Historia y tiempo (de Pau a Madrid)
Un reciente coloquio de historiadores en Madrid sirve de base para una serie de reflexiones de Manuel Tuñón de Lara, impulsor de los coloquios de la universidad francesa de Pau, que en tiempos pasados fue centro de una reflexión intelectual de gran hondura.
Que el tiempo cronológico (el de la naturaleza tal como se mide en el planeta Tierra) es distinto del tiempo histórico ha sido un concepto difícil de elaborar, pero que parece ya arraígado en la epistemología. La existencia de ciclos y ritmos distintos para la economía, la política, la técnica, las artes, las mentalidades, etcétera, permite columbrar ese tiempo histórico que, si es algo, es articulación de todos los demás. Y ha permitido, al mismo tiempo, superar la querella que se estaba poniendo rancia entre historia coyuntural y de larga duración. Labrousse avanzó ya hace tiempo el modelo de entrecruzamiento del tiempo largo, el ciclo medio y el tiempo corto o coyuntural, tres dimensiones temporales que obran de consuno al conjuro de un detonador. En nuestros días, Jacques le Goff nos ha hablado magistralmente del paso del temps de l'Eglise (tiempo medieval, que sirve al labrador, y es, desde luego, más laxo que el horario litúrgico que nos cuenta Umberto Eco en su encantador nombre de la rosa) al temps du marchand, es decir, del mercader y del artesano de la ciudad. Dos tempos que coexisten como dos horizontes distintos en la misma existencia del cristiano que vive el tránsito del mundo medieval al mundo moderno.Este exordio, que ya me temo un tanto desmesurado, viene a cuento del reciente coloquio que hemos celebrado en nuestra universidad Complutense (*). Porque hubo un tiempo de Pau y ahora hay un tiempo de Madrid, al reunimos el 7 y 8 de abril no queríamos romper con el pasado, pero tampoco repetirlo; el continuismo equivale al estancamiento, pero si se avanza dialécticamente, precisa integrar en lo nuevo lo más constructivo del pasado.
Los coloquios de Pau fueron en su tiempo un grito de libertad y por la democracia, y a la par un intento de ciencia histórica y una reunión fraternal que se celebraba fuera porque no era posible hacerlo dentro.
Los coloquios de Madrid empiezan con libertad y democracia recobradas (aunque le pese a algún nostálgico o a algún fanático), y a sabiendas de que ninguna de las dos son regalo del destino, sino, como el amor, una conquista diaria. Nuestro problema era ahora, y creemos que sigue siendo, elevar el rigor científico de la historia, progresar también dialécticamente abriendo lo más logrado del tiempo pasado a los múltiples esfuerzos renovadores de la historiografía de hoy. Al fin y al cabo, nada hay más revolucionario que acercarse poco a poco, pero sin desmayo, al conocimiento de esa verdad objetiva tan cierta y tan inasible a la vez.
Guardábamos de Pau, reunidos en la Complutense, el tono de amistad y de cordialidad más allá de cualquier discrepancia de método o de hipótesis de trabajo. Bien se vio en el debate, a la vez apasionado y de amigos, que sirvió de broche a la última sesión, sobre clase obrera y movimiento obrero, antropología e historia, etcétera, con intervenciones a cual mejor de Forcadell, Álvarez Junco, Elías Díaz, Santiago Castillo, Albert Balcells, a las que inmodestamente añado la mía y tal vez alguna otra que olvido.
