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Maratón poético en el Ateneo de Madrid

Bajo la coordinación de Antonio Bestard (ya acreditado impulsor de tales ágapes), se. están celebrando estos días en el Ateneo de Madrid las IV Conversaciones sobre Joven Poesía Española, apoyadas por el Ayuntamiento de la capital (anoche leyó sus versos Guillermo Carneo y hubo una ponencia de Julia Barella; hoy leen Aníbal Núñez y Felipe Benítez). Las primeras conversaciones, si no me equivoco, fueron hace dos años, y puede decirse que desde entonces a hoy esta tribuna ha visto desfilar a toda la lista -casi la de los "reyes godos"- de lo que hoy se considera, desde ángulos diversos "joven poesía". Estas nuevas conversaciones, aún más abundantes en número de poetas que las anteriores, y que se prolongarán hasta mayo, parecen ya cerrar la prolija nómina.Ha habido y hay de todo. Excelentes poetas y poetillas de tres alcuarto; críticos perspicaces y tontainas que escudan su nadería en el insulto y el resentimiento. Ha desfilado por aquí el cartel oficial de los "novísimos", con todas sus variantes y singularidades, pero también los "poetas-isla" y los que se adscriben a la neo "poesía pura", al culturalismo o la intimidad reencontrada. Suporigo que esto es un mérito de Bestard, porque en el Ateneo ha habido y hay, ya digo, de todo. Pero quizá queden claras un par o tres de cosas. Que el interés por la poesía (aunque siempre en minoría respecto a otros ámbitos literarios) va en aumento, y es por ello importante cultivarlo. Que lo que ahora se llama "joven poesía española", es decir, la generación del setenta, con todas sus variaciones, es ya un cuerpo sólido y formado. Y que ese cuerpo tiene siete u ocho cabezas importantes, qué van creando una obra a la par "generacional" y propia. Que el culturalismo, en fin, aunque sin las estridencias de hace diez años, el gusto por el sentimiento o la experiencia, la aceptación estética de la palabra, o la búsqueda de la concisión y del relumbre mental son características perseverantes y muy extendidas. Y que el nivel general -incluso fuera de las cimas- es bastante notable y extensible, en tono, a lo que en toda España se escribe.

Pero hay también dos cosas que avisar. Una es que la nómina parece agotada, y buscar más se asemejará mucho (en otras futuras conversaciones) a un aburrido descensus ad inferos. Y otra, que la mayoría de los que, el año pasado o ahora, hemos participado no somos ya (desgraciadamente) jóvenes. Es obvio que aún no existe con nitidez una generación que nos sustituya con sus novedades. Es obvio que la poesía de esta incipiente madurez habrá de ser cualitativamente mejor que la de los jovenzanos. Sin duda. Lo cierto es que los jóvenes ya no somos nosotros. Como Eduardo Haro Ibars decía con gracia el otro día, deberían plantearse -son éstas- unas conversaciones para poetas "de mediana edad". Las próximas deben ser para los jóvenes de veras, entre diecisiete y veinticuatro años. Eso es investigar, lo que en este caso puede ser mucho mejor que remachar en el clavo.

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