_
_
_
_

La corrupción salpica a los ayuntamientos italianos de izquierda

La Democracia Cristiana aprovecha los escándalos que afectan a socialistas y comunistas para intentar recuperar el poder local perdido en 1975

Juan Arias

El año 1975 quedará grabado fuertemente en la historia política italiana porque representó el momento culminante de la escalada de la izquierda a los Gobiernos regionales, provinciales y municipales. Por primera vez, la Democracia Cristiana (DC) perdía el poder en los grandes centros urbanos. Ciudades como Bolonia, Roma, Nápoles, Turín, Florencia, Venecia, Génova, Pavía, etcétera, quedaron en manos de comunistas y socialistas. En muchos casos, con alcaldes comunistas, como en Roma, Nápoles, Génova, Turín, Bolonia y otras.

La Democracia Cristiana se replegaba y mantenía su poder a nivel nacional, impidiendo al Partico Comunista Italiano (PCI) el acceso al Gobierno. Era como si la DC admitiese que la izquierda pudiera realizar una experiencia de gobierno en la periferia de un país en el que razones internas e internacionales hacían imposible la presencia del PCI, la mayor fuerza política de la izquierda, en el Gobierno.

Más información
El reparto del poder

Empezó así una especie de compromiso histórico larvado, ya que en muchos lugares los comunistas gobernaban, bien juntos, bien con el apoyo de los democristianos. Al mismo tiempo, empezó a nacer lo que se llamó el Gobierno de las manos limpias, de muchas administraciones en manos de la izquierda, para distinguirlas de los pasados Gobiernos corrompidos de la Democracia Cristiana. Nacieron también los Gobiernos de la fantasía y de la creatividad, ya que la savia izquierdista llegada a los Gobiernos locales, se prodigó en proyectos e iniciativas nuevas en los campos más variados para hacer más habitables las grandes metrópolis urbanas.

Ocho años después

Han pasado ocho años. Dentro de unas semanas, casi 10 millones de italianos irán a las urnas en unas elecciones administrativas parciales. Faltarán sólo las grandes ciudades, donde se votará en 1985, pero, como siempre en Italia, cada consulta electoral constituye una prueba importante, y todo acaba politizándose. En realidad, ha empezado ya la campaña, esta vez con no muy buenos auspicios para los Gobiernos en manos de la izquierda. Se trata de una crisis espectacular y grave.Repentinamente, los escándalos, que hasta hace unos años parecían una exclusiva de la Democracia Cristiana, han estallado en las casas comunista, socialista, socialdemócrata y hasta republicana. No se salva nadie, y empiezan a desfilar hacia la cárcel o a ser implicados judicialmente hombres políticos en los Gobiernos de las regiones, de las provincias y de los municipios.

El caso más dramático es el de la ciudad de Turín y de la región de Piamonte. Pero escándalos han aparecido también en Génova, en Venecia, en Bolonia, en Florencia, en Nápoles, en Bari, en Palermo, en Pavía, etcétera. Por supuesto, también aquí están implicados democristianos, pero lo nuevo, lo que preocupa es que por primera vez han empezado a ir a la cárcel también comunistas y socialistas. En un primer momento se habló de un compló contra las administraciones de izquierdas en vísperas de elecciones. Se acusó a los jueces de haberse puesto al servicio de ciertos intereses políticos. Pero ellos se defienden diciendo que los escándalos son reales y no inventados, sobre todo cuando se trata de líderes políticos que acaban en la cárcel.

Nadie niega los cambios

La realidad es que esta crisis de las administraciones dirigidas en los últimos años por la izquierda está causando gran preocupación en las fuerzas democráticas. Sólo los más facciosos llegan a afirmar que comunistas y socialistas lo han hecho peor que los democristianos. Y nadie quiere negar los cambios llevados a cabo en Bolonia, Roma, Nápoles, Turín o Florencia desde que llegó la izquierda. Pero el problema es otro.Lo que se preguntan muchos observadores es si en realidad no existe un vicio de fondo, con raíces profundas, que impide a todos, democristianos e izquierda, llevar a cabo programas de reforma importantes. Y, según muchos politólogos, el verdadero cáncer es la invasión de las instituciones y de todos los ganglios del poder por parte de los partidos. Y, como para adueñarse de todos los puestos del poder es necesario dinero, mucho dinero, se explican entonces todos los escándalos financieros. Un constructor que se ha arrepentido se puso a gritar ante los jueces: "Estoy harto, no hacen más que pedirme dinero estos políticos para poder trabajar".

Y junto con esta ansia de ocuparlo todo, existe también el problema de la burocratización de los líderes políticos puestos al frente de los Gobiernos periféricos, incluso de las nuevas generaciones. Se les acusa de ser más técnicos, y a veces sin escrúpulos, que verdaderos líderes y de permanecer demasiado tiempo en sus cargos.

Al PCI se le ha acusado de no haber hecho un cambio generacional, pero ahora el Partido Socialista italiano (PSI) está preocupado viendo que sus líderes nuevos, flamantes jóvenes, como en el caso de Turín, no se revelan con mayor fuerza moral que sus antepasados los democristianos, y para asegurarse votos que les mantengan en sus puestos a toda costa se busca dinero por todos los medios, incluso ilegales.

Mientras tanto, quien se aprovecha, pescando en río revuelto, es el nuevo secretario de la Democracia Cristiana, Ciriaco de Mita, quien ha sido muy inteligente frente a los escándalos explotados dentro de la izquierda. No los ha dramatizado ni explotado propagandísticamente. Ha planteado simplemente el problema de que ahora ya no se puede dividir a la gente en buenos y malos, y que lo importante es que cada uno demuestre, donde esté, la capacidad de gobernar con creatividad y eficacia.

De Mita ha vuelto a acariciar el sueño de poder reconquistar para su partido Gobiernos caídos en manos de la izquierda o bien entrar formando una mayoría en administraciones donde actualmente esto podría acaecer: en la región de Piamonte, en 18 provincias y en 24 capitales, entre ellas, Turín, Milán, Venecia, Génova y Roma.

Lo que al parecer ya no permitirá la Democracia Cristiana, después de este terremoto, es el estar en la oposición en aquellas administraciones en las que, por el número de votos, podría entrar a gobernar. La idea de que cada fuerza política tiene que conquistarse su propio espacio y de que hay que distinguir bien claro entre quienes quieren la alternativa de izquierda y quienes prefieren un Gobierno de centro o de centroizquierda, propugnado por De Mita, empieza ya a reflejarse.

Que los electores decidan

Al parecer, la DC quiere que antes de que se vote en las elecciones administrativas se presenten a los electores las posibles coaliciones de gobierno local para que puedan ser los electores quienes decidan los Gobiernos.Los democristianos ejercen presiones sobre los socialistas para que se decidan, bien a crear una alternativa de izquierda con los comunistas, o bien a proseguir con el centroizquierda. Es el eterno dilema del socialismo italiano.

Su líder, Bettino Craxi, había encontrado una fórmula mágica para salir del atolladero: crecer para poder condicionar después a las otras dos fuerzas. Y para crecer había propuesto su política de autonomía del partido comunista y de reformas. Acosado por De Mita, había amenazado con establecer acuerdos con Berlinguer. Pero De Mita sabe que esto sería la muerte política de Craxi.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_