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CIENCIA

El 'padre' del Polaris duda de la tecnología espacial antimisiles

Robert Truax dirigió el programa de cohetes de las fuerzas aéreas y navales antes de la segunda guerra mundial. Primer ingeniero del proyecto del misil balístico Thor y del Birm, al igual que de los programas Samos, Midas y Discover, ha sido presidente del American Institute for Aeronautics y fundador del National Space Programm, que dio lugar a la agencia espacial norteamericana (NASA). Tuvo la idea original del Polaris y organizó el proyecto. Entre 1968-1973 fue cabeza del plan que dio lugar al proyecto Shuttle, que abandonó por no estar de acuerdo con sus objetivos. Estuvo en la NASA hasta 1973.

Probablemente, ninguna de las muchas -y casi siempre controvertidas- decisiones de Ronald Reagan haya levantado tanta polémica como su reciente petición de establecer una red defensiva espacial, que consistiría en una serie de centros orbitales dotados de un sistema radar-computadora capaz de captar e interceptar un posible ataque de misiles enemigos. La intercepción de dichos misiles se realizaría mediante la acción de un láser o un rayo de partículas. Aunque ambos responden al principio de ser energía altísima concentra da, el primero es radiación pura mientras que el segundo emite partículas materiales extremadamente pequeñas que, con su altísimo contenido energético, destruyen el objetivo. Un concepto que convertirá en obsoletas las armas nucleares actuales, según palabras de Reagan, quien también asegura que ello alejará el riesgo de una guerra atómica, al poder ser destruidos los ingenios nucleares antes de que éstos puedan estallar.Una de las bases de este programa tiene su origen en los trabajos que el padre de la bomba de hidrógeno, Edward Teller, está llevando a cabo en Livermore: un revolucionario tipo de láser de rayos X nacido de una pequeña explosión atómica y capaz de tansportar, a través de ondas extremadamente cortas, varios centenares de millones de vatios. Otros hablan de rayos láser menos sofisticados basados en flúor e hidrógeno. En cualquier caso, desarrollar un sistema así costará, en opinión del ex secretario de Defensa Harold Brown, no menos de 100.000 millones de dólares, -más de un billón de pesetas- y su aplicación es para el siglo que viene. En Saratoga, Robert Truax, uno de los pioneros de la tecnología misilística e inventor del famoso Polaris, tampoco parece compartir el optimismo de Reagan.

Respuesta. Han actuado de forma precipitada. Yo he trabajado en programas así y puedo garantizarle que ninguna tecnología actual puede dar una garantía del ciento por ciento. Esto quiere decir que siempre habrá misiles que nos caigan encima. Además, es dudoso que con una tecnología aún no desarrollada del todo se pueda generar un láser capaz de destruir un cohete en vuelo.

Pregunta. Si el láser alcanza al misil, ¿no es seguro que lo destruya?

R. No, ni mucho menos. Si el cohete tiene una superficie reflectora que haga de espejo y un sistema antitérmico especial capaz de absorber la energía recibida, el láser no destruirá su objetivo. Pero eso no es todo: el láser es un haz de energía concentrado. Para tener una aceptable probabilidad de destruir un misil se necesitará una enorme cantidad de energía, lo que equivale a tener que poner enormes plataformas en órbitas, que a su vez tendrán que ser varias decenas si han de cubrir todo el Globo. ¿Se imagina el coste? ¿Se imagina lo vulnerables que son estas estaciones? ¿O es que piensan que los soviéticos van a permanecer con los brazos cruzados?

La barrera atmosférica

P. ¿Hay otros problemas?R. Sí. Las partículas son incapaces de traspasar la capa atmosférica, lo que las convierte en ineficaces ante armas como los misiles de crucero, que vuelan a pocos metros del suelo o ante aviones transportando cabezas nucleares. Su efectividad se reduce a misiles de alto espacio.

P. ¿Y el láser?

R. El láser puede, ciertamente, atacar objetos a baja altura, pero sólo en condiciones ambientales favorables. Si no es así, la niebla, las nubes o el humo pueden absorber la energía del rayo, inutilizándolo. Bastará que reinen malas condiciones meteorológicas para que los soviéticos puedan lanzar un ataque a baja altura, ante el que no cabrá más que la defensa convencional.

P. ¿Los radares también tienen problemas?

R. Ciertamente. Cuando dos trayectorias o pistas se cruzan, las computadoras se vuelven loca. En un ataque nuclear masivo, esto ocurriría muchas veces, lo que las inutilizaría. Por si fuera poco, encontrándose los objetivos a centenares de kilómetros de las plata formas espaciales, es muy dudoso que éstos tengan la suficiente precisión como para que el láser dé de lleno al misil. Con semejantes velocidades y distancias, la tecnología actual está muy lejos de alcanzar semejante exactitud.

Un mundo unitario

P. ¿Cree entonces que el programa es prematuro?R. Sin duda. La tecnología no está aún lo suficientemente desarrollada como para pensar en un programa así. Creo que son tecnologías que conviene desarrollar, pero con cabeza, no jugando un poco a ficción científica.

P. Sin embargo, los partidarios del sistema, entre los cuales figuran científicos de la categoría de Teller, no parecen compartir su opinión.

R. Ellos piensan que si se reciben fondos masivos se podrá superar, mediante la investigación, los defectos que he señalado. Yo no especulo, me limito a señalar lo que puede conseguir la tecnología actual.

P. Como síntesis, se puede decir que ésta es una mala inversión.

R. Mala y excesiva. Es una locura: la única forma de acabar con los gastos de defensa es unificar el mundo.

P. Un poco utópico, ¿no?

R. Desgraciadamente, sí; pero hay que reconocer que el espectáculo que dan las naciones del mundo (gastando todas, pobres y ricas, cantidades ingentes de dinero) es deplorable. Todos creen tener razón: los norteamericanos, defendiendo el pluralismo político; los soviéticos, protegiéndose de la fiera capitalista, y es que, desgraciadamente, el ser humano tiene una ilimitada capacidad para encontrar justificaciones a su actitud y creer en ello. Hasta los criminales se creen víctimas de una sociedad injusta con ellos. Mientras, el ciudadano medio tiene que correr con los gastos de todo y el mundo se encuentra en un callejón sin salida.

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