El I Coloquio de la España Contemporánea reunió a una mayoría de antiguos paulinos (expresión acuñada hace tiempo por Gil Novales, desde luego allí presente) y a alguno que otro más. Y no será superfluo decir que los allí reunidos hemos dedicado siempre una parte de nuestro quehacer a la divulgación histórica, y seguimos haciéndolo. Pero ahora se trataba de ahondar más y de escalar más, de matizar y de conocer; y así llegó ese despliegue de sugestiones demixtificadoras de Julio Aróstegui en tomo a la violencia, la insurrección, etcétera, de: 1917 a 1936, con una problemática que a partir de ahora será insoslayable para quien desee abordar ese período histórico; y llegó igualmente la nitidez del fresco histórico de la banca trazado por Juan Muñoz, la interesantísima comunicación de Fernández Pérez desvelando) por qué fracasó el banco nacional previsto por la ley de reforma agraria. Asistirnos también a un verdadero curso de historia total (de Cataluña, pero total a la vez) de Albert Balcells, que por cierto acaba de publicar la edición en castellano de su Historia contemporánea de Cataluña, y con él, de su equipo catalán, de Salvador Carrasco y O. B. Culla, que tuvieron la virtud de abrir pistas y senderos casi insospechados. Manolo G. Portilla, Jean-Michel Desvois y yo mismo retomamos una faceta que creemos básica y hasta en cierto modo nueva: la del factor tecnológico como base de nuestra historia. Muchas de mis preocupaciones históricas sobre el primer tercio del siglo XX se entrelazaban con la ponencia fundamental de José Luis García Delgado, quien, rompiendo también con la mitología al uso, demostró que el intervencionismo estatal de ese período histórico no fue el avance del sector público en una economía moderna, sino la prolongación estatal en una economía atrasada, un nacionalismo económico tan voluntarista como contradictorio, que hacía proliferar las prácticas monopolistas en un mercado raquítico. Problema éste muy relacionado a las causas de nuestro atraso tecnológico y que ambos abordamos en un libro conjunto con Sánchez Jiménez -presente en Madrid, como en Pau- que esperamos vea pronto la luz.
Por último, en la ponencia del vicerrector de Zaragoza, Manuel Ramírez (ausente por enfermedad y leída por el profesor Manuel Aragón), se hace un atinado examen de cuál fue la transformación constitucional española desde los años de la Restauración hasta el final de la República.
Todo esto es mucho decir
No quisiera yo aburrir al lector con monsergas historiográficas pero sí tenerle al corriente de gracias a un equipo de historiadores, economistas, juristas, etcétera, y en primer lugar al apoyo decidido del rector de la Complutense, Francisco Bustelo, y de la Diputación de Madrid, hemos podido sentar las bases de estos coloquios anuales sobre historia de la España contemporánea que quisiera ser, al igual del reloj de la ciudad que sustituyó a las campanadas la iglesia, el tiempo de historia la democracia española que sustituye al tiempo de Pau, que un fue primicia y hoy es recuerdo fecundo.
* Primer coloquio, que ha tenido lugar el 7 y 8 de abril, cuyas sesiones ha sido presididas por el rector, Francisco Bustelo; los catedráticos y académicos de la Historia José María Jover Zamora y Miguel Artola; el catedrático y director del Centro de Estudios Constitucionales, Elías Díaz, y el preside de la universidad de Alta Breta Francia, Jean-François Botrel, y el catedrático Gabriel Tortella. Las ponencias han sido presentadas por José Luis García Delgado, Julio Aróstegui, Albert Balcells, Manuel Ramírez -que no pudo hacerlo personalmente por enfermedad-, Juan Muñoz García y Manuel Tuñón de Lara, director del coloquio. El profesor Manuel Aragón presentó la ponencia de M. Ramírez. Las comunicaciones fueron presentadas por Manuel González Portella, Jean Michel Desvois, José Antonio Biescas, Antonio Elorza y Mercedes Cabrera, Juan Antonio Vázquez, O. Cuila, Salvador Carrasco, J. A. Alonso, Fernández Pérez, Manuel Contreras, Javier Jiménez Campo, Manuel Espadas Burgos, Antonio Calero Carlos Forcadell. A partir de ahora, universidad Complutense contará con la colaboración de la universidad internacional Menéndez Pelayo para la organización de los coloquios.
Manuel Tuñón de Lara es historiador.
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