Misa por un alma perdida
El Odin Teatret, de antigua y sólida trayectoria, pasa por Madrid. Viene de Grotowski -con quien trabajó su fundador, el italiano Eugenio Barba-, y, por tanto, de una de las líneas de Artaud. Ceremonia, liturgia, arquetipos... Humildad, aproximación, pobreza... En Madrid ha encontrado el Odin Teatret un lugar suficientemente sórdido y no convencional: el antiguo mercado de pescados de la plaza del Campillo, prestigiosa porque en los domingos del Rastro agrupa la vieja cultura: libros, discos, grabados.Su espectáculo fundamental es Cenizas de Brecht 2. Tiene la forma de una misa, casi de un auto sacramental, en el honor del gran creador. Pasan fragmentos de su biografía, real o imaginaria: el interrogatorio en Estados Unidos, un encuentro con Walter Benjamin, la larga huida, el regreso al Berlín Oriental, la muerte. Se entrecruza con la aparición de sus personajes. Nada es textual o directo: todo es comentado, pasado por el tiempo, mutable. El lenguaje oral es corto y preciso; el visual está muy elaborado, aunque a veces resulte demasiado obvio.
Cenizas de Brecht 2
Odin Teatrel de Dinamarca. Texto y puesta en escena de Eugenio Barba.Estreno: Sala Mercado. Madrid, 8 de abril.
Más importante quizá que el fondo y el trasfondo de esta misa para Brecht es el trabajo en sí: más la capacidad de expresión que lo meramente expresado. Hay una belleza de instantes, de situaciones; de trajes, de objetos, de composición. Lay hay, sobre todo, de preparación de actores. Entiendo que hay una superioridad en las voces y en la musicalidad: voces educadas, mucho más adelantadas, por ejemplo, que las de Roy Hart, porque su flexibilidad sirve exactamente lo que se quiere expresar (es decir, no son un elemento por sí mismas, no son finalidad, sino instrumentos puestos al servicio de algo); unidad a la agilidad física, al dominio del cuerpo, contenido también en los límites de lo necesario.
El ritual se cumple desde la mínuciosa colocación del público y la preparación del espacio hasta la desaparición de los actores, insensibles a los aplausos. Como el sacerdote no vuelve para saludar después del Ite misa est.
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