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José Luis L. Aranguren

Se le ha calificado en estos días como "un especialista del lugar común". Uno, que aprendió tanto de Aranguren en los tontos y lluviosos cincuenta -aquellos artículos de Aranguren en El Ciervo, criticando la "gimnasia rnística" de la misa-, uno, digo / decía, que luego ha sido amigo, y siempre epígono, de este grande y viejo maestro, alto como Unamuno y feo como Sartre -así le tengo definido-, sufre y casi llora sin ojos por la afrenta. Aranguren, cuando nuestra educación sentimental, nos ayudó a conocer a Guardini, Maritaln, Bernanos y gente así. ¿Te acuerdas, Pepe Lozano, pequeño amigo, gran maestro, cuánto glosábamos pedáneamente a Aranguren, en el paseo provinciano? No se nos puede privar ahora, violentamente, de uno de los pocos maestros de adolescencia, que fuimos "una juventud sin maestros", como gustaban de decir los chicos de "la izquierda del SEU". Lo primero, que las fotos Fraga / Verstrynge para las municipales, las ha hecho un fotógrafo extranjero, porque estos nacionalistas no se fian del arte y la técnica nacional. Punto be, ¿qué pinta Fraga en una campaña municipal a la que no se presenta? La derecha elocuente que defiende todo esto, no tiene derecho ni a pronunciar el nombre de Aranguren.-La derecha española debe ser sustituida por otra más civilizada.

Esto es lo que ha dicho el joven maestro últimamente, pero hay una derecha que se ha sentido aludida y tira piedras contra sus propios "tejados de vidrio" (Tyrone Power), llamando a JL/ LA "especialista del lugar común", lo que viene a confirmarnos en que la derecha española es asilvestrada, y en que esto es ya un lugar común, una verdad mostrenca. Aranguren, efectivamente, es una "vetusta carroza", pero carroza, según Diccionario cheli de uso corriente, es, por extensión, todo hombre maduro que no se resigna a no interesar. Aranguren no se resigna a no interesar en la medida en que no deja de interesarle el mundo, del tecno / pop a la nueva teología, que me lo dijo Azorín en la última entrevista:-La vejez es la pérdida de la curiosidad.

Aranguren es, por más curioso, el más joven de nuestros intelectuales, y ha dejado a los hombres de su generación entre el Diccionario y el abecedario, mientras las nuevas mocedades le siguen y él se pasea por la Castellana como la estatua de Valle (hay en él un valleinclanismo más ético que estético, con mele nas en lugar de barbaj, contra los ventalles del fin de siglo. Ni la ac titud de Aranguren es "reveren te" hacia el Gobierno actual, ni él ha condescendido jamás a propaganda, ni hay una derecha de mocrática, antiaranguren, que represente la mitad del país, por que las computadoras, Sabinas de nuestro tiempo, no dicen eso Aranguren no es un "kamizaz obtuso" ni un bonzo obsolescen te, ya que sólo la lucidez le man tiene erguido, y no practica nin gún fanatismo, ni siquiera el cristiano. Aranguren no ha des cubierto, "de pronto", el extranjero, que se ha pasado muchos años en las Universidades del mundo, exiliado, por gracia y favor de Francisco Franco, o sea que ninguna novedad tardía de la noche madrileño / provinciana que se mueve, puede asombrarle. Son sus "adíniradores inversos", término acuñado para los enemigos por Menéndez Pelayo, maestro de Aranguren, quienes se asombran, ay, de la marcha intelectual, humana, creadora, existencial y trascendental del hombre más fascinante y avizor de la España transicional. Luis Racionero, el inteligente ensayista catalán, me escribe desde Girona. Me invita al Ampurdán. Yo siempre he creído que el Paraíso Terrenal cayó, más o menos, por el Empordá. Pedro Balart, de Penthouse, me pide que le escriba algo sobre "los elegantes". Aranguren iría el primero. El viernes habló José Luis L. sobre "La ciudad industrial", en Madrid. El Ayuntamiento inaugura el vídeo comunitario y vuelve Mallorquí (Coyote). La pluralidad de esta hora de España no cabe en unos esquemas conservatistas. Y la reacción es manchar las estatuas vivas -Aranguren-, mientras se adecentan las estatuas muertas: Franco en Madrid, Valencia y Marbella.

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