en vez de ser competencia exclusiva del primer ministro, que ve de esta forma notablemente menguada su responsabilidad real dentro del poder ejecutivo.

Estos defectos resultaron poco evidentes durante la época del centrismo italiano, en la que la DC conservó la mayoría absoluta. Cuando la perdió, a los democristianos les bastó recurrir a los pequeños partidos de la derecha para, haciéndoles renunciar a algunas de sus peculiaridades, permitirles participar en el Gobierno, manteniéndoles en posición subalterna, y conseguir así el 50% de los votos en el Parlamento. Cuando, a finales de los años sesenta, los socialistas se unieron a los socialdemócratas y formaron un solo partido, se vislumbró la posibilidad de una alternativa a la DC en Italia. Pero la presión conjunta de democristianos y del PCI lo impidieron.

La DC atrajo a los socialistas al Gobierno con el centro-izquierda para después puentearles por la izquierda, promoviendo una política de acercamiento al PCI, con lo cual conseguía tres objetivos simultáneamente: enfrentar a los dos partidos de la izquierda, dado que uno estaba en el Gobierno y otro en la oposición; reducir aún más el campo electoral del PSI al estar expuesto a las críticas de los comunistas, y captar la voluntad política del PCI al prometerles una participación en el gobierno que nunca han estado dispuestos a conceder.

Por parte del PCI se elaboró la estrategia del compromiso histórico, basada en la hipótesis de que al cabo de pocos años en Italia quedarían sólo dos partidos, el comunista y el democristiano, y que éste -antes o después- tendría que pactar con él.

En este sentido, la política de los dos mayores partidos italianos ha coincidido en mantener la situación estática y no promover la alternativa de Gobierno.

Los analistas, como escape a este callejón sin salida en que se encuentra Italia, están examinando la posibilidad de proceder a una reforma constitucional que modifique el sistema de elecciones, estableciendo una nueva ley electoral que no vaya en detrimento de los partidos menores y que favorezca el establecimiento de alianzas entre ellos, la elección directa del primer ministro con un escrutinio en dos turnos y la elección simultánea de la cámara y del ejecutivo, de forma que cuando caiga un Gobierno tenga que ser renovado al mismo tiempo el Parlamento.

Pero la búsqueda de una nueva Constitución también encierra sus dificultades en un país de gran complejidad política como Italia y con problemas tan acuciantes.

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