Autonomía para San Bernardo
Al parecer, el viejo edificio de la universidad en la calle de San Bernardo ha pasado a mejor vida. Ya que no se sabe muy bien qué es la autonomía universitaria, dejemos que autonomice otro ente las hermosas y gloriosas paredes.El caserón de San Bernardo ya había sido debidamente descuartizado por distintas oficinas: Instituto de España, curso de nivelación de ATS, Consejo Nacional de Educación, etcétera, pero lo que no imaginábamos es que fuera definitivamente abandonado.
Sorprende que nadie se haya preocupado por seguir manteniendo el edificio en una función verdaderamente universitaria, por ejemplo: biblioteca central -la universidad Complutense no tiene biblioteca-; sede del rectorado, de la UNED, centro cultural universitario, etcétera. La universidad de Barcelona, por ejemplo, ha conservado el hermoso edificio que diseñara Elías Rogent como rectorado y facultad de Filología, al trasladarse la universidad al campo de Pedralbes.
Es doloroso que en tiempos esperanzados de cambio lo único que empecemos a cambiar es lo que no debíamos. Tal vez sea ésta una manera de llenar de contenido las palabras de la tribu. Esas palabras con las que se hace demagogia, se ofusca y, en muchos casos, se engaña. Por ejemplo, la palabra autonomía. ¿Quién autonomizará la Universidad? ¿Quién pondrá contenido a ese término? ¿Para qué sirve la autonomía en la Universidad? ¿Qué nuevo caciquismo universitario puede manejar y deteriorar las ilusiones de cambio que se barruntan con la famosa palabra?
La universidad de San Bernardo es un símbolo de la historia de la Un iversidad española, y el dejarla en otras manos, aunque sean tan respetables y autonómicas como las de la Comunidad de Madrid, es un acto gratuito en el que se confirma, una vez más, después de años, después de siglos, que la educación no ha sido entendida todavía ni siquiera por los políticos del cambio, del esperado cambio, como el logro fundamental de nuestro país.
Entre tanto, la Corona de Espinas, ese lujoso edificio universitario cerca del palacio de la Moncloa, vacío y abandonado también, en el que se invirtieron cientos de millones de pesetas hace unos cuatro años, sigue derrumbándose lentamente. También otro importante símbolo. /
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