Debate en Panamá sobre si Paredes puede ser candidato a la presidencia
ENVIADO ESPECIALLa reforma constitucional aprobada el domingo en Panamá supone el repliegue definitivo de la Guardia Nacional a sus cuarteles, según la interpretación de su comandante en jefe, general Rubén Darío Paredes. Esto no le impedirá a él mismo ser candidato a las elecciones presidenciales del próximo año, para lo cual únicamente debe renunciar a su carrera militar, que, por otra parte, ya ha rebasado la edad preceptiva de jubilación.
Momentos antes de depositar su voto en la urna, dijo que pasará al retiro a finales de 1983. No quiso despejar, sin embargo, la incógnita de si será o no candidato a la presidencia. "Sólo Dios y el pueblo lo decidirán oportunamente", añadió. Políticos y militares panameños están convencidos de que Paredes se presentará a las elecciones. Para ello se está procurando ya el apoyo no sólo del partido oficial, que ya lo tiene, sino de otras fuerzas políticas de reciente creación, para dar a su candidatura un carácter de consenso nacional.
La oposición clásica al sistema entiende que difícilmente podrá cumplirse el mandato constitucional que saca a los militares de la vida política si Paredes decide bajar a la arena electoral. De ahí que hayan intentado todo tipo de maniobras para cerrarle el camino, algunas tan torpes como la de pedir ayuda al embajador norteamerícano, Everett Briggs, lo que semanas atrás originó una crisis diplomática grave entre Panamá y Estados Unidos.
Democristianos y liberales opinan que el sentido de la reforma constitucional es acabar de una vez con la tutela que la Guardia Nacional ha ejercido sobre los civiles desde el golpe de Estado de 1968. La candidatura de Paredes, añaden, atenta contra este principio, pero las leyes nada dicen al respecto, y está claro que el general aspira a ocupar la poltrona presidencial. Recién cerradas las urnas el domingo, a las cinco de la tarde, se reavivó en los medios de comunicación este debate que domina la vida política panameña desde hace meses.
Los resultados, aunque aún no definitivos, adelantan como previsto una abrumadora victoria del Sí, que contabiliza el 88% de las papeletas depositadas en las urnas. Poco más del 10% del electorado votó en contra. Los votos nulos y en blanco no llegaron al 2%.
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