Grandes intérpretes para un gran estreno
El estreno de Kiu proponía muchas singularidades: se trata de la primera ópera de un compositor en la cima de la madurez y con amplísima obra anterior; es una muestra más de su vocación de sintonizar intelectualmente con creadores de su tiempo (en este caso, el escritor Alfonso Vallejo); es una ópera sin libretista en sentido estricto, puesto que De Pablo ha puesto música a una obra teatral preexistente, como es el caso de El cero transparente, de Vallejo, estrenada recientemente en Londres (traducida al' inglés), Caracas y Madrid (en el pasado año); es la única ópera española y la única ópera contemporánea incluida en la presente temporada de ópera madrileña; ha supuesto el debú de José Ramón Encimar como director en un foso operístico... Todos estos elementos, así como la solvencia del reparto vocal, mixto de artistas españoles y foráneos, y del equipo encargado de la escenografía, se tradujeron en un elevado clima de expectación.Ciertamente, esta expectación no se vio defraudada. Atraído por el cosmos psicológico y humano contenido en la obra de Alfonso Vallejo, Luis de Pablo se ha planteado el trabajo más ambicioso de su carrera y, con el completo dominio de los medios musicales que le da la madurez artística alcanzada, probablemente ha logrado hacer de Kiu también su obra más importante.
Kiu, ópera de Luis de Pablo
Libro de Alfonso Vallejo. Mario Basiola (bajo), Suso Mariálegui (tenor), Manuel Cid (tenor), Julia Conwell (soprano), Dieter Hönig y (baritono), Vito Gobbi (tenor), Luis Álvarez (barítono), Inmaculada Burgos (soprano). Directora de escena: María Francesca Siciliani. Coro titular del teatro de la Zarzuela. Director: José Perera. Orquesta Sinfónica de Madrid. Director musical: José Ramón Encinar. Teatro de la Zarzuela, Madrid, 16 de abril de 1983.
Kiu es una obra maestra, en tanto en cuanto acierta a resumir los saberes musicales acumulados entoda la producción anterior para convertirse no sólo en una obra-resumen, donde se diría que está todo De Pablo, sino, a la vez, en una obra llamada a abrir caminos. Si serán transitados o no, si servirán de nuevo al propio De Pablo o a otros compositores, el futuro lo dirá. De momento, ahí está una ópera española radicalmente nueva, planteada con libertad absoluta frente a los dos grandes pesos contenidos en el concepto: el de la tradición formal de la ópera y el del tan traído y llevado nacionalismo, del cual casi se defiende a priori el autor en las notas del programa.
Soberbio resultado
El compositor ha evitado el primer peso de la manera más convincente que tiene al alcance de la mano el creador culto, cual es la de asumir con profundo conocimiento toda esa tradición para, sin ignorar ninguno de sus valores, permitirse el lujo de no seguir ninguno en concreto.En cuanto a la españolidad de Kiu, De Pablo no ha buscado ningún pie musical forzado, sino que ha ido rectamente al grano, intentando -y creo que logrando- dar con una vocacionalidad específica para el lenguaje castellano del libro escogido. Por lo demás, la utilización sutilmente diferenciada de los timbres de una orquesta amplísima para engranarse con las líneas vocales, subrayarlas y matizarlas, estimo que ha dado un resultado soberbio: la obra, como cualquier otra, gustará o no al espectador, pero es un hecho objetivo que durante dos horas y media continuadas -el intermedio no tiene sentido teatral ni musical, aunque convenga en su acepción de descanso sobre todo para los intérpretes- la atención del público del estreno estuvo prendida en el reducidísimo espacio de un compartimento de tren sin más variante visual que un sencillo juego de luces, según el sobrio y eficaz planteamiento escénico de la Siciliani y Uberto Bertacca; ello demuestra que la música deplabiana ha dado con la expresión sonora del tono dramático concentrado, interiorizado, conceptual, con algo de onírico y de expresionista, del libro de Alfonso Vallejo que no era precisamente lo que se suele entender por libreto.
De la versión hay que hablar también con indisimulado entusiasmo. La madurez vocal y escénica con que todos actuaron, la redondez global de la interpretación, no deben ser frecuentes -no pueden serlo- en el estreno de una obra de estas características. Los intérpretes recogieron el aplauso tal y como trabajaron por merecerlo: sin distingos, juntos e ilusionados.
Tenores sensacionales
Los dos tenores españoles, Suso Mariátegui y Manuel Cid, estuvieron sensacionales, como cantantes y como actores, en los papeles de Simón y Foster, tan lúcidos... cuando puedan interpretarse así de bien. Mario Basiola y Dieter Hóning, espléndidos profesionales, hasta pronunciaron con suficiencia el castellano. En este sentido, tuvo más problemas la soprano Julia Conwell, aunque compuso bien el tipo de Carol. En papeles más breves, Vitto Gobbi, Luis Álvarez e Inmaculada Burgos mantuvieron la espléndida línea de sus colegas.José Ramón Encinar, nacido músico hace alrededor de treinta años, compositor precoz y, en base a esto, hoy ya maduro, acaba de dar un paso trascendental en su carrera de director-intérprete, solvente frente al repertorio y muy especialmente aplicado a la música del presente. Un paso como para convencer definitivamente incluso a quienes nos hemos cuestionado otrora la conveniencia de una dedicación a la batuta, que necesariamente resta tiempo a la composición para la que está dotado.
Trabajos como el que hoy comentamos convencen, en efecto, porque es probable que sólo desde el estrecho contacto con la música a interpretar que supone el estar envuelto en parejos intereses por el lenguaje y la creación puede hacerse un estreno con el rigor, la seguridad y la fe desplegadas por el joven maestro y propósito de Kiu.
Con un conocimiento absoluto de la partitura y con un gesto tan claro como práctico, Encinar condujo a los músicos de la Orquesta Sinfónica en una de las actuaciones más meritorias que hayamos presenciado a este conjunto. El re sultado obtenido por la Sinfónica revela no sólo la intensidad del trabajo de ensayos, sino también la responsable entrega de sus componentes para resolver más que dignamente su complicada tarea. Igualmente, el coro de la Zarzuela, con un cometido tan discreto como difícil en el acto segundo, funcionó debidamente en la crea ción fuera de escena, del bellísimo clima poético-expresivo en que se envuelven varias secuencias relevantes de la composición.
Sin duda, la noche del pasado sábado marcará un hito en la carrera de Luis de Pablo, y me atrevo a decir que también en la música española, que está conociendo un momento realmente esplendorosos. Tampoco creo que Luis de Pablo olvide hasta qué punto colaboraron los intérpretes -con el formidable trabajo de Encinar en primera línea- en hacer memora ble la jornada.
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