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LA LIDIA /FERIA DE SEVILLA

Una divisa en horas bajas

, ENVIADO ESPECIALHabía llovido y llovió durante el festejo. La Maestranza estaba mustia. únicamente le habría alegrado una corrida brillante, pero era imposible, pues los Pablo Romero, divisa de tronío, atraviesan horas bajas, las peores de su historia.

Corrida desigual, con toros pequeños y grandes, se uniformaba en el comportamiento amoruchado. Ya no se caen los Pablo Romero pero han perdido casta, toda la casta y si bien son ahora bonitos de pelaje, como antes, se han convertido en productos desclasados, mansos, violentos, peligrosos.

La Maestranza estaba mustia. No había ganas de aplaudir ni de decir. Gabardinas y paraguas cuajaban el tendido, como en Bilbao, y sólo ponía risas el alboroto que ocasionaban los aguaceros intermitentes. Mientras en el ruedo se jugaban la vida tres toreros responsables, los de arriba no parecían entender el peligro sordo que corrían. Como en Bilbao.

Plaza de Sevilla

17 de abril. Segunda corrida de feria.Toros de Pablo Romero, desiguales de presencia, sin casta. Francisco Ruiz Miguel. Pinchazo y estocada atravesada (aplausos y saludos). Estocada ladeada y, dos descabellos (vuelta). Manolo Arruza Bajonazo (silencio). Estocada caída (silencio). Luis Francisco Esplá. Estocada perpendicular (aplausos y saludos). Bajonazo y dos descabellos (aplausos).

Seguía el público con su sueño del sábado y aún le bailaba danzas lúdicas la estatuaria verticalidad de Paco Ojeda: Hay consenso: eso es lo bueno. Da la sensación de que el toro no tiene nada que ver con la fiesta. Aquél del sábado se caía, y el del domingo no; aquél del sábado tenía nobleza, y el del domingo peligro. ¿Qué importarán semejantes nimiedades? En tanto la Maestranza se conmovía el sábado, por ejemplo, ante unos recortes del desprecio, el domingo ni se inmutaba cuando Esplá obligaba al toro a estrellar en el engaño su incierta cabezada.

Llovía, correteaban los toros hacia la querencia, los toreros se empleaban a fondo para dominarles, y la Maestranza no reaccionaba. Una corrida de trámite fue, en la que nadie ganó gloria. Para tales resultados, suspenderla habría sido un acierto.

Manolo Arruza, más centrado que otras veces, hizo dos faenas valentonas. Ruiz Miguel se desdobló en las dos versiones de sí mismo que exhibe por los cosos: acelerado en el primer toro, pundonoroso ejecutor de muletazos largos y ceñidos en el cuarto. Esplá estuvo muy torero.

Las faenas de Esplá tuvieron el defecto de su excesiva duración, pero se le veía obsesionado por complacer a aquél público distante e imperturbable. La que instrumentó al tercero habría sido de oreja en otros ambientes, pues a las embestidas cortas e inciertas respondía con un muleteo reposado y dominador.

La del sexto, un toro distraído, fue técnicamente irreprochable, aderezada mediante cambios de mano, ayudados y afarolados, que el público contempló en silencio. El óle lo tenía gastado la gente del día anterior.

Los famosos silencios de la Maestranza eran ayer sepulcrales. Unicamente a El Formidable le ovacionaron con fuerza en banderillas.

Arruza y Esplá se cedieron los palos en sus primeros toros y cumplieron nada más. Esplá, en cambio, prendió al sexto un par emocionante, por los terrenos de dentro. No sabemos para qué, pues si cuartea aliviándose, habría tenido las mismas palmas. A lo mejor es que la afición también estaba en sus horas bajas.

En cierto modo, se comprende. Paraguas y gabardinas no son el acompañamiento más apropiado para la feria. Aquí tiene que arder de sol el albero o no hay fiesta. En efecto, no la hubo.

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